Capítulo 4

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—Solo fue un calmante. Isabela estaba demasiado agotada, tanto física como emocionalmente. Lo más seguro es que duerma más horas de las que ya hizo.

—¿Cuántas horas lleva dormida? —sentí una pesadez en los párpados antes de poder reconocer que esa fue una voz masculina, un tanto grave y baja, familiar.

—Casi nueve.

—¿Pudo verlo? —cuestionó esa voz.

Hubo un silencio intrigante en la habitación luego de que él formulara la pregunta. Ella respondió, aclarándose la garganta.

—Sí. Eso solo la alteró más.

—¿Y es que acaso no pudieron evitar que lo viera sabiendo que se iba a poner así?

—¿Crees que no lo intentamos, Dave? —Dave... ¡Dave estaba aquí!—. Hice todo lo posible por evitar que lo viera, por evitar que supiese la ubicación del hospital. Lo intenté pero no sé cómo demonios logró llegar ni tampoco quién pudo haberle dicho la ubicación. Y ya puesta aquí, no pude luchar contra sus impulsos.

Reconocer la voz de Christie solo me hizo que la odiara un poco por impedirme ver a Thomas. No lo entendía. ¿Es que tenía algo en mi contra o qué? ¿No merecía ver a Thomas por haber ignorado todos sus intentos de comunicación conmigo? ¿Era eso? Quise decirle un millón de cosas pero fue ahí cuando me di cuenta de que estaba sobre una especie de cama, casi dormida. Podía sentir una tensión ligera en los músculos, sin embargo, ya no me dolían como hace unas horas.

Durante unos segundos, escuché como alguien se ponía de pie y abría la puerta. Supe quién era en el momento en el que habló.

—Me avisas cuando despierte —y dicho eso, Christie salió de la habitación. Escuché un suspiro por parte de Dave, luego se puso de pie y se sentó a un lado de la cama, hundiendo el colchón. Esperó unos segundos, pude sentir su mirada vagando por mis facciones como si estuviese comprobando si estaba dormida o no.

—Abre los ojos, sé que estás despierta.

Sin rodeos, hice lo que me pidió y abrí los párpados para encontrármelo frente a mí. Traía el cabello no tan bien peinado, sus ojos claros me miraban fijamente, cansados, de hecho, todo su semblante lucía realmente cansado. Por un momento, desvié la mirada de su persona para concentrarme en lo que me rodeaba; paredes limpias y blancas, mesas con utensilios ordenados, unos pequeños muebles y una ventana a mi izquierda que daba vista a la ciudad.

Reaccioné, frunciendo el entrecejo.

—¿Hace cuanto estás aquí?

Él esbozó una sonrisita, llevando su mirada hacia la ventana de la habitación.

—Hace unas horas —se limitó a decir, volvió a mirarme—. Me dijeron que enloqueciste.

—¿Qué?

—Que entraste a ver a Thomas sin una aprobación.

Giré la cabeza, desvié la mirada y negué con cierto sentimiento de enojo. Lo que había hecho hace unas horas volvió a mí sin barreras.

—Pareciera que no me entendieran.

—Sí, si lo hacen, y porque lo hacen no querían que lo vieras, no cuando no había sido del todo atendido.

—¿Por qué?

—Porque sabían que te ibas a poner así. La imagen de Thomas en esa camilla fue muy fuerte para ti, ¿me equivoco? No es usual ver a alguien que amas en ese estado, y mucho menos para alguien como tú.

—¿Alguien como yo?

—No discutiré eso. Recién despiertas, no deseo pelear, Bela.

Sus palabras me hicieron recordar a cuando mi papá había estado en el hospital hace dos años justo antes de irme a Phoenix con mis compañeros del instituto. Recuerdo la horrible sensación de verlo acostado en esa camilla, incapaz de moverse con facilidad, recuerdo como mi mundo se vino abajo porque creí que eso llegaría a algo peor. Sin embargo, pueda que en este caso todo sea distinto, mi papá al menos pudo hablarme y verme a los ojos, cuando yo entré a la habitación de Thomas eso ni siquiera fue una probabilidad.

Recuerda no olvidarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora