En algún punto de la reunión en casa de Natalia, Darren y Jaime se habían dado a la fuga de la manera más disimulada posible. No le avisaron a nadie que se retirarían temprano ni mucho menos dijeron hacia dónde se dirigirían. Afinarían los últimos detalles de la sorpresa de esa noche como lo habían hecho hasta ese momento: en secreto. No deseaban que Maia, la chica homenajeada, siquiera sospechase algo acerca de sus planes. Querían dejar una huella imborrable en ella, un acontecimiento que llegara a convertirse en uno de sus más felices recuerdos conforme fuesen pasando los años. Por lo tanto, los cuidados para no destapar ninguna pista al respecto habían sido extremos.
Cuando la joven López salió del baño tras lavarse la cara para refrescarse, enseguida se percató de que ni su novio ni tampoco el mejor amigo de ambos se encontraban presentes en la estancia. Frunció el ceño, extrañada, pero no tardó en restarle importancia al asunto. Pensó en que tal vez habían salido a comprar más comida o refrescos en algún supermercado cercano. Se encogió de hombros y tomó asiento sobre un amplio sofá junto a Raquel, quien estaba charlando muy alegre con Rebeca. Se unió a la conversación con facilidad, pues las tres chicas congeniaban a pesar de ser tan distintas entre sí.
Conforme el tiempo avanzaba, la muchacha comenzó a inquietarse debido a la prolongada ausencia de los varones. "¿Y si les pasó algo mientras iban de camino? ¿Estarán bien?" No quería pecar de paranoica y arruinar el rato de sus amigas con suposiciones disparatadas, así que decidió esperar un poco más antes de hacer alusión al asunto. Con sutileza, sacó el teléfono móvil del bolso de mano que traía consigo. Tenía intenciones de enviarle un mensaje de texto al joven Pellegrini para así saber cómo estaba, pero sus dedos se detuvieron de repente sobre la pantalla. "¿Pensará que soy una controladora si le escribo para preguntarle en dónde está? Tal vez sí, la verdad es que estoy exagerando".
Más de una hora después, el nivel de ansiedad en la violinista había alcanzado el punto más alto. El corazón le golpeaba el pecho con furia, le sudaban las manos, sentía un malestar en el estómago y unos fuertes mareos la estaban dominando. Si todo estuviera en orden, ya habría tenido noticias acerca de ellos, pero no sabía lo que les ocurría. A nadie más que a ella parecía importarle el tema. Sin previo aviso, se levantó del asiento, aclaró su garganta y comenzó a hablar en voz alta.
—¿Alguien tiene idea de lo que pasó con Darren y con Jaime? Se fueron sin avisar y no he recibido mensajes de ninguno —declaró ella, con un ligero toque trémulo que no pudo disimular.
—Deben andar tonteando por ahí. Vos sabés que esos dos muchas veces se comportan como nenes cuando están juntos. No me sorprendería encontrarlos súper concentrados en las máquinas de videojuegos del centro comercial —dijo Natalia, mientras sonreía, despreocupada.
—¡Ay, ojalá sea eso! Pero ¿y si tuvieron un accidente, los asaltaron o algo peor? ¡Me muero! —inquirió la jovencita, al tiempo que ejercía presión sobre las sienes.
—¡Bajá un cambio, por favor te lo pido! Te estás calentando la cabeza por nada —aseveró Raquel, con una risilla traviesa.
Acto seguido, la chica tomó su teléfono para mostrarle a Maia la breve nota electrónica que había recibido hacía treinta minutos de parte de Jaime. "Enana, avisales a todos que salimos a hacer una diligencia importante. Por favor, no nos esperen para cenar". La lectura de aquel mensaje desató una ola de tranquilidad en el cuerpo de la artista casi de inmediato. Sin embargo, el enfado vino corriendo a ocupar el lugar en donde antes residiera la angustia.
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Sonata de medianoche [De claroscuros y polifonías #1]
General FictionMaia toca el violín a la medianoche. Darren se despierta escuchándola. El amargo secreto que los une está a punto de revelarse. ¿Podrán soportar la verdad? ...