Un despertar

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Hacía varias horas que había amanecido, pero los párpados de Matilde todavía se negaban a moverse de su cómoda posición

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Hacía varias horas que había amanecido, pero los párpados de Matilde todavía se negaban a moverse de su cómoda posición. La mujer tenía un vago recuerdo de haber hablado con Jaime acerca de una fiesta de excompañeros de la escuela secundaria que él mismo había organizado. No estaba segura de cuál había sido la explicación del chico para justificar el hecho de que Darren iba a quedarse a dormir en su casa, pero esos detalles carecían de importancia si se fijaba en las presentes circunstancias. Necesitaba tiempo en abundancia para terminar de aceptar su nueva realidad: el padre de su hijo había vuelto para quedarse.

La señora había pasado más de dos décadas inventando excusas, omitiendo información, fingiendo sonrisas y reforzando la barrera interna que reprimía sus auténticos sentimientos. Todo aquello lo había llevado a cabo con un solo objetivo en mente: proteger a Darren. Pero, ¿de qué lo había estado protegiendo en realidad? ¿Desde cuándo le parecía sano ocultarles la verdad a sus seres queridos? Los inestables barcos del engaño nunca llegaban a buen puerto.

Matilde solía repetirse que haber alejado al inocente niño de un tipo manipulador e irritable como Matías había sido la mejor decisión posible. Sin embargo, con cada año que pasaba, se iba sintiendo menos convencida de que existiesen argumentos de peso para sustentar dicha afirmación. Después de todo, aquel hombre tenía los mismos derechos que ella con respecto a la crianza del muchacho. La dama ya no recordaba cómo actuar sin recurrir a las mentiras, pero ahora debía reaprenderlo. El señor Escalante iba a estar más presente que nunca antes en su vida.

—¿Cómo te sentís hoy, hermosa? —susurró una voz grave, muy cerca del oído izquierdo de la mujer.

"¿¡Matías sigue aquí!? ¡Anoche le dije que se fuera antes de que amaneciera! ¿¡Ay, Dios mío, qué hora será!? ¿Cuánto tiempo llevará de estar despierto? Solo espero que Darren no haya vuelto aún", se decía ella para sus adentros. Abrió los ojos de inmediato y luego se volteó para ver a su huésped a la cara. Necesitaba ser firme y directa cuando le hablara si pretendía lograr que él detectara la urgencia en cada una de sus palabras.

No obstante, la provocativa imagen que la mirada de Matilde encontró al girarse la dejó boquiabierta. El varón olía a frutos cítricos, tenía el rostro recién afeitado y su cabello lucía húmedo. Pero esos detalles pasaron casi desapercibidos para la señora en cuanto observó el resto de la anatomía de aquel hombre. El robusto torso masculino descubierto que tenía frente a sí no podía ser ignorado. Una pequeña toalla de baño sujeta por un nudo a la altura de las caderas era la única prenda que cubría el cuerpo de Matías. Un leve suspiro ansioso escapó de los labios femeninos, al tiempo que sus ojos fingían mirar hacia el techo. Fue entonces cuando él supo que había logrado su cometido.

—¡Andate! ¡Ya sabés que no podés quedarte más tiempo acá! Tengo que hablar con Darren y quiero hacerlo a solas, ¿puede ser?

—Tranquila, estaba por irme, pero no quería marcharme sin darte los buenos días como vos te los merecés.

Sonata de medianoche [De claroscuros y polifonías #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora