Canción: Impossible.–James Arthur"Justin"
Sople el cerrillo incrustado en aquel pequeño pastel, preparado por Mathew, especialmente para mí. Hoy cumplo treinta y cinco años, la única prueba de mi vejez en este lugar era ese diminuto suspiro que a duras penas alcanzo a dejar humo alrededor de esa crema que parecía derramarse por el calor.
– ¿Acaso no estas feliz? Hombre, por fin sales de este alcantarilla. – Mathew alboroto mis brazos de manera brusca, lo mire sonriente. Y a pesar de haber soñado con este día durante los últimos quince años. Aún tenía miedo de esperar más de lo que merecía.
– Sí, es cierto. – negué repentinamente. – Muchas gracias, amigo.
Ese hombre, era acaso el primero que me había brindado su amistad en este recóndito sitio. Y quien habría de decirlo, que en un lugar donde habitan más ratas que seres humanos pude encontrar una relación más entera de amigos que a fuera donde se supone se sitúan las mejores personas. No niego saber lo cruel que pudo haber sido Matt antes de entrar a este lugar, tal vez cometió más de tres errores, mato a muchas personas, claro que lo había confesado y no lo juzgo. Sus pláticas resultaban tan amenas, decirle todo lo culpable que me sentía, me facilitaba el sueño.
– De nada, rubio. – aplasto mi cabello antes de aventar el pastelillo justo encima de mi cara para después embarrarlo descaradamente. – Te extrañare.
– Yo también, Matt. – asentí sonriendo.
– Recuerda, de mí no escuchaste nada de estas cursilerías. No por nada me conocen como el corta lenguas. – bromeo. Intento ocultarlo pero claramente percibí el nudo en su garganta. Habíamos jurado confidencialidad eterna durante cinco mil cuatrocientos setenta y cinco días.(…)
La celda se convirtió en un lugar repentinamente frío y de un momento a otro, los bellos de mis brazos se erizaron haciéndome sentir nervioso, ansioso y con un miedo que invadía mi cuerpo, un miedo mucho más grande que el de aquel día. El día en que mi madre me abandono.
Suspire mientras guardaba todo en la bolsa, mi póker y un par de ropas que había conseguido aquí adentro. Era tiempo de despedirme de todos los “criminales” que me tendieron la mano cuando más lo necesitaba. Les sonreí a todos y mientras asentía, me dirigí hasta Mathew, lo abrace con fuerza dejando caer mi mano sobre su espalda.– Ya pronto será tu día, hermano. – agregue separándome de él.
– No lo creo, a mí me falta mucho por pagar. – contesto algo áspero. – Pero anda, que ella te espera.
Respire profundamente mientras que las puertas se abrían. Me pregunto ¿Qué tanto habrá cambiado ella en estos años?
Estuve en una cárcel de alto riesgo, así que no se me permitían las visitas. Pero ______ no dejo de escribirme, me contó muchas historias graciosas sobre la universidad. Escribió sobre algunos novios que tuvo, pero siempre me dejo en claro que me amaba. Yo fui quien le rogó que los aceptara en su vida. No era justo que mientras yo pagaba por mis condenas, ella se atara a algo que no le correspondía. Camine sobre la inclinada acera, mi cabeza giro en su búsqueda. La última carta que le envíe tenía la fecha exacta en la que deberíamos de vernos, me resultaba algo malo el esperarla. Tal vez había conocido a alguien más, se olvidó de mí como al parecer todos lo hacen. El solo pensarlo me lleno de melancolía. Me alce de hombros y baje la cabeza en forma de derrota. No podía culparla si había olvidado venir a recogerme, ella tenía muchas cosas que hacer ahora, con su trabajo como administradora de hoteles y el cuidar de sus padres. Después de todo fueron quienes le dieron la vida. Esos pensamientos se esfumaron al ver la silueta de una pequeña mujer, sacudí la cabeza y parpadee continuamente, mis ojos no estaban engañándome, era ella. Mi _______, corrí hasta el otro lado de la esquina y sin pensarlo la tome por la cintura, la eleve mientras que la apretaba con todas mis fuerzas. Ella me miro sonriente. Su cabello yacía sobre sus hombros en forma de largos rulos, el color en su piel se notaba más clara y obviamente tenía un par de arrugas que me parecían adorablemente tiernas.
Acaricie su mejilla delicadamente, nos miramos un par de segundos. Nadie dijo palabra, al parecer necesitábamos del placer de solo mirarnos. Plante un beso sobre la comisura de sus labios, me separe rápidamente pero ella me atrajo hasta sus labios. Tenía tantas ganas de sentir su cuerpo.
– Te extrañe. – me susurro.
– Yo más. – respondí tomando sus caderas.
La observe y recordé ese mismo rostro la primera vez que la mire. Aquella fotografía en el expediente, y verdaderamente todo seguía como en ese instante, yo la miraba sin parar preguntándome ¿Qué había en esos ojos que me llamaban tanto la atención? Y ahora lo sé. Aquel rostro en esa pequeña imagen, era el de la mujer que me amaría, esperaría y sonreiría todos los días que me quedaban. Eso explica la extraña sensación aquel día en el auto. No era normal, la mire después de haber clavado el pañuelo con cloroformo sobre su nariz. La quería tener así por siempre, verla dormir me desconectaba del mundo y resultaba ser algo aún más pacífico. Salí del pequeño trance en el que me tenía su belleza.
Podrá sonar algo extraño, pero a pesar del tiempo la seguía amando, igual o mucho más que antes. Me trajo hasta ella. Y cruzo sus dedos con los míos; me llevo hasta un diminuto auto plateado e hizo que subiera al asiento del copiloto. No hizo más que guiñarme un ojo mientras arrancaba.
– ¿Dónde iremos? – le pregunte acariciando sus nudillos.
– A donde todo sea posible, juntos.
Me quede en silencio, y simplemente lo dije.
– ¿Quieres casarte conmigo? – musite con la cabeza baja. ______ me miro de reojo y asintió cortésmente.
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Stockholm syndrome (Justin Bieber y Tu)
Fanfiction"Un beso a la persona equivocada, lo convirtió en el rehén de su propio secuestro"