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Creo que no existe mujer alguna a la que no le hayan vendido el esquema de un hombre perfecto, recuerden un poco cuando eran niñas y deseaban que un príncipe viniera en un unicornio blanco y las rescatara del castillo con dragones; cuando crecemos nuestras expectativas no cambian si no que mutan y sólo queremos encontrar un hombre que nos haga sentir amadas, protegidas, pero que nos permita ser independientes, además tiene que ser simpático, atlético y con sustentabilidad económica, buscamos a alguien que disfrute de nuestros abrazos, de nuestros besos, de nuestra compañía, de los celos pero que no nos agobie he aquí el detalle, ni nosotras sabemos lo que buscamos lo único que sabemos es que quisiéramos que durará para toda la vida ¿Es eso posiblemente real? Para Mayra parecía real. Henry era aquel hombre que había estado esperando toda su vida, aquel al que dejo ilusionado cuando tenían 16 años, pero 12 años después la pregunta más bien sería ¿Él aún siente lo mismo por ella?

Ambos se encontraban en el pórtico de la casa de los padres de Henry, desde que se habían vuelto a ver pasaban juntos todos los fines de semana y él le hablaba a ella con palabras de amor, mientras ella se hacía ideas en la cabeza aunque debo aclarar ninguno de los dos había mencionado nada de amor, sin embargo esa noche todo iba a cambiar.

- Debo irme Henry ,es un poco tarde

- ¿Tarde? ¿Para qué?

- Para ir a casa sola

- ¿Por qué irías sola?

- Pues – titubeo un poco al decir sus palabras- supuse que te irías como siempre.

- Puedo acompañarte, si me lo permites claro.

Mayra sentía su corazón dar choques en su pecho y eso que sólo estaban cruzando unas cuantas palabras, no quería ni imaginar lo que iba a sentir cuando se besaran de nuevo, la última vez que lo habían hecho había sido un verano doce años atrás.

- Si me parece bien.

Aquella noche Mayra decidió tomar el camino más largo a casa, ella sólo quería pasar más tiempo con él. De un momento a otro las pequeñas gotas de lluvia comenzaron a descender del cielo, sin duda alguna una tormenta se aproximaba. De su bolsa Henry saco un impermeable amarillo y se lo ofreció a Mayra.

- No te preocupes no falta demasiado para llegar

- Tómalo

- Es una exageración, no llueve tan fuerte

El cielo parecía caerse en realidad.

- Vamos Mayra no seas terca, que si no te lo pones tu sola te obligaré a hacerlo, no quiero que te vayas a resfriar.

- De acuerdo

Mayra tomo aquel enorme impermeable y se lo coloco.

- Me queda enorme Henry

Ambos rieron pues sus palabras eran verdad, verla de ese modo era igual que ver a tontín de los siete enanos en Blanca Nieves. Y mientras caminaban juntos la lluvia cesaba dejando en su lugar esa permanecía de humedad.

- Hemos llegado Henry, gracias por acompañarme.

Ella se despidió de él con un beso en la mejilla, él la tomo de la cintura la acerco a él y le dio un beso en la boca tan apasionado que hizo callar todas las voces en la cabeza de Mayra, el beso habría durado un minuto a lo mucho, pero a ella le había parecido una eternidad una hermosa eternidad.

- Me has besado Henry

- SI lo he hecho

- Debo decirte que sólo te he regresado el beso porque tenía frío

- Yo te besaré lo que sea necesario, porque no sé exactamente cuanto durará esto.

Y la beso de nuevo pero ahora fue un beso mucho más apasionado que el anterior, era una escena digna de película.

- Uno no puede elegir de quien enamorarse Mayra, las flechas de cupido a veces son inciertas. Sólo nos queda disfrutar el momento.

Mayra no pronuncio ninguna palabra, estaba demasiado nerviosa como para hacerlo, además ya había escuchado lo que deseaba, quizá en su vida habían aparecido otros amores, pero ninguno había logrado superar a Henry. El amor de verano, el primer amor.

El último unicornioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora