Capítulo 27

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-Pues entonces ¿Nos vemos mañana?- preguntó Pablo.

-Sí, supongo que sí, te mandaré algún mensaje.

-Vale-sonrió él.

Ambos se aproximaron para despedirse con dos besos y cuando Blanca besó la mejilla de Pablo, pudo ver en la otra acera a un chico mirándoles fijamente con la capucha puesta y las manos en los bolsillos. A Blanca la invadió un miedo tremendo y no escuchaba lo que Pablo le continuaba diciendo, miraba fijamente a ese chico pensando mil cosas a la vez.

-Blanca... ¿Me estás escuchando?

Ella miró a Pablo alterada.

-Sí, sí, te escucho.

Pablo sonrió - ¿Qué pasa?

-Nada, nada, ¿quieres entrar un rato a casa mejor? Que venga luego tu padre a por ti.

-Mi padre no puede recogerme, llega tarde del trabajo y mi madre también, debo estar en casa antes de que lleguen.

-Pero mi madre podría avisarles de que te quedas a cenar o algo -insistía Blanca desesperada.

-No puedo Blanca, de verdad, me encantaría pero tengo que irme.

Blanca le miró atemorizada.

-Vale, está bien, hablamos cuando llegues -Dijo ella bajando la mirada.

-Vale, sonrió él.

Pablo le dio otro beso más a Blanca en la mejilla con un gesto de felicidad invadiéndole la cara.

Cuando se dio la vuelta para marcharse, Blanca le agarró del brazo para frenarle. No sabía qué hacer.

-¿Que pasa? - preguntó de nuevo él.

-Te cuidado Pablo, no me gusta esta calle, a menudo pasa mala gente por aquí.

-Tranquila, yo sé cuidarme -dijo casi a punto de soltar una carcajada.

Él estaba malinterpretando a Blanca y ella lo sabía, pero en ese momento no le importaba, estaba realmente asustada por si le hacían algo a él también. Lo último que quería era arrastrar a más gente a ese agujero en el que ella se estaba metiendo.

-Vale, pues nada, lo dicho, hablamos luego, adiós.

Blanca retrocedió hacia la puerta y abrió la puerta mientras él también se daba la vuelta para marcharse con una sonrisa.

Al entrar a casa Blanca cerró la puerta y se quedó parada enfrente de ella apoyándose con la palma de la mano sobre su superficie.

El corazón le latía a mil por hora. Cerró los ojos y respiró hondo. Al abrirlos fue a la cocina apresuradamente y miró por la ventana.

No veía al chico de la capucha por ninguna parte, solo a Pablo caminando hacia su casa. Blanca se quedó mirando un buen rato buscando a aquel chico en la oscuridad de la calle pero ni rastro. Pablo ya se había alejado lo suficiente como para que no se le pudiera ver por esa ventana asique Blanca se apartó de ella.

Seguía nerviosa, pero tras saludar a Emma y a su madre en el salón, subió a su cuarto y trató de tranquilizarse.

Pablo, iba caminado por la calle tranquilamente, aun con una sonrisa en la cara. No tardó mucho en llegar a casa, y por el camino tuvo la sensación de que alguien le seguía, escuchó algún que otro ruido extraño tras de sí y se paró mosqueado pero en ninguna ocasión vio nada. Mientras abría la puerta de casa volvió a escuchar pasos cerca y se le cayeron las llaves al suelo. El chico se giró asustado pero una vez más no vio nada por allí. Entró apresuradamente en casa y cerró la puerta con llave por precaución.

El septiembre que nos sobra y el agosto que nos falta © TERMINADA | EN EDICIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora