El mundo de Matías colapsó tras escuchar la mala noticia por boca de su hijo. Dejó de lado todo otro pensamiento para así mantener la mente concentrada en un solo objetivo: llegar cuanto antes al hospital. Comenzó a correr con la desesperación propia de una gacela herida por las garras de un león hambriento. En ese momento, nada ni nadie le importaba más que Matilde. "¿Por qué tuve que tardar tanto en darme cuenta de que no puedo ni quiero vivir sin ella? ¡Soy un maldito imbécil!" El hombre le había estado dando la mitad de sí a una persona que siempre mereció su ser completo. Y ahora estaba en serio riesgo de perderla sin haberle demostrado nunca que realmente la amaba.
—¿¡Matías, qué hacés!? ¡Pará, por favor! —exclamó Rocío, quien contemplaba la huida colectiva con extrañeza y algo de enojo.
Maia sintió una punzada de pesar cuando escuchó la alterada voz de la mujer a lo lejos. No quería tratarla de aquella manera tan fría, pero la apremiante situación que encaraba se lo exigía. Además, ¿cómo iba a decirle la verdad sin provocarle daño? Hablarle acerca de la madre de Darren de seguro removería viejas heridas. Era preferible hacerla esperar para luego darle las explicaciones pertinentes sin prisas y sin tanta angustia de por medio.
Menos de cinco minutos después, las cuatro puertas del vehículo del señor Escalante se estaban cerrando tras el ingreso de los ocupantes. Raquel decidió tomar el asiento del copiloto al lado de Matías, para que de esa forma Darren pudiera sentarse junto a Maia en el asiento trasero. La joven Silva tenía un fuerte dolor de cabeza y le ardían los ojos por el abundante llanto derramado. Sentía una terrible presión en el pecho que hacía de la respiración un proceso doloroso.
Había estado en contacto frecuente con Matilde desde la adolescencia y llegó a considerarla parte de su propia familia. Además, la personalidad de la chica hacía que la alegría o el sufrimiento de quienes amaba se reflejaran por completo en su espíritu. Sin proponérselo, Raquel era un cristalino espejo de las emociones de los demás. No tenía fuerzas para ayudar a otros a recomponerse cuando ella misma se encontraba tan lastimada. Maia era la única persona allí presente que podría brindarle consuelo a Darren. A la hermana de Jaime le hubiera encantado tener la misma entereza que mostraba la violinista, pero no todos podían mantenerse así de fuertes ante la adversidad.
El joven Pellegrini no tenía idea de cómo había llegado hasta el automóvil de su padre. Se había movido por inercia, sin prestar verdadera atención a nada. Las imágenes pasaban frente a sus ojos como una película borrosa llena de caras y voces desconocidas sin relevancia. Anhelaba despertar de esa horrible pesadilla que estaba destruyéndole la razón. El cruel destino quería arrebatarle a una de las personas más importantes para él. ¿Acaso se trataba del castigo definitivo por haberse llevado la vida de doña Julia? La estocada de la culpa desgarró su corazón una vez más. Estaba cerca de experimentar el mismo tipo de sufrimiento que él le había provocado a Maia.
—Mirame, por favor —La muchacha colocó la mano derecha sobre la mejilla izquierda del varón e hizo un movimiento suave para instarlo a girarse—. Tu mamá es muy fuerte. Se pondrá bien, ya vas a ver.
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Sonata de medianoche [De claroscuros y polifonías #1]
General FictionMaia toca el violín a la medianoche. Darren se despierta escuchándola. El amargo secreto que los une está a punto de revelarse. ¿Podrán soportar la verdad? ...