Capítulo 36 ''¿Qué haces aquí?

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Alejandro

Hace tanto frío que la maldita calefacción no funciona; en realidad si, pero no siento nada de aire caliente.

-¿Vas a venir al final?- digo y tomo un gran trago de agua mientras espero impacientemente  a que responda.

-Por séptima vez Alejandro, no sé si voy a llegar al final. Ya sabes como es Lillie y como se pone cuando salgo de viaje- suspira más alto que de constumbre cuando me ve poner los ojos en blanco; no sé porque pero se me ha pegado esa constumbre de mierda.

-Osea que me llamas urgente hace una semana para decirme que vas a venir por mi cumpleaños ya que hace como siete años que no nos vemos; me haces cancelar todos mis planes -nunca admitiré que en realidad no tenía ninguno, pero es más bien para ponerle dramatismo a el asunto- y encima me dices que no vas a faltar y ahora coges y basicamente me obligas a instalarme esta mierda de skype, para decirme queal final no vas a venir ya que le tienes miedo a tu maldita esposa.

-Por dios Alejandro no le tengo miedo, solo es que ya la he defraudado demasiadas veces y lo sabes perfectamente- sonrío al recordar como le pegó Lillie cuando se enteró que éste le había puesto los cuernos con una vecina de mi edificio.

-Bueno hermanito, te dejo que tengo que salir a trabajar- dice cuando pasan los minutos y no añado nadamás. Me sonríe dulcemente y me dice que ya me llamará en otro rato. Yo como era lógico le puse los ojos en blanco antes de colgar de una vez.

Cierro el ordenador haciendo que la mesa cruja y me levanto para echarme una siesta que tanto me hace falta.

Me quito la camisa blanca que llevo puestadesde que esta mañana salí a reunirme con unos profesores para dimitir de una vez por todas.

Tengo suficientes ahorros desde hace años como para estar este año sin complicaciones y tener paz un año entero.

Me acuesto boca arriba y miro a el lado izquierdo de mi cama está vacía; como su dueño dice mi subconciente y lo peor de todo es que tiene razón. La verdad que me siento solo, siento como si lo único que tuviese sentido se hubiese desplumado, como si hubiese desaparecido para no volver jamás.

Cierro los ojos y me dejo dormir  mientras pienso en que le he echo yo al destino para que sea cruel, para que me haga tanto daño sin apenas haberlo merecido.


Abro los ojos como un rayo al escuchar el chirriante sonido del timbre.

Miro el reloj, solo son las seis de la tarde ¿quién será? Yo no estoy esperando a nadie.

Me acerco a la puerta y me tapo los oídos al escuchar de nuevo el timbre.  ¿Es qué la gente no tiene vida a parte de molestarme?

Cuando abro la puerta mi pulso se acelera y mis ojos parecen haberse salido de las órbitas.

-Ehh, hola- dice con esa voz tan delicada que hace que me muera de ganas de cogerla en brazos y hacerla mía una y otra vez.

-¿Qué haces aquí?- digo mientras me agarro a la puerta para no caerme ¿Cómo puede estar aquí? ¿Estaré soñando?.

Se que ella lo nota en seguida, porque sonríe y sin darme tiempo a reaccionar borra el espacio que nos separa y me funde en un beso tan abrumador, que la cogi de las caderas y cerré la puerta. Se que ella me desea como yo la deseo, se que quiere que le diga guarradas en el oído mientras entro y salgo de ella, se que quiere que le haga lo que ningún otro hombre ha echo con ella jamás. Por que en estos momentos se que de verdad ella es mía, tanto como yo soy suyo.

Le beso el cuello mientras poco a poco entro en interior y gemimos los dos al mismo tiempo.

-Dios Larina...- es lo único que puedo decir mientras siento como mueve las caderas tan al compás, es tan perfecta que cuando hago que se corra cuatro veces me abrazo a ella y siento como todos  esos pedazos se juntan, siento como que nada ni nadie hará que sienta esta opresión en el pecho; nadie hará jamás que me sienta tan libre.

-Te quiero- me dice lentamente.

De pronto recuerdo lo que tenía que haber echo, ella no se merece mis secretos; ella no sabe nada de ti Alejandro, no le hagas más daño. De pronto me separo de ella y veo como en su rostro se dibujan muchas dudas, tengo que ser sincero con ella de una vez por todas.

Simplemente Tú, Mi ProfesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora