La alarma sonó anunciando un nuevo día, las vacaciones habían terminado y era tiempo de regresar al colegio. Bostecé y me enderecé a prisa, sonreí con emoción y estiré mi brazo apagando el despertador, si, estaba absolutamente emocionada de volver a mis aburridos días de estudiante normal, con profesores normales, actividades normales, compañeros normales... bueno, quizá no "tan normales" pero más normales que yo, era seguro. Miré a ambos lados a mi cama buscando mis pantuflas, fruncí el ceño cuando no las vi, entonces recordé, miré bajo la cama y estaban justo al fondo de esta, estiré una mano y la pantufla izquierda voló hacía mi, sonreí y entonces caí en la cuenta de lo que había hecho, rápidamente lancé la pantufla bajo la cama de nuevo y me arrastré por ellas, sonreí de pie orgullosa por mi victoria y las coloqué en mis pies.
—El desayuno estará... –mamá se detuvo mirándome con diversión.
—Mis pantuflas estaban bajo la cama –expliqué y frunció el ceño, —me metí por ellas –agregué y asintió con comprensión.
—Pudiste solo...
—Mamá sabes lo que opino sobre el uso de mis... dones –interrumpí
—"solo cuando sean vitalmente necesarios" –susurró imitando mi tono, —de acuerdo, lo entiendo, solo quiero que sepas que tus poderes.
—¡DONES! –protesté y alzó las manos.
—De acuerdo, tus dones, no te hacen menos humana, o menos persona que los demás.
—Lo entiendo mamá.
—Bien –asintió —oh, cierto, el desayuno estará servido en veinte minutos –agregó como si acabara de recordar porque vino en primer lugar. Sonreír y asentí, cerró la puerta y corrí hacia mi closet, tomé unos jeans de mezclilla, una sudadera de "The Beatles", mis amados converse, ropa interior y corrí al baño. Me detuve sorprendida cuando miré mi reflejo en el espejo, cielos, mi habitación necesitaba una barrida en ciertas partes, negué y me enfoqué en lo que estaba haciendo, me desnudé y duché rápido, me vestí dejando mi cabello caer natural, tomé mi mochila y bajé a prisa.
—Buen día –canturreé y papá sonrió, besé su mejilla.
—Hola –murmuró mi hermano llegando. Mi hermano era el mismo rostro de papá, barbilla marcada y ojos color verde, cabello negro y la sonrisa de mamá, yo en cambio, era el vivo retrato de mamá, oh por lo menos, eso era lo que todo el mundo decía.
—Hola –respondimos a coro y frunció el ceño.
—Raros –bromeó y reímos.
El desayuno pasó entre risas y buenos deseos por parte de mis padres, papá había recordado a Luke que se encargaría de llevarme a la preparatoria todos los días y cuidarme, a lo que él había estado de acuerdo.
—Iré por mi mochila –murmuró y se puso de pie, ayudé a mamá a recoger la cocina y suspiré.
—¿emocionada? –preguntó y asentí, —Te ira bien, solo se tu misma –murmuró y reí, ella también pues sabía que no podía "ser yo misma" en realidad.
—¿vamos? –llamó luke y asentí, besé la mejilla de mamá y me despedí, al salir de casa mi mirada fue a la casa vecina, fruncí el ceño al no ver el letrero de "en venta", ¿ya la habían vendido? ¿de verdad jamás regresarían? mordí mi labio y caminé hacía el auto.
—Parece que ya vendieron la casa –murmuré y asintió, encendió el auto y avanzó.
"Estábamos sentados fuera de su casa, él jugaba con el balón y yo reía encantada de verlo
—Mila... –habló y me miró con su cabeza ladeada, sonreí.
—¿si eddy?
—¿quieres ser mi mejor amiga?
