Extra I: Corazón de pluma

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Después de haber derramado incontables lágrimas tras la firma de los papeles del divorcio, Rocío decidió ponerle un alto al sufrimiento de una vez por todas

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Después de haber derramado incontables lágrimas tras la firma de los papeles del divorcio, Rocío decidió ponerle un alto al sufrimiento de una vez por todas. Matías nunca había merecido que ella tuviera sentimientos tan fuertes hacia él. Mucho menos debía haber llorado por una ausencia que de todos modos existía desde el principio.

Su marido nunca tuvo ni el más leve atisbo de verdadero amor por ella, ni siquiera al principio de la relación. Las sonrisas que esbozaba eran tan falsas como un billete de diez mil pesos. Lo suyo siempre parecía una mueca prefabricada para desviar la atención del problema latente.

Ella quiso engañarse contándose un cuento de hadas en donde el señor Escalante se enamoraba perdidamente de ella después de conocerla de cerca. Pero, sin importar cuánto se esforzara la mujer para complacer a su esposo de todas las maneras pensables, no hubo ninguna cosa que lo hiciera cambiar. El corazón del varón siempre le había pertenecido a otra mujer.

Aunque Rocío lo negara durante años, siempre había sido así. Cada vez que él la miraba, sus oscuros ojos parecían distantes, inmersos en una fantasía mental desconocida para la dama. Sus pupilas solo mostraban una chispa de calidez cuando se concentraba en aquellos pensamientos ocultos en donde estaba junto a una desconocida, esa que lo había hecho suspirar desde la primera vez que la vio en Francia.

Aceptar que Matías no la amaba había sido la más difícil de las tareas. Ni siquiera la llegada de sus hijos pudo deshacer la capa de hielo que separaba a la pareja. Rocío se había desvivido por ser una madre ejemplar, digna de ser alabada. Creía que si volcaba la atención en el cuidado de los niños, el dolor de la indiferencia de su marido disminuiría. Quizás el hombre se conmovería al ver todas sus cualidades como esposa y mamá, tal vez así se animaría a entregarle las primeras migajas de afecto. Sin embargo, lo que ella esperaba jamás sucedió.

Recordar aquellos días la llenaba de veneno corrosivo que destruía sus entrañas y le destrozaba la escasa tranquilidad que había logrado construir. ¿Y para qué? ¿Había algo de bueno en permitirse sucumbir a la pena? No, no existía ninguna razón de peso para infligirse semejantes heridas, así que Rocío se resolvió a cerrar el último capítulo de su larga tortura junto a Matías y quemarlo con fuego. Dejaría atrás todo cuanto estuviese relacionado con aquellos tristes años y comenzaría una nueva vida en algún sitio remoto en donde no hubiese rastros de él, o al menos donde no lo recordase con tanta facilidad.

Ella había tenido que renunciar a muchos de sus sueños para complacer a otros. Satisfacer expectativas ajenas resultaba muy desgastante, amargaba el alma. La mujer lo sabía muy bien. "Mis hijos también merecen un futuro decente. No seré yo quien les robe las cosas que los hacen sentirse vivos. Con toda la mierda que han vivido hasta ahora por culpa de Matías y mía, lo menos que puedo hacer por ellos es apoyarlos para que sean mejores personas y cumplan sus metas en paz". Aunque era imposible reparar por completo el profundo daño psicológico en los muchachos al haber crecido en medio de un ambiente nocivo, al menos sí era posible ayudarlos a edificar una vida mejor en los años por venir.

Sonata de medianoche [De claroscuros y polifonías #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora