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—Ya, Ale, pone la mesa —me ordenó mi mamá—. Supongo que tú te vas a quedar a tomar once, ¿cierto? —le preguntó a mi pololo.

Ah, casi, si el Mati es mi futuro esposo.

—Eh... —me miró y yo me encogí de hombros—. Ya —le sonrió a mi mom.

Estoy segura que ella va a estar feliz porque nuestros hijos van a salir hermosos.

Puse la mesa con ayuda del Mati, mientras mi mamá se iba a poner pijama. Somos tan iguales. Yo no me puse porque estaba usando el entero que tengo y el Mati aún no está preparado mentalmente para verme en él. Digo, me veo demasiado hermosa, no quiero que se enamore tan rápido.

Nos sentamos y agradezco al cielo que mi mamá no sea de esas que preguntan hasta la talla de condón, porque esa weá sería incómoda teniendo en cuanta que hicimos quemarropa hace una hora aproximadamente.

No, no culeamos porque no era el momento, no quiero que mi primera vez sea así no más.

Ah, mentira.

Ya le di mi flor a mi ex, no la puedo volver a recuperar.

Pero pene, no quiero hablar de mi ex.

Bueno, la cosa es que básicamente la once fue para que yo terminara avergonzada. Porque mi mamá es una de esas que se pone a hablar de las weás que hacía de cabra chica.

Peeeero, a pesar de que no contó las peores, contó puras weás que me hicieron quedar como weona y torpe, y lo soy, pero él aún no tenía que saberlo.

—Creo que es suficiente —interrumpí a mi mamá cuando empezó a contar una vez que me caí haciendo una carrera en el estacionamiento de la costanera—. No necesito que se entere de todas la veces que me caí —pestañeé varias veces.

—Yo creo que...

—Tú no crees nada, silencio —apunté al Matias con mi dedo índice mientras fruncía el ceño.

Él se rio—. Creo que es hora de que me vaya —oh, chutcha—. Ya es tarde y no quiero que mi papá se preocupe —le sonrió a mi mamá y se levantó de la silla.

—Yo... lo voy a dejar a fuera —me levanté y luego de que él se pusiera su ropa, tomara su mochila y se despidiera de mi hermosa y cariñosa madre salimos de la casa.

—Bueno, podría haber sido peor —se rio un poco—. Igual bacán tu mamá —me tomó las manos.

—Sí, no es de esas preguntonas —fruncí mis labios.

—¿Tú...? No, nada —arrugó su nariz.

—No, no, no, no —me solté de él y lo apunté con mi dedo índice derecho—. No dejí con la intriga, weón —le pegué en el brazo.

—¿Por qué chucha siempre me pegai? —frunció el ceño mientras se sobaba... el pico, ah.

—Puta, no sé, es como un acto reflejo —me encogí de hombros.

—Ya, me voy antes de que me quebrí un hueso —me robó un piquito y se fue corriendo.

Me entré riendo cuando recordé que no me había dicho lo que quería que me dijera.

Puta que soy weona.


👽👽👽


Estaba escuchando Air del Chon, porque sí, soy una Mendes Army, ¿qué weá po?

Ya, la weá es que estaba escuchando Air de lo más bien cuando tocan la puerta. Mamá, ¿por qué saliste? Me levanté del sillón con toda la paja del mundo y fui a abrir la puerta.

—¡Franco! —grité emocionada mientras me lanzaba a abrazar a mi primo favorito.

El Franco era hijo de la hermana mayor de mi mamá, y nosotros éramos demasiado unidos cuando él vivía en Puerto, después se fue a vivir a Concepción con mi tía y su pololo y ya casi ni nos veíamos. Sí, lloré cuando se fue, basta. La weá es que no sabía que ven... puta que soy aweonáaaa. Se me había olvidao' que éste weón venía llegaba hoy po. Siempre me pasa lo mismo, olvido cosas importantes y recuerdo puras weás.

—¡Ay, mi piojo! —me abrazó muy fuerte.

Conchetumare, mis pulmones.

Como venganza lo abracé más fuerte. Sí, así de weones éramos, siempre hacíamos lo mismo.

Después de pelear un rato en la entranda lo hice pasar y nos tiramos en el sillón.

—Cuéntame, piojo, ¿quién chucha es el tal Matías? —preguntó sacándose las zapatillas y subiendo sus pies a la mesita de centro.

—Este... —empecé a jugar con mis manos. Cuerpo culiao y nerviosismo culiao, ahora aparecí—. Un amigo po.

—No sé, yo no me como a mis amigas —elevó una ceja.

Ah, shet.

—¿Cómo sabí que nos comimos? —alguno de los cabros fue, esos culiaos no saben cerrar su boca.

—No sabía, me lo acabai de confimar...¡Ohhhh! —gritó moviendo sus brazos.

Basta, muy Un show más.

Sí po, yo veía el Cartoon Network, de toda la vida.

—Uy, ya, déjame —este weón es muy molestoso, el muy en mayúscula parfavar.

—Alejandra y Matías... Male, listo, soy Male shipper —se levantó y fue a la cocina, me reí de su aweonamiento—. ¿Dónde están las galletas? —preguntó gritando.

—¡En el mueble de abajo! ¡Saca un paquete no más sí po, conchetumare! —le advertí.

Esperé mientras tomaba mi teléfeno y volví a colocar a Chon, porque había parado la música antes de abrir la puerta.

—¿Otra vez Shawn, weona? —preguntó el Franco sentándose de vuelta en el sillón mientras habría un paquete de Gretel de chocolate normal.

¿Chocolate blanco? ¿khesawa?

Nos pusimos al día con nuestra vida mientras comíamos las galletitas cuando la música se interrumpe.

—¿Quién se atreve a llamarme cuando estoy...? Ah, es la Cono —sonreí y contesté en teléfono—. Hal...

—¿¡Por qué no me dijiste que el Franco ya había llegado!? —me interrumpió—. Me tengo que enterar por sus historias de ig po, son de cartón los culiaos —como que se sintió—. Voy pa'llá, chao.

Y cortó po.

Piola.

Al ratito llegó mi be efe efe y estuvimos los tres en mi casa un rato hasta que ellos me mandaron a sacarme el pijama pa' que saliéramos, como en los viejos tiempos.

Corto y con relleno, pero nepe, en unos capítulos se viene lo weno 🌞

culiao rico [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora