Ella era alegre, era de esas chicas que siempre estaban sonriendo.
El era triste, serio y frío a la vez.
El sentía que nunca encontraría a alguien que le quitará ese color gris, ese color que tanto lo entristecia.
Ella siempre intentaba alegrar los días a las personas que quería.
Una noche de verano, bajo la luz de las estrellas.. él y ella se cruzaron caminando por la playa, ambos se miraron durante varios segundos y sintieron algo tan fuerte, que ni se imaginaban que fuera cierto.
Ambos no podían creer que al mirarse a los ojos pudieran sentir que estaban echos el uno para el otro.
Pocos días que ocurriese eso, ambos se volvieron a reencontrar.
El la miraba, no podia dejar de hacerlo, ella tenía algo que lo volvía loco.
Pocos segundos después el decidió a quitarse el miedo al rechazo y decidió pedirle su número de teléfono, ella con una sonrisa le contestó que si que se lo daba.
Pasado una semana el decidió llamarla, quizás para tomar un café al lado del mar, o bien para cenar, bajo la luz de la Luna en un restaurante bonito.
Llegó el gran día y él estaba nervioso, confuso, inseguro.. no se sentía preparado porque pensaba que a ella no le iba a gustar. Pensaréis por que? Por que piensa así? No debería ser tan negativo...
Pues vereis el era un chico que vivía en un mundo gris, tuvo una vida difícil, la cuál tuvo que superar muchos obstáculos.
Él perdió todo lo que quería y perdió la confianza en si mismo.
Él pensaba que ella se aburría al no saber que decirle. Pero realmente no fue así.
Ella empezó a preguntarle sobre su vida, él al principio le incomodó, pero decidió dar el paso y contarle todo lo que había tenido que vivir.
Ella conmocionada por la situación le confesó que era una persona muy luchadora, que debería aprender a ser feliz.
El le comentó que había perdido la esperanza de volver a enamorarse, hasta que llegó ella.
Pasaba el tiempo y comenzaron a verse más a menudo, cada vez que estaba con ella sus días grises iban desapareciendo y cada vez había más color, colores alegres.
Había pasado el tiempo y empezó a sentir algo extraño dentro de su organismo algo que no era grave pero que nunca le había sucedido.
Empezó a sentir como mariposas en el estómago siempre que pasaba tiempo con ella le pasaba.
El no lo quería creer, pero no le quedaba de otra que aceptar que el pensar que nunca más volvería a enamorarse fue una equivocación, porque ella esa chica tan alegre lo había vuelto loco, loco de amor.
Una tarde de verano decidió verla en el mismo lugar donde la conoció, ella nunca se imaginó lo que el le tenía preparado.
Ella llegó al lugar, estaba ansiosa, nerviosa, alegre y triste a la vez, tenía miedo pero a la misma vez estaba tranquila.. pero nunca perdía la sonrisa.
El apareció la agarró de la mano, se arrodilló ante su precencia y le dedico un bonito poema...
Le dijo: - ella era mi musa, mis ganas de vivir.
Ella hizo de mi vida de tristeza una vida llena de color y alegría.
Ella me dio las ganas de vivir, de continuar.
Ella me hizo volver a creer en el amor.
Ella era color en mis días grises.Ella emocionada no pudo contener las lágrimas, quien iba a pensar que se iba a enamorar de una persona, la cual conoció de casualidad cruzando unas simples miradas.
El la miro a los ojos y le dijo que no sólo era eso lo que le quería decir.
El saco de su bolsillo un estuche, era de una joyería.
Ella asombrada seguía llorando, pero seguía teniendo esa sonrisa , que tanto la hacia brillar.
El le pidió matrimonio, quería compartir el resto de sus días al lado de ella.
Ella por supuesto le dijo que si, que era el amor de su vida y quería compartir su vida al lado de el.
El le confesó que lo que realmente la enamoró, fue que nunca perdía la sonrisa a pesar de tener días grises.
Al año se casaron y fue una de las más bonitas historias de amor que pueden existir.
Fueron felices y sólo pensaban que todo comenzó con una simple mirada.
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FIN.
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