Capítulo Veintiuno

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Dos funcionarios abrían las puertas de seguridad enrejadas con su tarjeta magnetizada. Así, poco a poco y puerta a puerta iban encaminando a Tomás hacia las celdas de aislamiento. El camino era bastante silencioso. Los pasos de los tres hacían un eco que resonaba a lo largo de todo el trayecto. Tomás se quería centrar en el sonido porque si dejaba la mente campar a sus anchas iba a explotar de furia y sólo le iba a traer más problemas, así que andaba ayudado por los policías y con los ojos cerrados escuchaba.

Los dos guardias comenzaron a hablar entre ellos. Se notaba que querían desconcertarle. ¿El motivo? Simplemente sentir el poder de hacerlo, como Tomás solía hacer durante todo el día.

-Me da a mí que vas a estar una larga temporada sin ver el sol chaval- decía uno de ellos con burla en el tono.

-Jajajaja, sí- se unía el otro -Te dejaría cerillas si no te dedicaras a quemar a tus primos con ellas-

Los dos pararon sus pasos porque la risa no les dejaba continuar. Tomás seguía sin abrir los ojos.

-¿Sabéis una cosa?- dijo tranquilamente sonriendo -El sol no sale para todos igual, es más grato para el que lo está esperando. Lo frustrante sería no poder verlo más queriendo hacerlo-

Cesaron las risas por un momento, se miraron y comenzaron a carcajear de nuevo.

-¿Pero se puede saber que tonterías dices niñato?-

-Sí, jajaja, ¿te has tragado un libro de budismo o qué?-

Tomás abrió los ojos y se unió a las risas. Los tres reían fuertemente hasta que Tomás volvió a hablar.

-Vale, perdona, a ver si me entiendes de esta manera- callaron para escucharle -En cuanto pueda voy a sacaros los putos ojos-

Los guardias enmudecieron de repente y se volvieron a mirar entre ellos. Esta vez la expresión era distinta. Sacaron las porras, uno de ellos, se puso frente a Tomás y golpeaba su palma de la mano con ella.

-¿Y tú sabes algo?- le hablaba tan cerca que Tomás notaba su aliento a humo -En aislamiento SÓLO te visitamos nosotros, así que SÓLO nosotros sabremos si estás bien o mal. Por lo tanto podemos romperte todos los huesos que queramos y no dar parte a la enfermería ni a esa zorra de la directora. ¿Comprendes?-

Tomás asintió con la cabeza y miró hacia el suelo. Los policías sonreían victoriosos y tiraron de él para continuar el camino que les quedaba. Tomás se quedó inmóvil imposibilitándolo.

-La verdad es que sois graciosos- dijo alzando la cabeza y mirando al que le amenazó -Si no fuéseis tan cobardes me caeríais bien-

Esta vez el enfado pudo con los guardias y los porrazos llovieron por el cuerpo de Tomás que desde el suelo y sin poderse proteger por las esposas sonreía. Volvía a sentir esa sensación que notó en las duchas con Morder, o en su casa desenvolviendo los regalos de los demás.

Unas botas militares corrieron hacia el lugar del conflicto. Alguien había llegado justo en el momento de la paliza. Los golpes cesaron de repente y se oyeron gritos insultantes. Tomás alzó la vista desde el suelo y vio al funcionario que le ayudó en el comedor cuando le increpaban los Messe. Acababa de echar spray de pimienta en los ojos de sus agresores y ahora le ayudaba a levantarse de un tirón.

-¡Venga, sígueme!-

Tomás corrió torpemente detrás de él. No sabía que pasaba pero no iba a perder tiempo preguntándolo. Dejaron el pasillo de puertas atrás y doblaron una esquina. Se metieron en el cuarto de vigilancia.

Antisocial ® (3 Colección Trastornos Mentales) #sakura2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora