Capítulo 23. |Dos vistas diferentes| |Penúltimo|

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"Justin"

Susurre por tercera vez mi declaración, los tipos en el lugar habían sacado ya, un expediente lleno de todos los crímenes por los que se me acusaban. No negué ni uno solo. 

– Tú eres la propia cara del cinismo. – alardeo el hombre con una enorme gabardina. 

– Que diga la verdad no significa que lo sea. – conteste tratando de acariciar mis muñecas. – Solo quiero terminar con todo esto, no me queda nada más que vivir allá afuera, así que ¿Para qué mentir? No servirá de nada, confió en que la justicia hará su trabajo y pagare por todas las horribles cosas que he hecho. 

– Ya veremos si piensas lo mismo cuando tu familia venga a lloriquear para que te dejemos libre. 

– Mi madre murió hace doce años y mi padre fue igual de cobarde que yo. – añadí ahogando el nudo en mi garganta. – La única diferencia es que yo estoy dispuesto a esperar el tiempo que sea necesario para que se dicte mi condena. 

– Hombre, sí que eres valiente. – dijo soltando una bofetada en mi mejilla derecha. 

– No lo soy. – negué rotundamente sus palabras. – Ya que si lo fuera, me atrevería a llamar a la mujer que amo. Y más sin en cambio sé que ella jamás volverá.

– No me interesa saber la vida amorosa de un delincuente, ya tengo suficientes problemas con los míos. – refunfuño alterado. – Evans llévalo a su celda. 

Nuevamente las esposas rodearon mis manos. Mientras que el ayudante de la comisaria regresaba conmigo al mismo pasillo en donde había dormido. 

– Espera aquí, en unos minutos comenzara tu auditoria. – agrego antes de mírame con lastima.

Me alce de hombros algo molesto, me senté sobre la cama de cemento sólido. Mi compañero nunca me había caído bien. Me llamaba “Niño bonito” refiriéndose a mis ojos, o simplemente nunca había visto a un tipo más feo que él. Sobe mi cara con ambas manos en señal de desesperación. Me levante al ver venir al mismo carcelero de hace un rato. 

– ¡Eh Bieber! – refuto tomándose de los barrotes. – Tienes visita.

Amplié mis oídos y era cierto, no había escuchado mal. Alguien venia en mi búsqueda. Lamí mis labios con nerviosismo, podría ser el abogado de oficio que los comandantes me habían asignado, al cual rechazaría; para que tratar de buscar una defensa que no servirá más que para hacerme quedar peor de lo que ya estoy. 

– ¿Quién es? – pregunte. 

Aun sabiendo que podía tener indicios de quien me estaba esperando detrás de esa cerradura; pegue mi pie contra el piso alzándolo unas cuantas veces más temblando. Las gotas de sudor en mi frente escurrían hasta por detrás de mis orejas. Parpadee interminablemente mientras pasaba mi brazo para secarlas. De un segundo a otro vi a _____ saltar frente a mí, con una sonrisa torcida. Las agrias lagrimas atacaron mis ojos de manera improvisada y de un segundo a otro, me di cuenta de cómo ver a una persona se sentía como la mejor sensación, incluso si estoy encerrado, verla me convertía en el hombre libre que siempre quise ser. 

– Mi niña. – sonreí mirándola de pies a cabeza. Tenía el cabello amarrado en un gran moño mientras que unos cabellos sobresalían de las esquinas haciéndola ver más hermosa que nunca.

Detuve mis dedos antes de que salieran rápidamente desde dentro del acero para acariciar su rostro, la cálida piel que se observaba desde lejos me hacía querer besarla y dejarla caer sobre mi regazo para tenerla todos los días de mi vida. 

– Hola. – dijo, ese ligero saludo me lleno de alivio. Tan solo con cuatro palabras mis ojos lagrimearon por completo haciéndome sentir jodidamente enamorado. 

Stockholm syndrome (Justin Bieber y Tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora