Capítulo Diecisiete

64 18 0
                                    

Salía Tomás de la sala de cabinas en dirección a su celda. Todavía estaba callado, el desplante de su madre le había afectado de una manera diferente. Pensaba en Antonio, su padrastro, se alegraba de su muerte. Ese hombre había sido el causante de todos los moratones y cicatrices de su cuerpo y seguramente también de sus daños psicológicos. Bueno, de todas las cicatrices no, lo de la oreja se lo había hecho Matías. Pensaba que iba a aprovechar ese cambio en su vida para intentar ver el lado de la luz. Las sombras no le importaban, pero quizá estaría bien algo de equilibrio.

Cambió de dirección, tenía que visitar a Nuria para que le concertara cita con el psicólogo mañana mismo. Se conocía, si lo dejaba pasar más tiempo no lo haría. Sentía una enorme desazón, un sentimiento de vacío inmenso el cual no era capaz de describir. Le apetecía estar callado, ahora más que nunca, ya no era importante que no contara, ahora era importante que no sabía el porqué. 

Mientras Tomás se desviaba en el último momento hacia su propósito marcado, Morder, mientras le esperaba, daba buena cuenta de Facada dentro de la celda que compartía con éste. Le sujetaban Polnich y Gefahr,  Galen miraba. La cara del portugués al ver al sueco con la cabeza rapada y en el bando de los Arier lo había dicho todo. No hicieron falta palabras. El asco recorrió cada centímetro de su piel y Morder así lo había sentido. Los puñetazos y patadas iban y venían siempre con el mismo destino, el cuerpo de Facada. Cada señal que le quedase sería un recordatorio de parte de los Arier, un aviso de con quien no se puede jugar. 

-Así aprenderás a no proteger a niñatos, portugués de mierda- gritó Morder.

Facada estaba tirado en el suelo sin mover ni un músculo, no podía. Se sentía un amasijo de carne inservible y amoratada. Con el ojo que aún podía abrir un poco miraba a su "amigo" Galen. Ni siquiera una mirada de odio o resentimiento hacia Morder, sólo miraba al sueco desde el suelo. Era decepción lo que sentía. Galen se fue de allí con los demás, bajando la cabeza.


 Galen se fue de allí con los demás, bajando la cabeza

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Matías había acabado su dibujo de la pared. Estaba muy orgulloso de él, pero comenzó a llorar. No sabía muy bien porque le causaba esa tristeza. Tal vez no viera tan fiero al león como hubiese querido pintarlo, o tal vez el ratón se equivocaba y acabase falleciendo. El caso es que no sentía lo que pretendía y se enfadó. Pasó del llanto a la rabia en un segundo y tirando los utensilios de dibujo contra la pared, salió de su celda al pasillo. 

Se quedó perplejo con la escena que vio. Había decenas de peleas entre reclusos y hasta algún funcionario estaba metido en reyertas también. En la celda de Tomás había habido jaleo. Los Arier la abandonaban a toda prisa y podía ver a Facada en el suelo tumbado.

Una sonrisa ocupó su cara sin quererlo. A lo mejor iba siendo hora de demostrarle al león que el ratón podía servirle de ayuda.

Tomás entró a la oficina de Nuria después de pasar por el control de funcionarios y dejarse registrar debidamente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Tomás entró a la oficina de Nuria después de pasar por el control de funcionarios y dejarse registrar debidamente. Ésta le esperaba sentada en el sillón de siempre y mirándole fijamente. Tenía una expresión de sorpresa que a Tomás le gustó. Se sentó enfrente de ella.

-Vale- confirmó él -Lo haré-

La directora sonrió. Sabía perfectamente a qué se refería. Bajó la vista y buscó en una libreta situada al lado del teléfono fijo que disponía en su escritorio. Cogió el auricular y marcó una extensión. Esperó tres segundos.

-¿Doctor Muñiz? Sí, espero- se separó el teléfono de la oreja y se dirigió a Tomás -Es su secretaria, ahora mismo se pone- y se lo ofreció extendiendo el brazo.

Tomás lo cogió temeroso sin saber muy bien lo que hacer. Oyó que alguien le hablaba desde el otro lado, se lo puso en la oreja.

-¿Hola?- saludó Tomás.

-¿?- una voz de hombre le contestaba -¿Quién es usted?-

Tomás titubeaba. Nuria sonreía. Siempre lograba desconcertarle, eso le daba esperanza de que hubiese un camino hacia su socialización.

-S-soy Tomás, llamo de parte de la directora-

El Doctor Muñiz comenzó a reír. Esta Nuria siempre le hacía lo mismo, cuando veía a alguien con posible trastorno antisocial le hacía contestar a él mismo para que comenzara el tratamiento desde antes de empezarlo.

Tomás miraba raro, comenzaba a enfadarse por no entender la risa del hombre con el que estaba hablando.

-Tranquilo Tomás, no me río de ti- dijo el Doctor -Son las cosas de Nuria las que me hacen gracia. ¿Querías una cita verdad?-

Tomás ya no estaba tan seguro de ello. El hecho de la risa del doctor le había bloqueado bastante. Sentía que no empezaba con buen pie, como que iba a lograr desesperarle más que ayudarle.

-Pues ya no estoy tan seguro- comentó tajante Tomás.

-Vaya, no te preocupes, en serio. La risa no es parte de la terapia, a menos que la compartamos- le tranquilizaba Muñiz -Hacemos una cosa, ¿Vale? Pásate a verme en quince minutos, Nuria te dirá donde está mi consulta. Nos conocemos y si no te gusto te vas y no vuelves ¿De acuerdo?-

Tomás devolvió el teléfono a la directora sin contestar al doctor. <Tendrá que esperar para saber lo que decido> pensó. Sin mediar palabra ni mirar a Nuria se levantó y se fue de la oficina de dirección.









Antisocial ® (3 Colección Trastornos Mentales) #sakura2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora