Capítulo 39

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Lucas partió un día diez de julio junto a su madre. Se había pasado por casa de Blanca temprano para despedirse de ella y ya de paso presentarle a su madre.

El viaje fue perfecto y la estancia de los primeros días también.

Pablo estuvo atento a Blanca en todo momento desde que Lucas se fue y aprovechó las dos primeras semanas al máximo. Pasaban el rato en su casa debido a su esguince pero en cuanto pudo salir a la calle comenzaron los paseos.

Aquel día se levantó pronto, cerca de las siete y media, y se sorprendió al ver a su madre en su cuarto, ordenando y mirando algunas de sus cosas.

-Mamá -dijo con los ojos entre cerrados y la voz ronca.

Raquel se dio la vuelta sorprendida y dejó en su sitio el cuaderno que estaba ojeando -Buenos días cariño.

-¿Qué haces? -preguntó intentando levantarse.

-No, no te levantes, espera un poco, ahora te ayudo.

Blanca la miró seria e insistió en su pregunta.

-Estaba curioseando -dijo abiertamente.

-¿Porqué? -preguntó de nuevo con un tono menos agradable.

Raquel se quedó mirándola sin respuesta un momento y finalmente se sentó en la cama con ella.

-Estamos muy preocupados por ti Blanca.

Ella suspiró y apartó la mirada para seguir incorporándose con cuidado. El brazo le seguía doliendo aun y el tobillo tampoco estaba del todo curado.

-Desde lo de Ángela no levantas cabeza y con lo de Crimea...

Blanca miró de nuevo a su madre.

-¿Qué?

-Pues que creemos que esto podría estar llegando demasiado lejos Blanca.

-Demasiado lejos llegó hace tiempo.

-Necesitas ayuda urgente Blanca, he pensado en llamar a María, mi amiga psicóloga, a ver si te gusta más que el anterior, al que me obligaste a despedir – digo con cierto tono de reproche.

-¿Qué dices? Estoy bien, no te preocupes, lo del bosque no fue nada, sólo necesito encontrar a Crimea.

-Pues ahora no puedes hacer nada, mira como acabaste.

-¡Hay que encontrar a Crimea!

Su madre la miró sin querer decir nada.

Dani y Pablo llevaban demasiado tiempo buscándola y siguiendo rastros que no les llevaban a ninguna parte, hasta hacía dos días, que Bady les llevó hasta un lugar tan alejado del bosque que pasaron la mañana y parte de la tarde caminando con sus mochilas llenas de provisiones. Fue ese día cuando encontraron el cadáver de la yegua ya descomponiéndose. El olor era horrible y no se acercaron demasiado, solo lo justo para comprobar que era Crimea. Los chicos tomaron unas fotos y volvieron a la pradera. Aunque ya sabían que la desaparición pintaba mal, quedaron conmocionados al encontrar a la yegua muerta.

Ambos cavaron un hoyo bajo la casa del árbol y ya que no iban a enterrar a la yegua, enterraron las riendas, la silla, y todos los objetos o recuerdos que encontraron de ella, incluidos algunos premios de competiciones.

Lo cubrieron de flores silvestres y no pudieron aguantar sin que cayera alguna lágrima.

Los chicos y la madre aun no sabían cómo decírselo a Blanca, pero sabían que tenía que ser en breve, ya que en cuando se le pasara el dolor, iría de cabeza al bosque a buscarla.

El septiembre que nos sobra y el agosto que nos falta © TERMINADA | EN EDICIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora