Prólogo

2.6K 75 1
                                    

El propósito de todo esto es el dinero, Justin se lo recordó por más de cien veces, dejando claro ese punto que no podía rebasar. Conseguir todo el dinero posible, con tres meses de planificación o a unas pocas horas de su ejecución.

Como secuestrador profesional, los años transcurridos fueron todos en sótanos enormes, esperando por respuestas, mutilando a personas inocentes sin temer por su captura. La mayoría de sus presas, mujeres, chicas indefensas cuidadas por enormes guaruras que por un descuido perderían su trabajo. Muchas de ellas, hijas de empresarios con gran plata y autos relucientes donde uno podría ver su reflejo. Pero esta presa en particular, la que él miraba desde el otro lado de la calle, era diferente. Ella no estaba dispuesta, ni había sido planeada desde tiempo. Ella era algo espontaneo.

Después de años de ser el único aprendiz de Grecori Mayer, el rey de toda la mafia del secuestro, la reputación de Justin se había forjado poco a poco, estableciéndole como un hombre a la vez eficiente y decidido en cualquier tarea que se le confiaba. Y ahora, había llegado el momento de demostrar su valides al hombre que le dio todo desde que lo encontró en un calle, mendigando por un poco de comida.

Se enfrentaría a lo único a lo que nunca le podría ganar, algo raro. Eso que jamás había sentido, o al menos lo creía de esa manera.

Acercarse eficazmente, sin levantar sospechas. Nada de cometer errores o le costarían la vida. El plan era rápido y eficaz, Justin se presentaría en una de las galerías de arte de un poblado de Canadá, haría algunos cuantos movimientos para recibir las órdenes dictadas por “los de arriba” y se acercaría a esa chica. La nota incluía solo dos pasos donde cada uno se describía con clara hendidura.

1.- Mantén tu boca cerrada, si los policías te encuentran no sabes nada de nosotros.

2.- ______ Keaton. Ella debe de estar aquí en tres días.

Si lo lograba, podía hacer todo por lo que había hecho esto de matar, secuestrar, robar. Podría dejar todo, e irse.

Los días transcurrieron hasta que él pudo llegar a ______. Justin estaba lo suficientemente cerca para verla, pero a la vez lo suficientemente oculto, cualquiera que mirara solo vería un coche oscuro, con ventanas polarizadas. Él era casi tan invisible como la chica intentaba ser.

Había estado observándola durante horas; ella era completamente ajena a su presencia. Él era el monstruo que jamás se dejaría ver, que se esconde detrás de unos lentes y una sonrisa de la cual nunca sospecharías. La gente a menudo se cree que están más seguros en la luz, pensando que los monstruos sólo salen de noche.

Justin miró su reloj y luego de nuevo a la chica. La chica estaba sentada debajo de un árbol tapando su clara piel del sol, tenía un libro sobre su regazo y su mirada se compenetraba con las sonrojadas chapas en sus pómulos. Su familia era millonaria, el siguiente factor más importante después de ser hermosa.

Miró el atuendo sin forma y poco halagador de ______: pantalones entubados, sudadera azul, auriculares y un par de libros.

Ella miraba con desdén el camino por donde los autos recorrían su paso, parecía ansiosa por cruzar la calle. Él siguió mirando a la chica ¿Qué pasaría si se portara mal? ¿Si gritara y los delatara? Entonces tendría que matarla. Sostendría su pequeño y delicado cuello entre sus manos para penetrar un cuchillo justo en la yugular, nada más que eso bastaría para que cerrara la boca de una buena vez.

Las preguntas se esfumaron cuando la vio caminar hacia la otra esquina, ella siguió caminando hasta que se detuvo en una tienda de ropa.

Al perderla de vista, el tiempo no basto para que la desesperación se notara. El atardecer caía rápidamente mientras que en el suelo rebosaban las gotas de la lluvia a punto de soltar un aguacero. Justin tomo el volante del auto mientras que apretaba a fondo el acelerador, miro hacia el espejo retrovisor y comenzó a manejar.

Se detuvo cerca de una casa en construcción. Se bajó y encontró en la entrada de aquel montón de cemento a Grecori. Lo miro con respeto, estiro su brazo para estrujar su mano, ambos sonrieron y comenzaron a reír eufóricamente después de recordar sus nuevos planes. Hablaron por un buen rato, los regaños no se hicieron esperar por haber perdido la oportunidad de poner a aquella chica en la camioneta. Solo se vio el enorme brazo que le indicaba a Justin que fuera, regresara y la trajera el “dinero”

– Anda estúpido, crees que yo iré, pues estas equivocado. Esa es tu carnada, no la mía perro. – le grito desde la oscuridad de la casa.

Stockholm syndrome (Justin Bieber y Tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora