cap 36

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Pov Narrador omnisciente.

Después de aquella charla tan "amistosa" con su padre, SungJae, se fue junto a su novio. El menor no podía levantar la vista, durante la mayor parte del trayecto se dedicó a caminar observando al suelo, sabía que sus ojos debían estar rojos al igual que la punta de su nariz debido al intento de aguantar las ganas de llorar.

En ese momento ya no sabía que era lo que sentía respecto a lo sucedido; era una mezcla de rabia, tristeza, rencor, odio y a la vez seguía queriendo a su progenitor. Caminar por las calles de Japón con aquellas maletas hacia que la gente se volteara a verlos y cuchichearan entre ellos, comentarios de todo tipo se podían oír, a su alrededor parecía a todos divertirles su desgracia.

—No les hagas caso... —se escuchó una voz masculina y bien conocida para él. Sin embargo el mayor no obtuvo ninguna respuesta de parte de su novio, éste estaba sumido en sus pensamientos y en su intento de no llorar frente a gente que no conocía y menos si lo estaban juzgando antes de tiempo, sin conocer lo que realmente había ocurrido.

—Sunggie, bebé... Todo estará bien, ya lo verás, ya falta poco para que lleguemos a la casa. No te preocupes.

—Intento no hacerlo, pero no puedo. —finalmente levantó la vista y se quedó mirando al mayor, sus lágrimas caían tortuosamente por sus mejillas; las cuales estaban teñidas de un leve carmín, el santo de Dragón no dijo nada y solo lo abrazó por las caderas atrayendo aquel frágil cuerpo al propio. El peli-morado solo escondió su rostro en el pecho de él, intentó dejar de llorar pero no lo lograba, por su mente seguía pasando una pregunta ¿cómo su padre podía ser tan frío con él; es qué acaso tan malo fue que naciera?

El caballero de Athena con cuidado tomó el rostro ajeno y lo atrajo al propio, comenzó a depositar castos besos por todos lados hasta que finalmente estampó sus labios con los de su joven novio; logrando de esta forma que unas ligeras risas escaparan de aquellos finos labios.

—Vamos a la casa, bebé. —Solo obtiene un suave movimiento afirmando aquellas palabras. El camino hasta la casa de Shiryu, se fueron la mayor parte jugando o besándose; después de todo había algo bueno en esta situación, SungJae podría hacer lo que se le diera la gana, y lo primero que haría era dejar de ser un guerrero de Hera.

—¿Tienes hambre? —preguntó el joven de cabellos oscuros, ya faltaba menos de una cuadra para llegar a la casa, además justo iban pasando frente a una tienda y podrían comprar algo para comer.

—Umm... —dudó un poco de responder y a la vez pensaba en que decir—. Si, pero no me gusta comprar la comida en un minimarket, no es lo mismo que cuando uno mismo la prepara... —sus palabras salían de su boca en un tono bajo.

—¿Quieres qué compremos ingredientes y preparemos algo para comer?

—Nop, con lo que tienes en la casa se pueden hacer muchas cosas... Puedes hacer maravillas con pocos ingredientes. —de un solo cabezazo afirmó sus propias palabras, SungJae sabía muy bien lo que decía y el por qué de ello.

No tardaron muchos minutos más para llegar al lugar que sería el nuevo hogar del más joven, en su rostro se dibujó una tierna sonrisa como la primera vez que estuvo allí, sinceramente, sentía una calidez reconfortante y una sensación de felicidad, con una mezcla de temor, enojo y tristeza por todo. Pero eso ya daba igual, él fue quien prefirió seguir a su corazón en vez de obedecer las absurdas ordenes de su progenitor.

—Me gusta estar en tu casa, es cálida... —balbuceó observando todo y su sonrisa se hacia aún más grande.

—Nuestra —aclaró de inmediato Shiryu, su voz como siempre era ronca, sin embargo, era cálida y profunda.

—¿Eh?, ¿nu~nuestra? —lo miró con un dije de confusión en su rostro que hizo reír al expectante de aquella mueca.

—Sí, es nuestra. La casa desde hoy es tanto tuya como mía, puedes hacer y deshacer todo lo que quieras y ordenar o decorar como más gustes.

Aquellas simples pero importantes palabras hicieron que el corazón del joven de ojos morados latiera con fuerza, de una forma alocada y frenética. Para cualquier persona no habrían significado nada, pero para él valía mucho, era el inicio de lo que sería una nueva vida, solo ellos dos.

—¿Vamos a cocinar? —preguntó repentinamente el más bajo, nuevamente su compañero dejaba escapar una risita por lo rápido que podía cambiar de tema.

—¿No quieres guardar tus cosas primero? —respondió Shiryu con otra pregunta, pero solo obtuvo un movimiento negativo de cabeza por parte del menor.

—Quiero prepararte algo rico... —sus mejillas se tornaron de un suave color carmín.

Muchos decían que la perfección no existía, pero entonces ¿cómo explicaban lo perfecto que podía llegar a ser aquel pequeño muchacho? Cada vez que lo veía sólo podía pensar en lo mucho que lo amaba, lo dulce y tierno que podía llegar a ser o lo frágil que era tras aquel muro de hielo en el que se protegía.

—¿Puedo ayudar?

—Claro que no, es una sorpresa, ahora vete —drásticamente su voz cambió a una más fría, aunque solo estaba jugando.

—Pero amor, quiero ayudar —dice abrazando al menor por la espalda apegando ambos cuerpos.

—Mm... —se quejó un poco y luego dejó escapar una ligera risa—. Está bien, ¿quieres probar la comida coreana?

—Si, tu solo dime que hacer y lo hago.

Tras decir aquello ambos jóvenes comenzaron a preparar la comida, de vez en cuando SungJae hacía leves muecas ya que el olor le provocaban náuseas, pero no pasaba de eso.

En unos treinta minutos el kimchi, el arroz y demás platillos estuvieron completamente listos. Ambos jóvenes se sentaron frente a frente con sus correspondientes porciones de comidas,  intercambiaron unas cuantas sonrisas y miradas antes de comenzar a comer.

Con el paso de los días ésta situación se repetía, SungJae esperaba por el regreso de su novio en casa y comían juntos. El menor había dejado de asistir a clases ya que el permiso que tenía para solo asistir a dar exámenes estaba vigente hasta ahora, y claro que no lo desaprovecharía.

Los primeros meses todo avanzaba perfectamente; el amor por el otro se hacia mucho más fuerte, verdadero y evidente. Ya no les importaba ocultarle a nadie lo felices que eran, pero no todo puede ser tan perfecto y color de rosas en esta vida.

El pequeño guñiho, desde ya hace un tiempo sentía náuseas, mareos y ahora se le sumaba el hecho de que cualquier olor se le hacía repugnante y lo obligaba a vomitar lo que haya comido e incluso aun cuando no lo haya hecho.

—Hyung... —balbuceó sentándose en la cama mientras hablaba con el santo de Dragón—. ¿Hoy a qué hora llegarás?

—No lo sé bebé, tengo que hacer un proyecto grupal y depende de cuanto nos tome realizarlo.... —respondió con una voz baja y calmada como siempre, algunas voces se oían a lo lejos y al menor le daba curiosidad pero no preguntaría nada al respecto.

—Amor... Mi hermana... ¿Las visto?

—Si, ésta charlando con Shun y Hyoga, ¿quieres hablar con ella?

—Sí, si no es mucha molestia, podrías decirle que me llame cuando se desocupe... Por favor —dijo mientras jugaba con sus dedos en su cabello—. Hablamos en un rato más hyung, debo cortar, la comida ya está casi lista y no quiero que se queme —dicho esto procedió a cortar la llamada.

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Hola, lamento no haber publicado desde hace tiempo y que la historia haya sido un poco enredada en éste capítulo. No tuve tiempo de arreglarlo ni hacerlo más largo, en la universidad literalmente están succionando mi alma. Veré si cuando tenga tiempo logro cambiar algunas cosas y resubir el capítulo, o puede que le pida a mi sexy betarraga midotacos que lo haga por mi...

Por cierto, a todas que tengan un bebé, ¡Feliz día de las madres! (Creo que es algo tarde pero igual quiero saludarlas)

Enamorado de mi mejor amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora