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Era domingo por la mañana, la lluvia caía por la ventana ambos se encontraban recostados en el colchón, él le robaba las sabanas a ella, sus pieles desnudas habían sido compartidas, ambos encajaron perfectamente en los brazos del otro, la noche anterior la obscuridad les había permitido ver mucho más con sus manos, que con sus propios ojos, era exactamente lo que ambos habían estado buscando una intimidad perfecta en todos los sentidos.

- Podría pasarme todo el día besando tus labios

- Quisiera permanecer el resto de mi vida a tu lado, Henry

- Me has hecho ir al universo y a las estrellas en una sola noche

Él le planto un delicado beso en los labios, mientras le acariciaba el cabello

- ¿hablas en serio?

- Porque no habría de hacerlo, eres una mujer maravillosa en todos los sentidos Mayra

- Entonces si quisieras estar conmigo el resto de tu vida

- Disfruta el momento Mayra, lo que importa es el presente, el hoy. Yo disfruto de ti ¿disfrutas tú de mi?

- Siempre lo he hecho

- Entonces no hay ningún problema

- Yo creo que si tenemos un problema o al menos es lo que yo siento

- Dime ¿Qué pasa?

- Es que me acuesto pensando en ti, sueño contigo, me despierto pensando en ti y esto sucede día con día.

La mirada de Henry era perspicaz, coqueta y llena de ego.

- No entiendo ¿cuál es el problema?

- Porque eso sólo me sucede cuando me enamoro y ya me enamoré de ti.

El silencio reino en la habitación Henry no sabía que era lo que debía decirle.

El último unicornioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora