Capítulo Once

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-...por eso tienes que venir- explicaba Facada a Tomás en la celda conjunta.

Tomás, que en principio deseaba entrar en la banda, dudaba. Eso de que alguien que no sabía quién era tuviera que dar su visto bueno y admitirlo le tiraba para atrás.

-Pensaba que tú eras el jefe de los Messe- replicaba Tomás.

Facada miraba hacia abajo algo avergonzado.

-Hubo un tiempo que lo fui- contaba con nostalgia. -Pero me desafiaron y perdí la posición-

-Vaya, vaya- Tomás usaba un tono irónico -Así que no eres el más duro de aquí- se rascaba la barbilla.

Facada se levantó de pronto.

Ni tú tampoco!- dijo señalándole con el dedo visiblemente afectado -No tienes ni idea del lío que se va a armar por tu culpa. No sabes nada de quienes son los Arier-

Tomás se volvió a acostar en la cama con los brazos haciendo de almohada. Tenía un semblante divertido, la situación le causaba bienestar.

-Dímelo tú. ¿Quienes son los Arier?-

El portugués se acercó a la cara de Tomás. Se puso de rodillas en el suelo para hablarle más de cerca.

-Son los nazis más homófobos, racistas y peligrosos de todo este jodido lugar- hacía hincapié en la descripción -Y tú has ridiculizado a su líder y, peor aún, has llamado gay a su ídolo-

Tomás se giró hacia él viendo que a Facada le afectaba. Se incorporó y se sentó en el borde de la cama.

-Pero si me admitís en los Messe os afectará a vosotros también-

Facada le imitó y se sentó a su lado.

-No puedo dejar que te enfrentes a esto tú solo-

-¿Y eso que más te da a ti?- preguntó Tomás que no entendía de preocupaciones ni de empatía.

Facada miró hacia la pared de enfrente. En realidad no se fijaba en ella, no miraba nada, estaba ausente, pensando. Carraspeó aclarándose la voz. Estaba a punto de iniciar una confesión y pretendía que fuese escuchada.

-Me recuerdas mucho a mí cuando entré- comenzaba su relato -Al igual que tú ingresé con catorce años recién cumplidos. No conocía a nadie, nada me daba miedo. Me metí en muchos líos contra gente muy mala y aún no existían Los Messe...-

Tomás resopló y rodó los ojos. No le apetecía nada tragarse un rollo de sentimientos y culpas ahora mismo, bueno, ni nunca, esas cosas no iban con él. Facada se dio cuenta y le cogió del cuello violentamente.

-Mira niñato. Iba a darte consejos para que te fuese mejor en este lugar. Iba a contarte experiencias para que no tropezases con los mismos obstáculos que yo, en definitiva, iba a intentar mejorar tu estancia aquí -Tomás se ponía rojo por la falta de oxígeno en sus pulmones pero el portugués no aflojó -Pero, ¿sabes qué? Voy a dejar que te des el hostión. La gente tan arrogante como tú solamente aprende de esa forma. Ojalá que "El Bipo" no te admita en nuestra banda-

Le soltó violentamente y Tomás cayó de rodillas porque la falta de aire le había dejado débil por unos instantes. Tragó saliva como se tragan los alfileres, con dolor y dificultad. En cuanto tuvo la más mínima fuerza dijo con un hilo de voz:

-¿"El Bipo" es Matías verdad?-



-¿"El Bipo" es Matías verdad?-

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Morder hacía pesas en el patio mientras Polnich y Gefahr esperaban su turno. Otros nazis del lugar se habían enterado de lo sucedido en las duchas y se habían acercado a hablar con ellos. Se trataba de los Biele (blancos en Polaco). Eran respetados en el reformatorio, pero necesitaban aunar fuerzas con algún otro grupo de su ideología y pensaron que era la ocasión perfecta para hacerlo con los Arier, juntos serían los más temidos seguramente.

-¿No irás a dejar esto así?- le preguntaba Zabic* a Morder.

Morder no dejaba de hacer sus levantamientos de pesas mientras contaba en voz baja.

-Si lo dejas correr serás el hazmereír* del reformatorio- Zabic seguía insistiendo porque no obtenía respuesta.

-Doce... trece... caaatorceee- Morder elevaba la voz para que Zabic viese que no iba a atenderle hasta que terminara con su ejercicio.

El polaco pilló la indirecta y guardó silencio aguardando que Morder le cediese el turno para hablar. Los Arier eran, sencillamente, capaces de todo si se les faltaba al respeto.

Gefahr y Polnich retiraron las pesas a su líder una vez que hubo concluido su entrenamiento y las depositaron en su sitio correspondiente. Morder se secaba el sudor de la frente con su antebrazo derecho, pues las gotas le chorreaban hasta caer por la nariz. Miró hacia arriba todavía sentado en el banco de deporte y fijó los ojos en Zabic.

-Que sea la última vez que me interrumpes cuando esté haciendo algo- le dijo tranquilamente, una tranquilidad que causaba temor a quien la percibiera.

Zabic asintió y apartó la mirada.

-¿Qué mosca te ha picado puto Zabic?- le preguntó Morder al insistente nazi de los Biele.

-Decía que me he enterado de lo del niñato- hablaba bajito, sin querer ofenderle -Quería saber si necesitabas ayuda para darle una lección-

Morder se rió en alto y los demás se contagiaron de tal hecho. Nadie sabía el porqué de la risa, solamente el que la inició, pero todos sabían que dejarle reír solo le llegaba a enfadar porque se sentía ridículo.

-¿Crees que necesito a tu banda de fracasados para asustar al niñato?- preguntó mirándole con frialdad.

Zabic se pensó la respuesta, no quería responder algo que Los Arier pudiesen malinterpretar.

-No, por supuesto que no. Lo que digo es que si quieres nos encargamos nosotros para que tú no te manches las manos-

Morder se levantó y se acercó a Zabic lentamente. Lo analizó. Dio la vuelta y se situó detrás de él. Zabic no se movía, estaba muy nervioso por tenerle detrás y no verle. Morder le habló al oído.

-De verdad que dais pena Zabic. Dais mucho asco. En especial tú- con un gesto de la cabeza llamó a Polnich.

Éste se situó en el lugar de Morder y el alemán pasó a estar enfrente de él. Polnich le sujetó los brazos por la espalda. Morder cogió un puño americano que le ofreció Gefahr. Zabic creía morir, no podía con la presión. Le latían las sienes del puro miedo. Se arrodilló.

-¿Sabes? Tus perros ni se han movido, ni se han acercado a rescatarte. Te mira todo el mundo. No sois dignos de ayudarnos ni pedirnos un favor- Le dio la espalda a Zabic -Sin embargo, a veces tienes buenas ideas. Quiero que le deis una paliza al niñato- se giró y le golpeó en la cara con los nudillos armados por el hierro. -Le decís que vais de mi parte-



(El de la foto es Zabic)

--Hazmereír: Eres el hazmereir, eres el ridículo, de quien se ríe la gente.

--Zabic: Matar en Polaco



Antisocial ® (3 Colección Trastornos Mentales) #sakura2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora