Capítulo 22. |Nunca|

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"______"

Una gran red que había sido trenzada hasta por mi propia familia. Mire como Jasper se aproximaba hasta mis padres mirándolos de igual o peor manera que yo, estaba indignado por su comportamiento; me rodeo con sus brazos y le respondí con un beso sobre su pómulo izquierdo. Mi labio inferior temblaba como si fuera una niña pequeña llorando por su primer dulce roto, en el suelo de un centro comercial. Mi hermano se alejó dejándome sola dentro de esa gran duda, no sin antes susurrar en mi oído que volvería pronto. Asentí con la cabeza evadiendo la responsabilidad que enfocaba que yo me quedara sola, luchando con esta enorme furia que me hacía querer brincar encima de esas personas que precisamente no sabía si ahora, justamente; eran de mi sangre.

– _____. – soltó mi madre sorpresivamente. Casi daba un brinco del susto, pareciera que acabara de ver un fantasma.

– Te sorprende verme. – resople dejando que escucharan mi voz por primera vez en dos meses. – ¿Qué…se supone que decían?

El nudo en mi garganta temblaba pidiendo poder salir en forma de llanto. Mi padre daba pasos acampanados y lentos para acercarse un poco más a mí. Evite que me tocara dando la vuelta alrededor del enorme sofá.

– Hija, no hagas caso de las estupideces que dice tu padre, está muy alterado por que no podíamos encontrarte.

– No me vengas con eso, sé muy bien lo que acabo de escuchar, no intentes negarlo. – dije haciendo repetidas pausas para suspirar. – Sé que él está vivo.

– ¿De qué hablas? – intervino rodeando mis hombros con su brazo. A pesar de su empeño, pude notar como le hacía señas a mi padre para que la apoyara.

– ¿Me lo van a negar? ¿Enserio? – pregunte realmente dolida. Empecine mis ojos e hice que mi padre cayera apiadándose de mí.

– Te llevare para que lo veas. – dijo vencido. Estaba segura de que quería recuperar todo el amor que había perdido hace años.

– De verdad. – tape mi boca con ambas manos, estaba a punto de gritar de felicidad. –Muchas gracias.

– No, no permitiré que ese tipo vuelva a ponerte las manos encima.

– Para que lo sepas, él jamás me toco. – sostuve mi postura erguida mientras que la miraba fijamente. – Vayámonos.

Dije finalmente tomando el brazo de mi padre y arrastrándolo hasta la puerta. Me acerque e hice que mi mano se incrustara en la parte intermedia de su torso para abrazarlo. Plante un beso en su mejilla y le sonreí tratando de brindarle un poco de gratitud en mi mirada.

– Él – dije titubeando. – ¿Él está bien?

Troné mis dedos de manera inherente esperando a que me recibiera con un sí. No respondió sino hasta que estuvimos dentro del auto. El motor comenzó a rodar haciendo un ruido estruendoso, moje mis labios con algo de producto salival tratando de evitar que mi boca se tornara seca. Vería de nuevo a Justin, y ni siquiera sé cómo me veo justo ahora.

– Sí. – oí a mi padre murmullar apretando sus dientes.

– ¿Si qué? – conteste escapando de mis pensamientos.

– Ésta bien. – dijo agachado. – Pero hoy es…

– Es… – agregue tratando de que continuara con su tardara replanteación de los sucesos que ni por mi cabeza hubieran pasado algún día.

– Su juicio. – suspiro cansado. Lo observe con los ojos llenos de lágrimas rogué porque me dijera que con solo una declaración a su favor saldría libre.

Me quede callada ante su silencio. Me plante fuertemente en el sillón secando el sudor que emanaba de mis manos sin cesar; hice caras raras durante todo el camino, observándome en el espejo retrovisor y riendo, evadiendo cualquier culpa, mentira, juicio o condena que me hiciera traspasar el hecho de que volvería a ver a el amor de mi vida.
Escuche un par de canciones de los 80’s mientras que mi padre las tarareaba despreocupado. Lo mire sonriente cambiando de estación, me alce de hombros y comencé a cantar una linda tonada triste. Él me observo y tomo mi mano tratando de sostener el volante con la que quedara libre.

– Te extrañe. – añadió evitando la mirada penetrante de mis ojos.

– Lo siento. – dije con culpabilidad. – Siento no haber sido una buena hija.

– No tienes por qué pedir perdón. – negó repentinamente. – Yo fui un mal padre.

No dije nada ante eso. Estaba segura de que era verdad así que no contraataque su idea; espere durante más de dos horas hasta que el auto se detuvo frente a un comisaria que pareciera que había sido hecho en la época de los vaqueros en donde el sheriff es un tipo gordo con una estrella dorada en el pecho.
Entramos rápidamente y trate de esconder mi cuerpo detrás de mi padre, después de recibir unas cuantas miradas. Necesitaba verme en un espejo ahora.
Un policía corrupto y un hombre tan necio como mi progenitor hicieron posible que yo entrara hasta las celdas para ver a Justin, justo antes de que le dictaran su condena. Camine cruzando mis brazos alrededor de mi pecho, los silbidos y morbosidades de parte de los constituyentes de la cárcel no se hicieron esperar; observe los números alzando la mirada hasta por encima de las cadenas luminares que rodeaban los cerrojos. Llegue tan rápidamente como mis piernas lo permitieran.

– ¡Eh Bieber! – grito el policía que me guiaba hasta el lugar indicado. Me sobresalte cerrando mis ojos para la gran sorpresa. – Tienes visita.

Me aleje un poco pegando mi espalda a la pared, estaba a punto de arrepentirme. No sabía que decirle en este momento.

– ¿Quién es? – escuche su voz haciendo un gran eco en el pasillo.

Me olvide de cualquier prejuicio y salte frente a los barrotes que nos separaban. Él me observo delicadamente, divise un par de lágrimas que estaban a punto de salir de sus ojos.

– Mi niña. – sonrió lleno de brillo. Lo mire dejando caer mi cabeza a uno de los lados e hice que mis labios se elevaran de manera redundante. Volé por unos instantes, técnicamente sentí como mis pies dejaron de tocar el suelo mientras me elevaba de manera repentina. Mi corazón bombeaba tan rápido emitiendo un ruido que cualquiera a quinientos metros lejos de mí, podría escuchar.

– Hola. – trague fuertemente dejando de lado la inmensa tristeza que era remplazada por una alegría magnífica que me llenaba por completo.

– Ho. – comenzó diciendo. – la.

Las silabas fueron separadas por ciertos suspiros enardecentés, y verlo respirar se convirtió en un gratificante momento de alivio. Nos miramos y pude ver como un enorme corazón llenaba el cuarto, apartando a cualquier tipo que dijera alguna obscenidad. Toque delicadamente su rostro. Aún tenía bastantes golpes a pesar del tiempo, sus nudillos estaban repletos de sangre remolida y sequedad que me parecían indefensamente tiernas. Mire sus ojos y me di cuenta de que aunque pensara que podría olvidarlo, siempre habría algo nuevo que me haría recordarlo.

– Creí que no querías verme. – dijo cabizbajo.

Arregle mi cabello pasándolo detrás de mí oreja. ¿Quién había dicho tal mentira? Deteste todas las patrañas que mis padres, pudieran haber inventado.

– ¿Crees que yo te habría dejado solo? – solté agriamente. – Jamás.

– ¿Nunca? – contesto dudoso. Parecía un pequeño niño esperando ansiosamente por un dulce, y mi respuesta era ese dulce.

– Nunca. – dije acercándome para besar sus labios.

En el instante en que mis labios tocaron su boca, mi mundo di un giro de trecientos sesenta grados, y digo trecientos porque regreso al mismo punto donde todo comenzó.

Stockholm syndrome (Justin Bieber y Tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora