Extra III: Entre fotografías y sonrisas

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Era una tarde calurosa de mediados de octubre y Jaime solo tenía ganas de meterse en una piscina a la sombra, con una piña colada en su mano

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Era una tarde calurosa de mediados de octubre y Jaime solo tenía ganas de meterse en una piscina a la sombra, con una piña colada en su mano. La idea de hacer una sesión fotográfica al aire libre bajo el inclemente sol de esa tarde lo tenía de mal humor. Sin embargo, si había algo que odiaba más que el calor era estar lejos de las cámaras. Amaba su trabajo, sentía como si le robaran el aire que respiraba si se alejaba del mundo de las fotografías. Por lo tanto, se concentró en el concepto de la sesión para así alejar los nubarrones del fastidio.

Lo habían citado en el Parque Centenario a las dos en punto. Debía reunirse con un grupo de niños en edad escolar y varias trabajadoras sociales. Ellas habían programado una breve excursión recreativa para los chicos. Tendrían juegos, música y una rica merienda compartida en el parque. Luego partirían hacia un amplio salón en donde se organizaría una fiesta dedicada a ellos en compañía de otro grupo de niños provenientes de la misma institución.

Durante la estancia en el parque, el joven Silva estaría a cargo de retratarlos a todos mientras comían, se divertían y charlaban. Las mujeres encargadas de los menores deseaban tener unos bonitos recuerdos de ese día. Querían un álbum lleno de imágenes en las cuales los chiquillos se mostrasen espontáneos, sin poses artificiales ni sonrisas falsas. Y esa era precisamente la especialidad de Jaime, quien estuvo encantado con la idea desde el principio.

El muchacho había preparado todo el equipo que necesitaría desde el día anterior. Cuando llegó el momento oportuno, repartió las distintas cajas y los estuches entre los asientos traseros y la cajuela de su auto. Durante el trayecto, el varón iba tarareando la alegre tonada de Lucy in the Sky with Diamonds, la cual se reproducía en la radio de su coche desde una memoria externa. Quince minutos más tarde, el fotógrafo ya se encontraba en el sitio acordado, con un buen margen de tiempo a su favor.

—¡Buenas tardes, señor Silva! ¡Qué placer tenerlo por acá! Mi nombre es Aurelia —dijo una de las damas, en tono amigable.

—¡Encantado de conocerla! Pero no es necesario que sea tan formal conmigo. Solo dígame Jaime, ¿le parece bien? —respondió él, tras lo cual le dedicó una leve reverencia y una sonrisa cordial.

—De acuerdo, como usted prefiera. Acompáñeme, por favor. Mis compañeras lo están esperando.

Tal como ella se lo indicó, el joven comenzó a seguir a la dama hasta la zona en donde habían extendido varias mantas para sentar a los niños y colocar los alimentos. Los chiquillos aguardaban ansiosos en el interior del autobús que habían contratado para traerlos al lugar. Faltaba poco para que la merienda y los juegos programados dieran inicio. Mientras Aurelia le explicaba la secuencia de actividades que se llevarían a cabo en breve, las cuatro trabajadoras restantes estaban afinando los últimos detalles.

—Puede comenzar a tomar las fotos cuando guste. Nosotras vamos a actuar como si no supiéramos que está acá, para que los peques no se pongan tímidos.

Sonata de medianoche [De claroscuros y polifonías #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora