Capítulo 12.|Decisión|

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“– Yo te gusto. – continuó ella. –, por el motivo que ya te he dicho: he roto tu soledad, te he recogido precisamente ante la puerta del infierno y te he despertado de nuevo. Pero quiero más de ti, mucho más. Quiero hacer que te enamores de mí…”- Herman Hesse.

"Justin"

Solo me dedique a ser yo mismo, en un lugar donde ni siquiera sabían de mi existencia; en donde yo no sabía que existía y después de todo no entendía que estaba sucediendo en ese preciso momento. Y por un instante me sentí libre, suelto de toda culpa y capaz de escapar de aquel lugar, pero como hacerlo si no había salida, no recordaba por donde entre, y no sabía por dónde huir; encerrado entre cuatro paredes que en cada parpadeo se volvían más y más pequeñas con menos distancia entre sí y haciendo que en mi pecho no pudiera fluir el aire.
Ahora estaba de pie con la mirada frente a un reflejo enorme, la luz golpeaba mis parpados de manera helada en el momento que busque una señal de vida. Me acerque cuidadosamente para tentar el humo frente a mis ojos, que al parecer no lo era; solo un tono espectacular del brillo que proyectaba aquella salida que llamaba mi atención. Y entonces lo recordé, muchas veces en televisión había visto la típica frase “No vallas hacia la luz” pero nunca en mí jodida vida había comprendido ni una sola palabra de lo que decían, eso me lo gane por analfabeta. Pero ahora que lo vivo, es tan lucido que logra que mi mente se abra y se dé cuenta de lo deseoso que estoy por acercarme. Me detuve en la esquina superior entrando no sin antes cerrar mis ojos, el golpe de una puerta enorme en mi frente hizo que mis parpados se abrieran de manera repentina. Respire calmado ante todo lo que observe; sentí una mano sobre mi hombro y un simple toque familiar.

– Hola. – dijo una voz dulce y calmada.

Me gire rápidamente para mirar quien estaba dentro de mi sueño, o tal vez dentro de lo que sería mi muerte. Porque eso es como lo siento.

– Te extraño mucho, mami. – añadí con lágrimas en los ojos. No podría creer lo que mis labios decían, a quien volvían a llamar.

– Yo también mi niño. – susurro. Mis manos tocaron su rostro para sentir si era real, si era verdad que estaba nuevamente con la única mujer que he respetado.

– ¿Por qué te fuiste? – pregunte dolido. Mi pecho ardió fríamente mientras que recorría mis brazos frotándolos para producir calor, me sentía totalmente helado.

– Tenías que enfrentarlo solo. – contesto serena. Mi expresión dejo ver lo confundido que me encontraba, como era posible que un pequeño de seis años estuviera designado a vivir sin su madre y volverse un sicario asesino para poder vivir.

– ¿Enfrentarlo? – sin más eleve mi rostro para mirarla fijamente a los ojos, los cuales también se encontraban aguosos mientras que sus mejillas se recorrían de un color rojo compaginado con su nariz.

– Si, tenías que cometer tus propios errores, enamorarte de la persona equivocada, sufrir y remediarlo.

– No puedo remediarlo, ella simplemente no es para mí. – respondí cerrando los ojos ante el ardor del agua dentro de ellos.

– Puede que no lo sea. Eso no lo sabrás hasta que lo intentes. – espeto después de clavar un beso en mi frente. ¿Intentar? Hablaba de acercarme a esta chica y pretender que sintiera algo por mí, debería estar bromeando.

– ¿Y si no lo intento? – le pregunte confuso. Arqueando mis cejas en forma de sequedad hacia el tema.

– Tendrás que quedarte junto a mí. – su voz sonó tan simple y sincera que no lo dude, mi madre estaba poniendo en mis manos una enorme decisión que afectaría todo mi presente.

– Entonces, tengo que elegir entre quedarme contigo o regresar con ella. – conteste seguro. – Fácil, perdóname pero si ya viví sin ti catorce años puedo seguir haciéndolo. Pero sin ella no puedo.

Me hinque ante los pies de mi madre, para rogar por su perdón. Su mirada delicada y tierna escaneo mi rostro antes de abrazarme fuertemente; toda esa libertad se había esfumado completamente, me sentía la peor basura que haya estado sobre la tierra justo después de negarle eso a la mujer que me dio la vida.

– No te preocupes, sé que es difícil, yo no pude hacerlo sin tu padre. Y mira en lo que me convertí. – confeso apenada. – Pero también es hora de que pagues por tus errores.

La imagen de una celda se presentó para lograr que mis neuronas produjeran temor al encierro. Sufro de claustrofobia y estar dentro de una habitación con rejas no ayuda demasiado a superarlo. Pero tiene razón, no puedo hacer nada contra eso, gracias a mi se han perdido bastantes vidas y si es necesario pagarla con mi propio aire; lo hare.

– Lo sé, y creó que entiendo que escapar no me servirá de nada.

– No. – respondió sin titubeos. – Solo decide que es lo mejor, estar con _______ o ir a la cárcel.

– ¿Cómo sabes su nombre? – pregunte juntando mis manos encima de mi cabeza, todo se volvió más confuso. Y nada tenía sentido.

– Como no saber el nombre de la chica que te ha quitado el sueño. – sonrío orgullosa.

– La quiero a ella, mamá. – suspire aguantando la respiración durante siete segundos, no quería arrepentirme y si respiraba el delicado perfume de mi madre lo haría en un dos por tres.

– Entonces, vete; ella está esperándote. – añadió besando mi mejilla. – Adiós mi niño.

– Gracias. – asentí con la cabeza y me aleje con las manos dentro de los bolsillos de mi pantalón.

Todo se volvió obscuro de un momento a otro, mis ojos observaban un gran muro negro donde se reflejaban todas y cada una de las muertes provocadas por mí. El asesinato del señor Coleman colgado sobre una cama de púas; el plomazo que recibió Anne después de que su familia no entregara el rescate completo; aquel envenenamiento de la pequeña de cinco años, la cual no me moleste en saber su nombre, no quería soñarla por el resto de mi vida; la primera vez que asesine a un hombre, aquel tipo que con solo seis años deje tirado en un enorme charco de sangre.

La octava vez que mire los ojos de Kate Hayden esos brillantes ojos verdes y ese cabello claro que se enredó en mí mano, la vez que me obligaron a matarla. Ella fue lo más cercana que tuve al amor, pero nada fue perfecto. Y esas últimas palabras rebotaron en mis oídos.

– Perdóname. – suplique, sosteniendo una navaja entre las palmas de mis manos.

– Pídele a Dios que te perdone porque yo, no puedo. – contesto mientras que la sangre salpicaba mi cara. La lagrimas se mezclaron con el color carmín, mis ojos dejaron de llorar justo cuando su corazón dejo de palpitar.

– Te quiero. – susurre culpable.

Y por último, pero no por eso la menos importante. Esta ella; _______ Keaton. A la única persona que le he mostrado mis sentimientos. Aquella que rompió ese muro de seriedad en mí. Esa pieza que me hacía falta para terminar con este proceso de malas decisiones. Pero la más lejana e inalcanzable.
Me senté en el suelo, para luego recargar mis cabeza sobre el mismo añadiendo un suspiro aliviado.

– Quiero volver. – susurre lentamente. – Quiero regresar con ella, sin importar que.

(…)

Abrí mis ojos haciendo muecas ante el ardor en ellos. Y mi deseo se hizo realidad, estaba frente a la mujer que quise ver desde que desaparecí; me miraba con horror y sangre en sus mejillas. Su sonrisa amplia y delicada me lleno de vida.
Mi cuerpo se sentía pesado y al intentar moverme, las heridas en mi pecho se hicieron más profundas. _______ tentó mis abdominales para asegurarse de que no me había lastimado; se estaba preocupando, existía preocupación en sus ojos.

– No te muevas cariño. – espeto cerca de mi oído. Me había llamado “cariño” ese pequeño sobrenombre que le puse el primer día que la vi.

– No creo poder. – bromee mientras que ponía mis manos sobre la sangre para mirar de qué color era. Si fuera azul no me importaría pero quería estar seguro de ser normal.

El sonido de las ambulancias me hicieron sentir seguro de que ya no existía posibilidades de escapar, la policía estaba justo alrededor de mí.

– Suéltelo. – le ordenaron a ______. – Aléjese lentamente de él.

– Hare lo posible por sacarte de aquí. – añadió. – No te dejare solo, estoy contigo amor.

Stockholm syndrome (Justin Bieber y Tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora