Capítulo Veintiséis

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-¿Qué os habéis escapado del trullo*?- preguntó sorprendido el Patas.

-Así es- contestó Facada intentando poner la cara más fría e inquebrantable que podía.

Matías miraba todo. Permanecía con los pies inmóviles enfrente del Patas, pero sonreía y no paraba de girar su cabeza y observar.

-EH, tú-

El Patas intentaba llamar la atención de Matías, pero éste ni le escuchaba obnubilado como estaba en sus pensamientos.

-¿Qué pollas le pasa a tu amigo?- optó por preguntarle a Facada -¿Está sonaja* o qué?-

Facada se encogió de hombros sin saber qué responderle al líder de los gitanos y temiendo que se liara la cosa por culpa de Matías.

El pequeño chileno por fin miró al Patas, fue hasta su mesa y apoyó sus dos manos en ella. Se oyeron quitar seguros de pistolas.

Facada dio un respingo hacia atrás, El Patas se incorporó desafiante, Matías ni se inmutó.

-Payo Poni, no sé qué quieres pero me pones nervioso- le dijo a dos centímetros de su cara.

-¿Dónde está Tomás?- preguntó directamente y sin rodeos.

El Patas no sabía quién era Tomás, se imaginaba que se refería al otro chaval que había puesto a su cargo al haber pedido su cobijo esa misma tarde, pero no le había dicho su nombre. Además, no tenía porqué decirle nada a alguien que venía a desafiarle en su propia casa.

-Mira jambo*, no sé quién es Tomás, pero te voy a decir algo- los gitanos acompañantes se pusieron más alerta -Vas a coger a tu amigo el tolay* y vais a najar* de mi casa inmediatamente-

Matías quitó sus manos de la mesa y mirando al Patas comenzó a llorar.

Todos se quedaron sorprendidos, nadie se esperaba un llanto, parece ser que no era tan duro el chileno. Todos echaron a reír. Todos menos Facada que sabía perfectamente a que precedían siempre las lágrimas de Matías. Lo que hizo fue temblar.

El Capitán Marino llegó al poblado gitano en su coche civil y acompañado de cinco coches patrulla más

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El Capitán Marino llegó al poblado gitano en su coche civil y acompañado de cinco coches patrulla más. A la entrada, y por orden de él, activaron las señales acústicas y visuales de las sirenas, invadiendo así cualquier mínima sensación de paz y cambiándola por desasosiego y nerviosismo.

Muchos yonkis huyeron del lugar por agujeros en las tapias, otros se comieron directamente la droga que llevaban encima. Algunos gitanos, que estaban encargados de la vigilancia del poblado, corrieron hacia las casas para avisar de la presencia de las autoridades por la zona y así poder actuar en consecuencia.

Agua*, aguaaa! ¡Los pitufos*! - podía oírse por todo el poblado.

Los coches frenaron tapando todas las posibles salidas del poblado. Marino escudriñó todo el lugar con una mirada larga. Decidió comenzar a buscar por dentro de las casas y chabolas. Vio la casa lujosa. Sabía que allí vivía el Patas y que iba a ser todo un reto entrar allí sin provocar un altercado bien gordo, por lo que pensó en dejarla para el final. Si tenía suerte encontraría a los presos, con Matías como prioridad, en cualquier otra casa y sin tener que pisar el nido del Patas.

Salió del coche y tocó un silbato. Los policías formaron delante de él. Marino dio las instrucciones precisas dividiendo la unidad en cinco grupos de dos policías a los que asignó distintas ubicaciones para así acabar cuanto antes. Acto seguido cogió el megáfono, tragó saliva y habló por él.

Atencion, les habla la policía!- se separó el altavoz de la boca un par de segundos para pensar bien lo que iba a decir, en ese sitio había que andarse con ojo, de hecho, los gitanos ya comenzaban a asomarse por las ventanas y puertas y comenzaban a silbar y abuchearles -¡Buscamos a tres reclusos fugados del reformatorio, no es nada en contra de ustedes, se ruega colaboración ciudadana!-

Cayó el primer huevo justo a los pues de Marino. La cosa iba a ser aún más difícil de como la imaginó.

Tomás oyó perfectamente a Marino y sus advertencias con el megáfono

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Tomás oyó perfectamente a Marino y sus advertencias con el megáfono. Tenía que escapar de allí cuanto antes. Se dirigió a la puerta del pajar, pero ésta se encontraba cerrada por fuera y era imposible abrirla. Se separó de ella y corriendo fue hacia el ventanal. Se encontraba demasiado alto como para acceder a él. Suspiró, no veía como salir, pero no se iba a dar por vencido. Se le ocurrió apilar bloques de paja, uno encima de otro, para así lograr la altura justa que le diera la liberación de ese lugar, pero eran muy pesados, imposibles de mover para él.

Empezaba a sentirse derrotado y lo único que se le ocurrió fue esconderse. Tal vez tuviera suerte y la policía no entrará en el pajar para buscarle, o tal vez sí pero no le vieran si se escondía bien.

Se metió la camiseta por dentro del pantalón e hizo lo mismo con los bajos de los vaqueros y los calcetines, se cerraba herméticamente las entradas porque su idea era meterse entre la paja y cubrirse por completo con ella. Así lo hizo.

Se oía jaleo fuera. Insultos a gritos era lo que predominaba sobre lo demás. La policía no era bien recibida en ese barrio, tenían la promesa de no entrar a él a cambio de permitírselo a los yonkis y vagabundos de los alrededores. Todos estaban molestos con la presencia de las autoridades, por allí circulaba una gran cantidad de drogas y armas de contrabando.

Tomás estaba tapado con la paja de pies a cabeza. Había excarvado un pequeño agujero a la altura de sus fosas nasales para que le sirviera de respiradero. De momento aguantaba bien los tremendos picores que le estaba provocando la paja seca, pero el olor nauseabundo que desprendía le comenzaba a dar arcadas.

Alguien abrió la puerta del pajar. Tomás lo supo por el sonido del portón, que era peculiar. Rezó por, que quien fuese, no tuviera la tentación de mirar debajo, donde él estaba. No lo hizo. Habló:

-¿Tomás? Sal, rápido. El Patas me ha dicho que te viniese a buscar y escapásemos hacia los campos-

«¿Facada?» pensó Tomás.

Movió los brazos y se liberó de la tan molesta paja saliendo de entre ella con la piel roja y llena de picaduras de los bichos. Facada se sorprendió, pero fue corriendo hasta él en busca de un abrazo. Tomás se negó.

-No me toques traidor de mierda- le increpó Tomás acordándose de como le vendió en el reformatorio.

Facada agachó la mirada encajando la reacción de Tomás y creyéndola justa.

-Han cogido a Matías- comunicó el portugués a Tomás sin mirarle a la cara.

Tomás le miró con gesto extraño. Ni siquiera sabía que se había escapado el Bipo, bueno, ni Facada. Todo le venía por sorpresa.
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-¿Le ha cogido la policía?- preguntó al fin Tomás.

Facada negó con la cabeza.

-No, peor. Le han cogido el Patas y los gitanos-

Se oyeron cinco disparos cerca de ellos. El miedo comenzó a invadir a Facada. Tomás le cogió del brazo.

Vamonos de aquí!-


-TRULLO: Cárcel
-SONAJA: Tarado, loco
-JAMBO: Tío
-TOLAY: Pánfilo
-NAJAR: Ir

-AGUA: Voz de aviso

-Los Pitufos: La policía

Antisocial ® (3 Colección Trastornos Mentales) #sakura2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora