Un trabajo en equipo

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Maia todavía seguía dándole mil vueltas a la letra que le pondría a su nueva sonata

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Maia todavía seguía dándole mil vueltas a la letra que le pondría a su nueva sonata. El gran problema era que ella no solía componer letras para las melodías que creaba. Le agradaba que cada persona interpretara el mensaje oculto entre la música como mejor le pareciera. Cada quien era libre de elegir el sentimiento transmitido con cada nota a su manera. El segundo punto en su contra radicaba en que se había dejado llevar por un impulso alocado.

El anhelo de escuchar otra vez la aterciopelada voz de Darren la había impulsado a actuar con el corazón, sin medir las consecuencias. Hasta después de que le había entregado la servilleta con la nota, se detuvo a pensar con frialdad en la complejidad real del asunto. El chico necesitaría tiempo para aprenderse bien la letra y luego practicar para cantarla en perfecta coordinación con la ejecución de ella. ¿Dos semanas serían suficientes para lograr todo aquello? Por el bien de su salud física y mental, la muchacha confiaba en que así fuera.

Tras haber tenido el último acercamiento con el joven Pellegrini, el cerebro de Maia se había convertido en una cascada de oxitocina. Las dulces memorias de ese momento la mantenían sonriendo como una chiquilla que recién descubría el significado de la atracción. Sus neuronas se rehusaban a bajarse del columpio en donde habían encontrado la diversión que les había sido negada por tantos años. Debido a ello, la chica no lograba hilar ni un solo verso coherente o uno que, al menos, no destilara cursilería. "¿¡Qué hago, Dios mío!? ¡No me sale nada!", se repetía ella, mortificada.

Para colmo de males, ya le había pedido a Darren que volvieran a encontrarse y él, sin dudarlo, aceptó. La violinista había utilizado la presentación conjunta que tenían por delante como la excusa perfecta para verlo de nuevo. Los ensayos para la gala final eran un pretexto totalmente válido para reunirse, pero eso no alteraba en nada la realidad subyacente. Estar cerca de aquel hombre con la sonrisa de niño era el principal aliciente para la muchacha. Aunque siempre lo negara mientras monologaba frente al espejo, en su corazón comenzaban a germinar los primeros brotes del amor.

♪ ♫ ♩ ♬

Darren tomó el teléfono móvil, lo desbloqueó y luego se dirigió a su lista de contactos favoritos para buscar el nombre del fotógrafo. Presionó el botón de llamada y esperó. Tres timbrazos más tarde, el joven Silva respondió.

—¿Para qué soy bueno? Ya sé que soy bueno para todo, pero decime específicamente cuál de mis muchos talentos querés admirar hoy —afirmó Jaime, entre risas.

—Quiero que utilicés el talento de cerrar la boca y escucharme. Tengo algo importante que quiero contarte.

—¿Y ese algo se relaciona con Maia?

—Sí, se trata de ella.

—Soy todo oídos, entonces.

El muchacho relató, con lujo de detalles, todos los acontecimientos previos al encuentro y lo que sucedió cuando por fin se vieron. En cuanto llegó a la parte en donde hizo mención de que la chica lo había besado, su amigo lo detuvo.

Sonata de medianoche [De claroscuros y polifonías #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora