Transcurrieron seis días desde que Maia había establecido el acuerdo con Darren y él aún no lograba adivinar el origen del título de la composición musical. El chico había empleado varias horas pensando en las decenas de posibilidades para resolver el acertijo, pero seguía sin hallar una idea convincente acerca de ello. De entre todas las opciones que tenía apuntadas en un bloc de notas en su teléfono, había descartado la mayoría y solo le quedaban dos. Había decidido dejar la nieve y las nubes como las alternativas más factibles. Pero, ¿cuál debería elegir? Su conocimiento acerca de la vida y de las cosas que eran más importantes para aquella intrigante chica resultaba escaso. Todo ello le ponía grandes trabas en el proceso de selección. Si se equivocaba, tendría que pagar un precio, ese había sido el trato. Ya había prometido que le daría una sorpresa a la violinista en caso de que no acertase.
Y es que... ¿cómo podría tener certeza al escoger una opción si solo contaba con una pista que era tan ambigua? Se había resignado a que fallaría desde el primer día. Por lo tanto, ya se había dado a la tarea de seleccionar la sorpresa para Maia. Gracias a la valiosa ayuda de Jaime, había logrado preparar un precioso álbum fotográfico encuadernado con tapas de cuero. Cada sección del elegante libro recopilatorio era de un color distinto. En cada una se mostraban diversas colecciones de fotos que seguían un patrón zigzagueante, como si juntas formasen un camino. Todas habían sido agrupadas de acuerdo con alguno de los momentos más significativos de aquella inolvidable noche compartida. Los títulos en letras doradas que servían para señalar el inicio de una nueva sección sonaban casi poéticos. El propio joven Pellegrini estaba encantado con la idea y anhelaba que a la muchacha también le gustase.
Además de la alegría que le había producido la preparación del álbum, existía otra cosa que lo había hecho sentirse feliz. Después de haberle practicado diversas pruebas físicas y psicológicas, el fisioterapeuta le había comunicado que sus músculos y articulaciones estaban en excelentes condiciones. Si todo seguía marchando así de bien, le indicó que podría comenzar a caminar con total normalidad en un mes, quizás menos. Aquella noticia tan magnífica lo hizo sentirse sumamente dichoso. Por fin estaría en óptimas condiciones para buscar un empleo y retomar el ritmo de su antigua vida. Aunado a eso, se sentiría mucho menos incómodo al estar con Maia, ya que su limitación física siempre lo mortificaba un poco. Quería volver a sentirse pleno, completamente bien consigo mismo, a fin de presentarle a la muchacha lo que él consideraba la mejor versión de su persona.
Sin embargo, ni un millón de noticias alegres consecutivas como esa podría arrancar de su cabeza aquel asunto que lo había estado mortificando durante toda esa semana. Nada aclaraba la furibunda negrura de la culpa que se había incrustado en cada intersticio de sus pensamientos. Su terrible pecado, aunque involuntario, horadaba su alma cual dentellada bestial, sin tregua alguna. Como si no fuera suficiente castigo en sí mismo el hecho de saberse asesino, para colmo de males le había arruinado la existencia a alguien más debido a su imprudencia. Esa persona inocente y lastimada poseía un espíritu iridiscente cuyo brillo había estado a punto de apagarse. Para su buena suerte, aquel resplandor multicolor había sobrevivido y se manifestaba a través de unas espléndidas sonatas de medianoche. Las melancólicas melodías del violín en manos de Maia habían sido dadas a luz entre lágrimas y lamentos, pero se transformaban en delicadas caricias sanadoras para Darren.
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Sonata de medianoche [De claroscuros y polifonías #1]
General FictionMaia toca el violín a la medianoche. Darren se despierta escuchándola. El amargo secreto que los une está a punto de revelarse. ¿Podrán soportar la verdad? ...