Capítulo Dieciocho

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El Doctor Muñiz esperaba a Tomás con los brazos apoyados sobre su mesa de estudio. No tenía claro si iba a acudir a la cita, no le conocía y por tanto no sabía cómo de imprevisible podía ser, pero, como pudiera caber la posibilidad, tenía el deber de hacerlo.

Su secretaria entró para comunicarle que había llegado.

Muñiz sonrió el triunfo.

-Gracias Ana. Hágale pasar, por favor-

Tomás curioseaba todo en la sala de espera. Leía todos los diplomas que había enmarcados y colgados en la pared. No se fiaba de cualquiera. Si iba a ponerse en sus manos tenía que estar seguro de que no era un "comecocos" normal y corriente.

-Puede usted pasar caballero- le dijo Ana abriéndole la puerta con mucha educación.

A Tomás le gustó esa distinción. "Caballero". Sonaba a responsabilidad y madurez. Entró pensando en ello.

Muñiz le recibió levántandose de la silla y extendiendo su mano en señal de saludo. Tomás le correspondió.

-¡Hola Tomás! - El Doctor estrechaba fuertemente su mano -Me alegro de que hayas decidido venir-

Tomás se sentó sin dar muecas de contestación.

-Es un paso muy importante el que has dado hoy. Sin este primer paso es imposible iniciar una caminata, sin pretender moverse no se puede emprender un viaje-

Tomás resopló. El Doctor dejó de hablar para escucharle.

-Al grano- dijo con autoridad -¿Voy a lograr tener sentimientos?-

Muñiz miró con atención las expresiones y gestos de su paciente. Ladeó la cabeza.

-Depende de cuánto te importe y el esfuerzo que hagas-

Tomás miró al techo, luego a Muñiz.

-Comencemos-

Zabic no encontraba ni a Komputer ni a Giant,  el último Biele

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Zabic no encontraba ni a Komputer ni a Giant,  el último Biele. Se llamaba así, Gigante en polaco, por su gran altura, evidentemente. Siempre que los perdía de vista se fijaba en las cabezas de los reclusos porque la de Giant sobresalía por encima de todas, pero esta vez le era imposible dar con ellos. Además, por el revuelo montado en cada rincón del lugar, aún resultaba más difícil hacer un orden visual que le proporcionara alguna pista. Podrían estar en cualquier lugar, dando o recibiendo una paliza, de pie o tirados en el suelo, no iba a ser tarea fácil encontrarles.

A la vez que caminaba buscando se iba fijando por donde pasar y por donde no. Los Biele eran bastante odiados y seguramente habría alguna orden de búsqueda y captura para ellos por parte del líder de alguna banda latina, africana o incluso de rivales nazis, como los Arier. Eso es lo que más miedo le daba a Zabic, que pudiera cruzarse con Morder, y más ahora sin ningún tipo de protección.

Antisocial ® (3 Colección Trastornos Mentales) #sakura2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora