Capítulo 10

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Me volteé con fingida tranquilidad, sacando el papel y haciendo que fuese difícil para él visualizar lo que decía.

—Es una carta de Stella. Nada importante —alcé los hombros, sonriendo.

—¿Acaso ya no sirven los mensajes de WhatsApp?

—Es que a ella se le ocurrió la maravillosa idea de comunicarnos por medio de cartas ahora... Ya sabes, dejar respirar el teléfono un rato pero ambas sabemos que eso no pasará —respondí, nuevamente, fingiendo estar tranquila y despreocupada.

Papá sacudió la cabeza con una sonrisa.

—Tu amiga es especial.

—Eso dicen —reí un poco.

—Bien, yo ya me iré a descansar. Termina en la cocina, sino mañana volverás a hacer lo mismo. Descansa, Bela.

—Buenas noches, papá.

Lo vi darse la vuelta y subir las escaleras, pude respirar con normalidad cuando lo perdí de vista. Volví mi mirada hacia la invitación, un poco arrugada y doblada, la fineza se había ido, pero la extraña sensación de pensar que papá se fuese a dar cuenta seguía ahí.

—Definitivamente no iremos —murmuré para mí misma, apoyada en la puerta principal antes de guardar el sobre en mis pantalones e ir a la cocina, decidida a hacer como si ese sobre nunca hubiera llegado.

°  °  °

—... Y mañana asignaré los temas que estaremos viendo para poder realizar la primera prueba que será dentro de muy poco. Nos vemos.

Guardé todas mis cosas y salí del salón, ignorando los leves murmuros de algunas personas al verme salir de manera tan apresurada y apática.

La hora de cambio de clase era la peor. Era cuando todos los alumnos se arremonilaban en los pasillos, en la cafetería y en los baños. Lo peor era que mi casillero estaba en uno de los pasillos que era más habitado. Era un pasillo clave pues era uno de los que llevaba a los salones de las clases generales, por lo cuál, los de primer ingreso —que eran incontables— se la pasaban caminando por aquí de arriba a abajo.

Mientras miraba como la multitud se hacía paso, recordé el día anterior y en la sorpresa que me llevé al ver a Mark y en que estaba aplicando para unirse a GrayEast. Mis ojos rápidamente se posaron en cada uno de los alumnos que pasaban, intentando vagamente de ver si de casualidad ya se había matriculado y caminaba por aquí directo a la clase de español o matemáticas, quién sabe. Sin dejar de echar un ojo, abrí mi casillero apenas llegué a él, y al voltear, sentí el poco ánimo que el recuerdo de Mark hablando conmigo ayer había creado yéndose por el más grande abismo.

Una foto mía y de Thomas estaba pegada a la puertilla metálica. Tenía la fecha escrita abajo, y podía leer perfectamente como Thomas había escrito un «Te amo» en francés y letra cursiva abajo de la fecha. Un corazoncito acompañaba dicha frase.

Dios... Algo así era lo que menos necesitaba ver.

—¡Isabela! —el grito causó que me sobresaltara y cerrara la puertilla de un solo golpazo.

Me giré y me encontré con la cara ansiosa de Stella. No lo pensé dos veces para comenzar a exclamar:

—¡¿Dónde demonios te metiste ayer?! Yo te estuve esperando y tú simplemente te diste vacaciones, ¡no respondiste mis llamadas!

Recuerda no olvidarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora