Cap. 38 parte 3/3: "Mis ojos ya no pueden verte".

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Pov Min-Ah

Aún no sé en qué momento mi hermano cayó por la ventana del segundo piso, de verdad que no lo sé.

Solo recuerdo que nos dejaron a cargo de la limpieza de nuestro salón junto a dos o tres chicos más, me separé de ellos unos cuantos segundos para ir en busca de los instrumentos para la tarea que nos habían encomendado.

Me siento culpable por dejarlo a solas con esos chicos, sabiendo que no se llevaba bien con ellos y que lo molestaban...

Con mi padre hemos estado durante estos meses en el hospital, bueno, mejor dicho yo vengo sólo después de la escuela y los días que no debía ir a clases.

Hoy después de tres meses, mi progenitor tuvo la oportunidad de notar como mi hermano movía un poco sus dígitos, de verdad espero que despierte pronto. Me duele mucho verlo en ese estado, conectado a miles de tubos mecánicos que le ayudaban a continuar con vida.

Creo que habrán pasado unas dos horas desde que el médico con sus ayudantes entraron a revisar a mi hermano, cuando salieron, el hombre de cabecilla tenía un semblante algo tenso pero a la vez apaciguado.

-Señor Gu, ¿podemos hablar en privado? -dijo el hombre, mi padre asintió y fue con él, dejándome allí sola a la mitad del pasillo.

¿Por qué se alejaban de mí?, ¿por qué no puedo escuchar lo que tenían que hablar?

Aquellas preguntas continuaban pasando por mi mente, me acerqué a una de las enfermeras para preguntar sí podía ingresar a la habitación para estar junto a Jae. Aceptó mi petición, pero con la condición de que no comenzara a hacer algún ajetreo dentro. Sin más ingresé a la recámara en silencio y caminé hasta quedar parada junto a la camilla del menor y comencé a llorar.

—Jae-Jae, lo siento mucho... Esto no habría pasado si no te hubiese dejado solo.... Hermanito, yo lo siento mucho, así que por favor despierta, te daré mi mesada y haré tus deberes por un mes, pero abre los ojos, te lo ruego... —balbuceé entre sollozos, apoyé mi cabeza en su pecho mientras sostenía un poco la tela de sus ropas. Sabía que mis lágrimas estaban mojando su vestimenta pero ya no podía detener mis lágrimas.

Sentí como algo o alguien acariciaba con algo de debilidad mis cabellos, levanté con lentitud la vista encontrándome con la vista de mi hermano y una débil sonrisa en su rostro.

—No... Puedes arrepentirte de lo que acabas de decir —siseó con dificultad, con voz rasposa y cansada. Mis lágrimas se convirtieron en un torrente que salía de mis ojos, me aferré más a él.

—No lo haré, pero ya no me vuelvas a asustar, por favor, pensé que iba a morir si no despertabas... Por cierto no debes forzarte a hablar... —susurré cuando noté que iba a volver a abrir su boca para decir algo, pero al final no lo hizo.

Oímos la puerta abrirse y ambos nos volteamos a mirar en dirección del que provenía aquel sonido, nuestro padre ingresaba sonriendo ligeramente mientras se acercaba a nosotros, posó una mano sobre mi hombro y la otra sobre el hombro de Jae.

—Hola, pequeño... —susurró con voz baja acariciando aquella zona donde tenía sus manos.

—Hola, papá... —respondió con tono cansado, una sonrisa débil dibujada en su rostro—. Yo... lamento todo lo que ha ocurrido... 

—No sigas hablando, no debes esforzarte en absoluto. No quiero que te canses, ya tendremos tiempo para hablar después. Por ahora solo descansa, el medico hará unas pruebas más en un momento para determinar cuantos días mas debes permanecer aquí o sí ya puedes ir a casa con nosotros. De cualquier manera solo regresaré cuando te hayan dado de alta. 

Mantuve mi mirada en mi hermano hasta que oí lo que dijo mi padre, sonreí un poco entonces por fin hablé—. Papá, ¿puedo faltar mañana a clases?, quiero quedarme junto a mi hermano... —pregunté mirándolo atentamente a los ojos, él solo asintió con lentitud, mi sonrisa se hizo aún más amplia ante su afirmación, me lancé encima de mi hermano abrazándolo con algo de fuerza.

—Mmhg, Minnie, me estás haciendo daño, no respiro... —dijo entre suaves risitas, me aparte un poco tras decir un simple "Lo lamento".  Ambos nos mantuvimos intercambiando miradas, podía saber todo lo que me intentaba decir con ella; teníamos esa conexión desde que eramos dos niños pequeños. Abrí un poco los ojos sorprendida cuando con la mirada dijo que había algo que quería decirme, pero que no podía hacerlo frente a nuestro progenitor, por lo que tendré que esperar hasta que regresemos a casa y él sane por completo.

Las horas pasaban, mi papá acariciaba de vez en cuando nuestras mejillas sonriendo, era extraño verlo tan cercano y tierno con nosotros, pero no me molesta en absoluto. Como lo había dicho, un medico llegó a revisar a mi hermano y por esa razón tuvimos que retirarnos de la habitación por un momento.

—Papá, ¿está mejor ahora? —cuestioné con curiosidad abrazando su brazo.

—Lo estoy, ahora sé que mi hijo ya no corre peligro...  

Hasta allí llegó el tema, sabía que mi padre no continuaría hablando. Unos minutos después salieron los médicos y dijeron que lo más probable es que SungJae pueda ir a casa mañana al medio día, estaba demasiado emocionada por sus palabras que ingresé a la habitación dando pequeños brinquitos llenos de energía.

—Minnie, quiero preguntarte algo... —oí la voz de mi hermano y sonaba ¿neeviosa?, ¿desde cuándo él se ponía nervioso cuando me hablaba? Esperé en silencio para que continuara hablando —. Mmm... Esto se me hace extraño y vergonzoso de preguntar...

—Vamos habla de una vez —exigí, la curiosidad estaba matándome.

—Bien... ¿Conocemos a alguien que se llame Shiryu?...

—¿Eh?, ¿Shiryu? —repetí algo confundida—. No, no conocemos a nadie con ese nombre.

—¿Segura? —yo sólo asentí con lentitud. En ese momento mi hermano comenzó a contarme todo lo que había pasado o al menos eso, según él.

—Jae, lamento decírtelo pero, nada de eso ocurrió, creo que debiste haberlo soñado. No hemos ido a Japón desde los tres años, sé que ahí conociste a un chico mayor que tú casi por cuatro o cinco años, pero no recuerdo su nombre...

Después de eso no dijo nada más, me sentí culpable por decirle aquello, pero no podía mentirle.

Enamorado de mi mejor amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora