Capítulo Cinco

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13 Marzo 2011

Tomás contaba las horas para que viniesen a buscarlo. Por fin tenía los catorce. Esa tarde, a las 17:00, vendrían unos policías para internarlo en ese centro penitenciario de menores que tanto habían nombrado sus padres y esos asistentes sociales que habían estado tratándole desde que quemó a su primo Cristian. En España no pueden recluirte en un sitio de estos hasta esa edad, cosa que apenaba a Tomás, ya que prefería estar allí que en casa con su odiado padrastro, la pánfila de su madre y el asqueroso hermano pequeño que tenía.

Desde que su primo pequeño murió nada fue lo mismo. Su padrastro había tomado el control absoluto sobre Tomás, cualquier mínima molestia era excusa para propinarle una paliza y su madre ya estaba anulada del todo. A veces hasta miraba como le caían los golpes sin decir nada.

Marcos, su nuevo hermano estaba a punto de cumplir seis años, como Cristian cuando murió y, por supuesto, era igual de molesto convivir con uno que con el otro, a pesar de que Tomás había crecido mucho y era más mayor, sólo que con Marcos era distinto, no le dejaban acercarse a él. Cuando el pequeño jugaba en el jardín Tomás no podía salir de casa y cuando Marcos estaba por casa Tomás debía recluirse en su habitación.

La familia estaba totalmente desunida a partir de ese día. Carlos y Carmen nunca volvieron a aparecer por la casa, alguna llamada de vez en cuando y siempre acababan en discusión. Úrsula se pasó por el hospital al nacer Marcos, pero al ver a Tomás en la sala de espera huyó sin avisar, sin despedirse siquiera, como si fuese un apestado.
José continuó yendo un tiempo a visitar a Adela, todas sus atenciones eran para su nieto pequeño y Tomás estaba muy molesto con eso. El día que la abuela Yolanda falleció en una de esas visitas, por extrañas circunstancias al ingerir una crema de calabacín supuestamente en mal estado, fue el último día que vieron al abuelo. Nunca volvió.

Le habían expulsado del instituto. Los numerosos robos de los que le acusaban se contaban por decenas, incluso los profesores se alarmaban preguntándose como era posible que un chico tan amable y educado, aunque es cierto que bastante fanfarrón, fuese el causante de tantos actos delictivos.

No llegó a tener amigos, a pesar de ser muy popular allí dentro, con el tiempo se había vuelto un profesional de la manipulación. Se comportaba alegre y simpático para conseguir fines y después se deshacía de ellos no llamándoles más o no estando disponible para sus cosas. Ya no le servían y, por lo tanto, no era necesario alargar el "teatro" que realizaba por conveniencia.

 Ya no le servían y, por lo tanto, no era necesario alargar el "teatro" que realizaba por conveniencia

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Ese día por la mañana se encontraba nervioso. Sólo pensar que por la tarde abandonaría, por fin, esa casa y a toda la "bazofia" que vivía dentro le aceleraba de una manera desorbitada.

Le daba igual su cumpleaños, le daba igual los "asquerosos regalos de pobres" que le habían comprado. Le daba igual que su madre deambulara a su lado todo el rato para alargar junto a él su último día de libertad hasta dentro de cuatro años. Le daba igual todo, sólo quería irse. Se moría de ganas por saber que destino le esperaba y veía el reformatorio como un reto con metas para conseguir.

Marcos entró en la habitación de su hermano mayor. Sabía que tenía un hermano porque a veces le había visto saliendo o entrando a la cocina, siempre agarrado del brazo de su padre, Antonio, y porque otras veces su madre le hablaba de él, aunque no le contaba las cosas malas.

Tomás al oír la puerta se giró. Esperaba a su madre llevándole el desayuno a la habitación como cada mañana para no tener que cruzarse con su hermano, órdenes de su padrastro. Al ver a Marcos sonrió entre dientes.

Hola Marquitos!- le dijo suavemente para que no le escuchase nadie. Increíblemente era la primera vez que le dedicaba alguna palabra. El no tener contacto con él había provocado que Tomás no sintiese el más mínimo cariño hacia el pequeño, aunque, conociéndose a sí mismo, sabía que no se lo hubiese tenido de igual forma.

-Hola- dijo Marcos.

-Ven, acércate. No tengas miedo-

Marcos se acercó, vacilante al principio pero decidido conforme lo hizo.

El mayor se dio unos golpecitos en las rodillas y el pequeño se lo tomó como una invitación a sentarse en ellas. Subió sin dificultad.

-Me llamo Tomás, ¿lo sabías?- Marcos asintió con la cabeza -Soy tu hermano mayor-

-Yo me llamo Marcos- dijo sonriendo y regalándole un abrazo.

-Encantado- Tomás se lo devolvió tragando saliva por lo poco que le gustaban los gestos cariñosos. -Como soy tu tato me tienes que hacer un favor-

-¡Vale!- exclamó el pequeño encantado de sentirse útil.

Tomás le susurró algo al oído, luego se separó de él, le bajó al suelo cuidadosamente y volvió a hablarle.

-Recuerda que es una sorpresa y no debes decírselo a nadie-

Marcos se llevó el dedo índice a los labios y se rió feliz deseando ver esa sorpresa que Tomás le guardaba a su papá.

Adela llevaba unos segundos observando a sus dos hijos desde la puerta y con la bandeja del desayuno de Tomás en las manos, un tazón grande de leche con cacao y dos churros recién hechos que habían dejado toda la cocina con olor a frito. No pudo evitar sonreír. Le hacía ilusión que, a unas horas del encarcelamiento de su hijo mayor, hubieran podido estar juntos los dos.

Buenos días hijo! Te traigo el desayuno- saludó Adela.

-Vale, déjalo ahí mismo, luego me lo tomo- contestó su hijo.

Adela se sentó en el borde de la cama.

-He visto que hablabas con Marquitos- dijo sonriendo su madre.

Tomás se giró bruscamente y buscó el gesto de su madre. Vio una sonrisa y se relajó. No había sospechado nada.

-Sí mamá. Hacía tiempo que quería hablar con él un poco-

Adela le abrazó. Tomás volvió a sentir ese sabor a bilis en su boca y de nuevo fingió el abrazo de vuelta.

-Mamá, no le digas nada a Antonio. Sabes que no me deja acercarme al tato-

-Tranquilo, soy una tumba- le respondió su madre para que no estuviese temeroso.

<Ojalá fuese eso verdad> pensó Tomás refiriéndose al más estricto de los significados de esa frase y sonriendo de manera forzada.

-¿Nos dejas jugar media horita juntos?- preguntó Tomás poniendo cara de pena al soltar las palabras.

Adela miró a ambos lados de la habitación como si Antonio fuese a aparecer de un momento a otro. 

-Está bien, media hora, pero aquí en tu habitación. Y recuerda que papá sale antes hoy del trabajo y vendrá a comer con nosotros-

Odiaba que su madre se refierese a Antonio como "papá". No era su padre, era el mayor causante de sus desgracias y aún no había podido devolvérselas, pero no protestó, quería conseguir algo.

Adela abandonó la habitación y fue en busca de Marcos, en breves segundos el pequeño apareció por allí con las manos detrás de su espalda ocultando algo.

-Muy bien Marquitos, buen chico- dijo Tomás cogiendo el cinturón de su padrastro de las manos del pequeño -Verás que cara pone papá cuando vea mi sorpresa-

Antisocial ® (3 Colección Trastornos Mentales) #sakura2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora