La víspera

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Tuvieron que transcurrir varios días para que Maia por fin comenzara a tolerar mejor la nueva realidad

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Tuvieron que transcurrir varios días para que Maia por fin comenzara a tolerar mejor la nueva realidad. Sus deberes debían mantenerse por encima de sus sentimientos a como diera lugar. Si no hacía todo lo que fuera necesario para construir el futuro deseado, se quedaría estancada por quién sabe cuántos años más en Argentina, bajo el ala protectora de Rocío.

La violinista adoraba a la señora y estaba muy agradecida por todo cuanto ella había hecho para darle una buena vida. Aun así, odiaba la idea de ser una carga, una pesada responsabilidad no solicitada. Quería dejar de sentirse como una niña consentida y aprovechada que ni siquiera sabía cómo valerse por sí misma. Había aprendido de doña Julia que las mejores cosas de la vida solo se consiguen con verdadero esfuerzo. Y eso era justo lo que pensaba hacer.

La chica no podía dejar de darles un poco de razón a los hermanos Escalante. Siempre la habían acusado de ser una mocosa oportunista que se escudaba en la compasión de Rocío. Sin importar cuánto cariño pudiera sentir la dama hacia ella, eso no haría que Maia adquiriese un parentesco por arte de magia. La jovencita ya no quería dar la impresión de que se mantenía cerca de los Escalante porque esperaba seguir recibiendo beneficios económicos de su parte.

La muchacha no permanecería en un lugar que no le correspondía. Tenía derechos y privilegios que en realidad no le pertenecían. Ella anhelaba alcanzar sus mayores sueños sin recurrir a la ayuda de la familia de Mauricio. Esa beca para estudiar en el extranjero representaba mucho más que un premio a la excelencia artística o una insignia ganadora de la cual presumir con orgullo. Se trataba de un puente hacia grandes oportunidades para rehacer su vida de manera autosuficiente.

Maia no dejaría escapar una oportunidad de tales dimensiones por el simple hecho de que le disgustaba la compañía de Álvaro. Sabía muy bien que, tanto en el ámbito académico como en el laboral, seguiría encontrándose con muchas personas que no serían de su agrado. Por lo tanto, unos cuantos días de ensayos nocturnos junto a un chico levemente irritante no debían convertirse en un obstáculo para su futuro. Mantendría la vista fija en la consecución del primer lugar, nada ni nadie la haría desviarla.

La consciencia no dejaría de inquietarla hasta que resolviera su situación con Darren, eso lo entendía a la perfección. Todo su ser echaba de menos al muchacho desde el instante mismo en que se vieron forzados a tomar caminos distintos. Sin embargo, la chica no permitiría que aquellas emociones tan confusas nublaran su juicio y la llevaran a la ruina de su carrera musical.

A veces quería que el joven Pellegrini continuara alejado, pero luego ansiaba que regresara y estuviese más cerca que nunca antes. De nada le valía negar la existencia de esa dualidad en su alma. A pesar de ello, Maia había tomado la firme decisión de obedecer los designios de la razón e ignorar por completo la insistencia de sus confusos sentimientos. Si se aferraba a los impulsos disparatados del corazón, se arriesgaba a fracasar de forma rotunda.

Aunado a eso, todavía no sentía que estuviese lista para perdonar y olvidar. Ni siquiera tenía tiempo y energías suficientes para dedicarse a meditar en esos asuntos a profundidad. Su atención y sus fuerzas ahora convergían en las rigurosas sesiones de ensayo, ya fueran estas en equipo o a solas en la privacidad del apartamento. La muchacha no permitiría que la guerra en su interior desbaratara la posibilidad de conseguir una meta por la que se había sacrificado durante años. Tal como lo expresaba la famosa frase de los artistas circenses, el show debía continuar...

Sonata de medianoche [De claroscuros y polifonías #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora