Capítulo 7

365 31 6
                                    

ISABELA

Lo primero que vi al abrir los párpados fue a Dave dormido en el asiento del piloto. Me incorporé restregándome los ojos y viendo a mi alrededor con extrañeza. Mis pensamientos estaban un poco desorbitados, sentía una extraña opresión en el pecho y mis ojos parecían haberse humedecido. Me fijé en el retrovisor del coche; tenía los ojos un poco rojos y, sin duda, había humedad en ellos, como si hubiese estado llorando. Fruncí el entrecejo, sin comprender el motivo exacto pero pasados unos segundos, donde pude caer en razón, recordé ese pequeño suceso del viaje en el tiempo que mi mente había plasmado en mi sueño.

Había soñado con Thomas. ¡Recordaba cuando vivimos eso a la perfección! Jugamos videojuegos en su departamento en varias ocasiones pero esa vez yo acabé allí porque supuestamente sólo íbamos por unas cosas para sus prácticas de la universidad, pero luego él comenzó coquetearme y terminamos en una sesión de besos tan larga que se nos hizo tarde y prefirió no asistir sólo por esa vez... Sonreí ante el recuerdo tan claro en mi memoria.

Joder.

Ya reconocía la opresión en mi pecho, era la misma opresión que se adueñaba de mí cuando me despertaba por las noches en el hospital y miraba a Thomas en la camilla, la misma opresión que se hacía presente cuando miraba a la nada y recordaba nuestros últimos momentos juntos: las peleas y discusiones innecesarias todo el tiempo. Jamás me había arrepentido tanto de algo en mi vida.

Olvida eso.

Un movimiento a mi lado detuvo mis pensamientos. Dave estiró las piernas y luego volvió a su posición anterior con un ligero jadeo. ¿Cuánto tiempo me dormí como para que él también se durmiera profundamente? Me giré un poco para verlo mejor. Consideré en despertarlo, pero su respiración pesada me hizo dar pasos atrás en eso y preferí no hacerlo. De hecho, me quedé unos cuántos minutos más dentro del coche, a veces siendo atrapada por la curiosidad que me causaba el tener a Dave dormido a mi lado, sus rasgos estaban demasiado tranquilos y lucían tan inocentes que me causaron ternura. Su cabello rubio estaba despeinado totalmente, por veces fruncía el ceño y me hacía fruncirlo a mí también, sus pestañas se adherían a su piel... envidiables y atractivas. Y su boca...

No lo mires.

Miraba sus labios y no podía creer que ya los había besado. Tampoco podía creer que justo ahora estuviese tratando fuertemente de no verlos, «¿por qué no sólo los dejo de ver y ya?». Estaban un poco entreabiertos, y se cerraron del todo justo cuando me dejé caer en el asiento, sintiéndome tonta. Sacudí la cabeza mientras cerraba los ojos e intentaba pensar en algo para distraerme. Una idea se me ocurrió. No podía estar dentro del coche todo el tiempo así que cuidadosamente abrí la puerta y salí del vehículo para atreverme a explorar el lugar.

Era como un tipo mirador, tenía unos cuántos puestos de comida que aflojaban un delicioso aroma a comida casera, la vista era realmente impresionante, el aire era todavía más helado, penetraba hasta los suéteres y abrigos que llevaba y helaba mi nariz y mejillas. Todo apuntaba a que esto no era Londres, y que sin duda Dave tenía un buen gusto para los destinos.

Un perrito de estatura mediana y, definitivamente, mucho más pequeño que Max, pasó frente a mí oliendo el suelo en busca de comida. Mi corazón se ablandó por completo y lo hizo aún más cuando él alzó su mirada hacia mí luego de olfatear mis botas. Hice un gesto amistoso y movió su cola, lo cuál me alivió ya que si se hubiese agachado o alejado habría indicios de que lo más probable era que lo lastimaran. No obstante, después de un rato noté unas cuantas heridas en su costado. Mis ojos se humedecieron. Abrí el bolsillo de mi abrigo y saqué el dinero, decidida, llamé al perrito para que viniera conmigo a uno de los puestos de comida.

Recuerda no olvidarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora