ISABELA
Escuché un tremendo portazo que me obligó a abrir los ojos de golpe.
—No puedo creer que siga dormida —¿esa era Paulina?
—¡Arriba, insecto dormilón! —esa definitivamente era Stella.
Tenía la vista nublada todavía así que me restregué los ojos mientras buscaba una explicación razonable del porqué ellas dos estaban en mi habitación. Según mi cansado cuerpo, eran alrededor de las ocho de la mañana y eso era demasiado temprano para ser un sábado.
—¿Por qué están aquí? —logré preguntarles.
—Isa, ¿ya no vas a la academia? Creí que a veces madrugabas los sábados para ir —preguntó Paulina acostándose a mi lado.
—¿Academia? —fruncí el ceño.
—Isabela se hartó de ser tan jodidamente buena tocando el piano y que no la eligieran para los eventos destacados, ¿no, Bela? —habló Stella jugueteando con mis peluches.
Ahí entré en razón.
Había olvidado por completo la academia. Mi mente sólo giraba en torno a la universidad, el Café Onnoré y a comunicarme a cada rato con los Stevens para saber sobre Thomas. Nada más. Y la verdad, Stella tenía razón... Nunca me dieron la oportunidad de tocar para un público en uno de esos grandes eventos que realizaban. Recuerdo que me molestaba muchísimo, y que hasta se lo había comentado a Thomas y que él me había pedido que continuara.
Y yo lo dejé, rompí la promesa sin darme cuenta.
—Son unos malparidos —comentó Pau—. Nunca te he escuchado pero siempre haces todo bien así que no me cabe duda de que eres excelente.
—Bueno, bueno... No cambien el tema —en realidad, no quería memorar esos momentos de frustración—. ¿Por qué están aquí tan... —ahogué un bostezo— temprano?
—¡Porque iremos de compraaas! —cantó Paulina con entusiasmo—. Ya recibimos nuestro pago y yo he acabado de usar todo.
—Podemos ir más tarde... No entiendo el porqué de levantarse tan temprano —me volví a acostar.
—¡Es la una de la tarde, Isabela Argent! —exclamó Stella tirándose en el borde de la cama.
Demonios, ¿qué?
Según yo eran las ocho de la mañana. Miré la hora en mi teléfono y en definitiva, era la una con dos minutos. Vaya, eso fue inesperado.
—Parecen las seis...
—¿Por qué tan cansada? ¿Qué hiciste ayer?
—Ni llegó al café —agregó Pau.
—¿Ah no?
—Nop.
—Yo no te vi después de la universidad —comentó Stella viéndome de reojo.
Yo le quité la mirada y me removí en el colchón, centrando mis vista en el suelo, reproduciendo todos los sucesos del día de ayer; cayendo en una decepción gracias a Bradley Stevens, luego Dave dándome su apoyo y llevándome lejos para distraernos un rato... La había pasado muy bien con él, me había divertido y gustado conocer esa pequeña parte de su vida que no creí que tenía. Se molestó en detenerse para que pudiese ver la luna en ese cielo tan estrellado, en dejarme acostarme sobre el capó de su auto, en dejarme abrazarle cuando sentía la necesidad de hacerlo.
Dave se estaba comportando excelente conmigo y me sentía en deuda, sinceramente.
—¿Por qué sonríes? —Paulina preguntó con una mueca.
ESTÁS LEYENDO
Recuerda no olvidarme
RomansaIsabela Argent y Thomas Stevens se enamoraron uno del otro después de que se conocieron en una simple fiesta. Dos personas quisieron interponerse en su camino pero bien dicen que el amor lo puede todo. Una relación de dos años y medio, miles de cosa...