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—Ya, mamá, me voy —me acerqué y le di un beso en la frente.

—Cuídate, piojo —me sonrió—. Y cuida al Javo po, dale mis saludos.

Le había contado a mi mamá lo que había pasado y había pedido permiso —porque no me mando sola po, no soy una aweoná agranda' que se anda escapando y saliendo cuando quiere de su casa— para salir con el Javo y el Rorro hoy, me dijo que sí, pero que no llegue pasa' a mariguana.

sta mamá.

Salí de mi casa y caminé hasta una pampa que había por ahí, la vista daba justo a la carretera así que nadie cachaba. Ahí estaban los cabros.

Me acerqué y el olor a cigarro inundó mis fosas nasales.

Puta la weá asquerosa.

Solo les aguanto la weaita porque eran ellos, pero me carga el olor a cigarro y me carga el cigarro, no sé, bagh.

—¿Cómo andamos, cabros? —me senté al otro lado del Javo y tomé una lata de cerveza.

No sé de dónde las sacaron.

—Ahí vamos —respondió el Rorro apuntando con la cabeza a su mejor amigo.

Asentí con mi cabeza mientras abría la lata y tomaba un poco. Estuvimos en silencio un rato escuchando y viendo a los autos hasta que el Rorro habló.

—Esta weá está muy apagada —dejó su lata en el pasto y sacó su teléfono del bolsillo de su chaqueta y al ratito empezó a sonar la voz de Gustavo Cerati.

Esta es música de la buena.

Susurramos la letra de Cuando pase el temblor y enseguida sonó Tratame suavemente y ahí no nos contuvimos. Cantamos la letra mientras tomábamos cerveza.

Éramos tres weones de dieciséis y decisiete años tomando cerveza en un cerro mientras escuchaban Soda Stereo mientras veían el anochecer.

Puta que nos debemos ver ridículos.

—No quiero soñar mil veces las mismas cosas, ni contemplarlas sabiamente, quiero que me trates suavemente, suavemente... —terminamos la canción y luego seguimos pasando el rato.

Todo iba súper bien hasta que mi teléfono comenzó a sonar.

Wena, Lydia.

Lo siento, pero amo a mi banshee. Saqué mi teléfono de mi bolsillo y era el Mati.

—Hala —contesté.

—Hola, piojo —ay, todo suena lindo con su voz—. ¿Qué haces?

—Nada, salí con el Rorro y el Javo —me tendí mientras cruzaba mis pantorrillas.

—¿Puedo ir? Estoy aburrido —juraría que el aweonao estaba haciendo un puchero aunque yo no lo viera.

—Este... deja preguntarles. Cabros —llamé su atención—. ¿El Mati puede venir? —arrugué mi nariz.

Se encogeron de hombros y el Javo habló—. Supongo que sí.

—Ya, gracias —le sonreí—. Sí podí —le confirmé a mi bello y hermoso pololo.

Le dije dónde estábamos y cómo llegar, nos despedimos y seguimos escuchando Soda hasta que el Mati llegó: saludó a los cabros y luego me dio un beso para tirarse a mi lado. Él ya sabía lo que había pasado así que no había que contarle ninguna chuchá.

Me corrí para estar atrás de mi pololo, le dije que levantara su cabeza y me coloqué un poco más adelante, para que se apoyara su cabeza en mis piernas y poder jugar con su pelito.

Me encanta jugar con el pelo de las personas.

Estuvimos harto rato ahí cantando, tomando, el Javo y el Rorro fumando uno que otro cigarro (el Mati de repente fumaba pero frente a mí aunque le haya dicho que si él lo hacía bacán, que no tenía que dejar de hacerlo por mí) y riéndonos de cualquier weá. La pasamos bien.

Me encanta estar con los cabros.

👽👽👽

—¡Ven y cuéntame la verdad! —me cantó la Cono.

kestonta.

Pasó que estábamos en su casa y de repente como me dio calor me hice un moño y la Cono vio un chupón que me había hecho el Mati antes de ayer.

—Puta, ya, pero cállate por favor —me senté a su lado.

—Ay, por favor me pide ahora —se rio y yo la miré atentamente—. Ya, perdón, dime —sonrió.

—Ya po, la weá es que el sábado estábamos tendidos en su cama porque él estaba solo y yo estaba aburrida, entonces estábamos hablando y ¡pum! de repente estábamos calientes. La weá es que entre cosa y cosa terminamos culeando po —me encogí de hombros y ella se rio—. Por eso el chupón, yo igual le hice uno porque me carga que cuando salgamos lo miren, el culiao es mío —me crucé de brazos. Ay, qué celosa soné—. O sea...

—¡Woooo! —la Cono gritó—. ¿Qué es lo que acabo de escuchar? ¿la Ale, mi mejor amiga, la que conozco desde pre-kinder, la weona más segura del mundo está marcando territorio? —se rio—. No creí vivir para presenciar este momento —le levantó sus brazos.

—No te pongai cuática, weona, si no es pa' tanto —rodé los ojos.

—Sí es pa' tanto, falta que te pongai celosa, ahí sí que me voy a reír de ti —apoyó su espalda en la pared.

—No me voy a poner celosa, confío en él —aseguré.

—Podí confiar en él todo lo que querai, pero eso no significa que confíes en cada weona que lo mira.

Puta, igual sí.

👽👽👽

—¡No te pongai weona po! —me dijo mi papá cuando le pregunté si el Mati podía ir a almorzar a su casa.

—¿Por qué? Si ya lo conocí po —le hice un puchero.

—¿Y? —alzó sus cejas.

—Que no es como si recién lo fuerai a conocer —me encogí de hombros.

—Me importa un pico, te digo que no no más —se sentó en el sillón.

—¿Veí que erí pesao? —fruncí el ceño amurra'.

—Sí —sonrió.

Puta que nos parecemos.

Ayudé a la Sara a poner la mesa y nos sentamos los cinco a almorzar. No fue nada interesante ni de otro mundo, solo almorzamos.

Después tomé mate con mi papá, la Sara y el Tomi hasta que se nos acabó el agua y tuvimos que retirar la mesa. Me senté en el sillón y saqué mi teléfono para hacer cualquier weá, naturalmente después de almorzar hacía eso para reposar.

culiao rico [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora