El último unicornio

17

Papá siempre le decía no llores cuando estés triste, pero él tenía lagrimas cada vez que parpadeaba los recordaba claro estaba, aquella noche lluviosa en esa casa donde siempre estaban ellos, en esa casa con sus fotografías colgadas en la pared, de cuando los tres estaban juntos. Era difícil la vida sin los consejos de su padre y sin el apoyo incondicional de su madre, era difícil una vida sin el amor que siempre le prodigaron. Nunca estamos preparados para la muerte, más aún si se trata de la de nuestros padres, es probablemente algo que no se llega a superar, se puede conllevar, pero jamás olvidar y claro todo va a depender de la manera como las cosas se dan, para sus padres la luz se había apagado el mismo día en accidente automovilístico, su amor fue tan grande que ni la muerte pudo separarlos dirían algunos, pero cargar con esto siendo hijo único era un gran peso y realmente era complejo. Es como perder el universo y darse cuenta de que las cosas que te hartaban, los consejos, las manías, las caricias, las palabras y los gestos de amor como la comida de mamá y las charlas de papá, pueden llegar a extrañarse de un modo inverosímil. La muerte no avisa al final todo se resume a un instante y a los recuerdos que a Henry le quedaban de ellos. Esa noche lloró la muerte de sus padres de cuclillas en un rincón, con una de sus fotografías, sin darse cuenta Mayra había tocado una de las fibras más sensibles que él podía tener.

Quizá Henry había tomado muchas decisiones equivocadas en su vida, una de ellas no frecuentar a sus padres cuando tuvo la oportunidad pues él no imaginaría que un simple día dejarían de existir. Quizá si hubiera escuchado tan sólo un poco a su padre su vida sería diferente, a ellos siempre les gustó la idea de verlo enamorado de aquella niña llamada Mayra y aunque nunca llegaron a conocerla en persona, Henry se había encargado de que supieran bien de ella gracias a sus historias, que vueltas da la vida ahora ella había regresado y quería conocerlos, pero ellos no regresarían jamás.