Capítulo 6

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—¡Hey! ¡Hola, Max! —saludé con entusiasmo al verlo con la lengua de fuera—. ¿Me extrañas, eh? ¿Me extrañas? Yo sí te extraño, peludo.

—Todas las noches da vueltas por toda la casa para después acabar echado en la puerta de tu habitación —mi pecho se contrajo al imaginarme a mi perro de ese modo. Yo realmente lo extrañaba, extrañaba que se me tirara encima al llegar de la universidad y que se acostara a mi lado por las noches, extrañaba sus ladridos hacia los pájaros y desastres en el patio.

—¿Todas las noches?

—Todas desde que te fuiste —sonreí con tristeza—. Bela, yo también te extraño mucho, sé que no han sido muchos días los que has pasado lejos... es solo que no es normal no verte por las mañanas sirviéndote Choco Krispis en la cocina, hija.

Miré a mi papá, la imagen en la videollamada era un tanto borrosa pero aún así podía ver que él también estaba cabizbajo.

—Supongo que tendré que volver en un par de días...

—Ya pasé la primera navidad sin mi hija favorita, creo que no soportaría pasar fin de año sin ella —solté una risita.

—Soy tu única hija, papá —le recordé, divertida.

—¿Crees que no lo sé? —negué con la cabeza—. ¿Qué hora es allá?

Miré el reloj en la sala.

—Las dos de la tarde.

—Con razón luces bien despierta —dijo, soltando un bostezo—. Aquí son las siete y tengo un sueño muy pesado.

—Ya dijiste, no te molesto más —reí—. Nos vemos, papá.

—Adiós, Isabela. Cualquier cosa, ya sabes, me avisas ¿sí?

—Claro —le sonreí.

—Di adiós, Max —papá enfocó a Max parado en medio de su habitación y este soltó un ladrido—. Ya lo escuchaste.

—Tan expresivo cómo siempre —papá rió, haciendo que sus ojos se achicaran—. Te quiero, pa. Descansa.

—Yo más, Bela —y dicho esto, terminamos la videollamada.

Apagué el teléfono mientras lo dejaba sobre el mostrador de la cocina. Hablar con papá siempre me hacía bien. Si bien es cierto que nunca habíamos pasado tanto tiempo separados, él jamás me reprochó o regañó por haber tomado la decisión de venir a Londres a ver a Thomas, en ningún momento. Me preguntaba si le habían dado ganas de decirme algo con respecto a eso o si se sintió molesto alguna vez, pero de pronto reaccionaba y recordaba el carácter de papá; era un hombre directo, decía las cosas sin rodeos y me regañaba cuando tenía que hacerlo. Creo que de haberse sentido molesto ya me lo hubiese hecho saber...

Así cómo me hizo saber que no le había gustado para nada el hecho de que esta navidad no la hayamos pasado juntos. Yo me encargué de hablarle en Noche Buena y en los primeros minutos del veinticinco de diciembre. No saben cuán feliz me sentí al verlo con Bianca y John en la casa de mis tíos. Al principio me sorprendí bastante ya que nunca pensé que Bianca y su hijo aceptarían alejarse de su familia en una fecha tan importante para pasarla con mi papá, pero comprendí entonces, recordando todo el tiempo que ellos dos llevaban conociéndose, que lo más probable era que ya no se tratase de una simple amistad cómo compañeros de trabajo.

Era ingenua pero no tanto.

Habían pasado dos días desde la navidad, una navidad... apagada, sin el verdadero sentido de la misma. La familia Stevens me acopló a ellos esos días, cómo era de esperarse, prepararon una comida tradicional y tuvieron varios momentos de pláticas sin importancia, pláticas de las que casi no fui partícipe. Los miraba a cada uno de ellos y a pesar de sonreír y conversar el uno con el otro, siempre yacía esa ausencia de felicidad que sólo Thomas podría haberla dado.

Recuerda no olvidarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora