Capítulo 1

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Impredecible.

Así es la vida.

Me recordó a aquella frase de la famosa película Ratatouille: Lo único predecible de la vida, es que es impredecible. Y más razón no podía tener esa pequeña rata cocinera.

Nunca sabemos lo que nos espera, a nosotros y a la gente que nos rodea. Nunca sabemos si todo seguirá igual a como lo era hace un año o incluso hace una semana. Nunca sabemos si de pronto, aquella persona que nos complementaba simplemente dejara de hacerlo porque no recuerda nuestro nombre siquiera. Nunca sabemos nada. Ni lo que creíamos saber. Somos ignorantes ante la sabia vida, y aunque quizás estoy sonando muy melodramática, esa es la verdad.

Hace unos días yo estaba cenando con mis padres en casa, con Thomas a mi lado y Bianca del otro, con Max acostado en mis pies y creyendo que nada iba a arruinar todo aquello tan fantástico que estaba viviendo, pero, ¿no es malditamente increíble y a la vez horrible como la vida puede dar un tremendo giro? ¿Cómo puede arruinarlo todo así como así?

A la vida no le importamos un carajo. 

Thomas se había ido de viaje dos semanas antes de uno de los peores días de mi vida.

Sus calificaciones altas, su enorme desempeño y dedicación junto con su habilidad para los números, para diseñar, para resolver ecuaciones matemáticas en segundos y su dominio absoluto en tres idiomas acaparó la atención de gente fuera de los Estados Unidos, él estaba teniendo mucho éxito y ni siquiera se había graduado, no todavía. Yo lo vi venir, desde hacía mucho que yo presentía que él iba a tener que marcharse pronto por ese tipo de razones y no había algo que pudiese hacer para que se quedara conmigo porque hubiese sido muy egoísta de mi parte, y yo no podía ser egoísta con la persona que habría dado todo por mí.

Gente de suma importancia a nivel educacional y profesional lo pidió desde Londres, haciendo que mi chico de mirada avellanada se impactara y preparara aún más para lo que le esperaba en Europa. La noticia fue agridulce para mí; estaba feliz por él, no hay palabras para describir la alegría que me embargó esa mañana que recibió esa llamada, pero así como me alegró, también me preocupó. No sabía cuanto tiempo él estaría allá, él tampoco lo sabía, solo quedaba esperar, desear que todo le saliese bien a pesar de que ya podía imaginarme yendo a la universidad sin verlo en los tiempos de receso o besándolo dulcemente cuando salíamos de clases porque finalmente podíamos pasar un rato juntos, a solas, solamente disfrutando de la compañía del otro como si nunca lo hubiésemos hecho.

Dos semanas antes de su viaje, Thomas y yo no pasamos tanto tiempo juntos como lo esperé y como lo hubiese deseado. Creí que eso no afectaría en nada, creí que solo sería algo momentáneo y que pronto estaríamos saliendo y pasando el rato el uno con el otro para aprovechar el tiempo. Pero no fue así. Raramente nos veíamos, raramente me llamaba o enviaba mensajes, no hablábamos tanto, y mucho menos nos mirábamos en la universidad porque él se la pasaba metido en la biblioteca estudiando y preparándose más de lo usual, estaba llegando al límite y creo que él no lo sabía. Yo solía buscarlo en cada tiempo libre que tenía porque solo Dios sabe cuanto ansiaba verlo al menos una vez, pero es como si hubiese estado huyendo.

Esas semanas no hubieron mensajes, no hubieron llamadas, tampoco las diarias videollamadas que hacíamos todas las noches antes de dormirnos... No hubo nada. Recuerdo que me quedaba hasta tarde viendo la pantalla de mi teléfono esperando que en algún momento de la madrugada dijera que él estaba en línea para hablarle, pero nunca sucedió. Y todo porque seguía consumido en el contenido de esos libros de cálculo.

Fue ahí cuando las verdaderas discusiones comenzaron; yo me molesté con él, no le hablé ni busqué, esperaba no tener que darle explicaciones y procuraba no encontrármelo en los pasillos o kioskos de la facultad porque el alma se me saldría del pecho al ver lo enfocado que estaba en otras cosas menos que en mí. Sin embargo, un día él llegó con sus libros de arquitectura y diseño en los brazos y me encontró en los casilleros hablando con Dave, su furia se desató como nunca antes en todo lo que llevábamos de relación. Y aunque sus palabras fueron pausadas, pude notar como moría por gritar a todo pulmón por medio de sus ojos cafés llenos de enojo.

Recuerda no olvidarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora