Capítulo 20. |Morgue|

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"_______"

Abrí mis ojos y nuevamente mire a los tumultos de doctores asustados. Observe mis muñecas y están eran recorridas por unas vendas que no recordaba y que ni siquiera me hacían sentir cómoda.

– ¿De nuevo? Enserio ______, tienes que tratar de progresar. – me dijo el médico arrastrando sus palabras hasta mis oídos. 

– Déjala en paz. – bufo el estudiante de enfermería a mi lado. – Lo único que necesita es que la entiendan.

El chico de obscuro cabello y ojos avellanados se acercó directamente mirándome a los ojos, sonrió mientras acariciaba mi rostro de manera complaciente. Quito sus gafas y me las puso para llamar mi atención.

– Te quedan bien. – añadió. Las retiro rápidamente pero mantuvo mi cara elevada con parte de su mano. – Pero definitivamente tus ojos son más lindos así. 

– Ve a coquetear por otro lado Bryan. – le regaño el encargado. – La chica tiene que descansar. 

– De acuerdo. – respondió molesto. – Nos vemos Little. 

Camino hacia la salida y justo antes de retirarse me sonrió de nuevo y con delicadeza alzo su mano para frotarla contra el aire en una despedida más efusiva. 

– No le hagan caso. – se defendió el tipo a mi lado. – Es un enamoradizo. 

Mis padres rieron al unisonó y yo solo quería vomitar. Después de Justin, no podía ver atractivo a cualquier hombre.

– Tal vez eso le ayude, mujer. – insistió mi padre con una sonrisa en el rostro, iluso. 

– Le haría bien salir después de todo el tiempo que paso… – mi madre se detuvo a reflexionar la frase. – Después de todo el tiempo que paso encerrada. 

Termino por decir, mientras que el chico aparecía en mi cabeza dando vueltas como un tremendo remolino. Apreté mi estómago con ambas manos haciendo muecas de desesperación. Todos me observaron y preocupados se acercaron para tratarme como una delicada pieza de porcelana. 

– Ésta bien. – se adelantó Portman, el doctor de cabecera. – En un rato se le pasara el dolor, ahora solo falta aplicarle unos antibióticos. Esperemos que no se vuelva a repetir este episodio. 

Quite el cabello de mi rostro después de ver entrar a mi hermano en la habitación, cerró la puerta y pidió que lo dejaran a solas conmigo, accedieron sin rezongar. 

– Mi niña. – dijo, lo mire despiadada. No permitiría que nadie más me llamara de esa manera. – Perdóname, de verdad siento mucho no haber estado ahí para protegerte. Soy el peor hermano mayor del mundo. – se inclinó hacia mí, dejando caer su cara sobre mi regazo. Sobe su cabello lentamente y asentí con un ligero parpadeo.

– ¿Eso es un sí? – pregunto emocionado. Eleve la cabeza de arriba hacia abajo y solté una sonrisa forzada. – Bien.

Se acercó eufórico para abrazarme. Lo tome entre mis brazos y de una manera sofocante respire con dolor. 

Llore sobre su hombro salpicando algunas lágrimas sobre su chaqueta camuflajeada. Me levanto en sus brazos y dio vueltas en el aire, sonreí unos cuantos segundos mientras que mi cabello rebosaba en la esquina de mi barbilla.
Después de un rato de oírlo hablar sobre Mónica, su novia. Mis padres entraron y sin piedad alguna nos separaron. Se llevaron a Jasper fuera del cuarto y pude escuchar todo por lo que se quejaban. 

(...)

– ¿No quieres acompañarnos? – pregunto mi madre; negué con la cabeza baja sin decir palabra.

– Iremos a la delegación. – susurro ni hermano sin saber que podía escucharlo. – ¿Cómo piensas que querrá ir?

Jasper llevaba unos cuantos días en casa. Por la anterior platica con mis padres me di cuenta de que él no sabía nada acerca de mi secuestro. Tal vez se olvidaron de mencionarlo o no querían que descuidara sus estudios en el ejército; y hasta ahora se enteró. Cada vez que se acerca para mirarme acaricia mi barbilla o me da un ligero beso sobre la frente, la última vez que lo vi fue hace cinco años antes de que tomara un avión directo a quien sabe dónde, me moleste demasiado porque sabía que él era el único que me escuchaba y se estaba marchando. Ese día grite sobre la almohada un par de veces mientras veía los vídeos de nuestros juegos de soccer. Después de eso, Jasper intento comunicarse, me llamaba constantemente pero me negaba a responderle. Cuando arranque el cable telefónico, mis padres decidieron dejar de pagar la línea, entonces mi hermano comenzó a escribir cartas preguntándome ¿Cómo estaba? ¿Si necesitaba algo? o suplicando que le contestara; pero jamás lo hice y me arrepiento.

– No tardaremos. – dijo el chico castaño frente a mí. – Siento mucho haberte dejado sola. Te quiero.

Plegué mi cabeza justo encima de mis piernas y llore sin dejar que él me observara. Lo mire alejarse no sin antes mirarme con lastima mientras engullía una linda palabra en el aire. Sonreí vagamente pero no lo percato. 

Los tres salieron del cuarto rumbo a dar su declaración; las autoridades tenían prohibido acercarse a mí, aun no era tiempo de progresar. Nadie comprendía lo que estaba sucediendo, no sabían nada sobre lo que había pasado con Justin, para ellos solo fue un secuestro común y corriente. La única que podría tener una vaga idea sobre ello, es mi madre después de mencionarle a Jasper la llamada donde le informaban que supuestamente había muerto.

(…) 

Cinco, seis, siete; comencé a contar las pequeñas cicatrices en mis muñecas y en fin, había demasiadas como para determinar un número exacto. 

– Linda, cambiare el suero ¿De acuerdo? – interrumpió la enfermera, ni siquiera recordaba haberla escuchado al entrar. 

Asentí con la cabeza y solloce un poco adolorida al sentir la aguja temblar sobre las venas de mis brazos. Quería gritar pero en cambio mordí mis labios, la carnosidad entre mis dientes dejo correr los fluidos salivales sobre la sabana. 

– Deténgase ¿quiere? – le grite desesperada, recibí de ella una mirada sorprendida, tal vez pensó que había perdido el habla. – Ya tengo suficiente con todo esto como para que usted venga a picarme. – añadí histérica.

Levante mi brazo y golpee a la mujer justo en el rostro, quería salir de este maldito lugar. Me levante sin ganas y tambaleándome sin cuidado, camine mientras buscaba la gran maleta con ropa que Jasper había comprado para mí. Tome una camiseta y un par de vaqueros negros, me vestí rápidamente sin dejar de ver la puerta; arrastre el cuerpo de la enfermera hasta la otra esquina de la habitación y salí percatándome de que nadie me estuviera siguiendo. Respire con ansias, cada paso se sentía tan pesado y estaba segura de que mi rostro se hallaba más pálido que de costumbre. Me detuve para dar la vuelta y ocultarme detrás del quirófano. Tape mi rostro haciendo una discreta sombra con un par de revistas sobre mi cara; cuando por fin se alejaron corrí hasta la salida y esperanzada, camine hasta una desgastada caseta telefónica, marque unos cuantos números que parecían ilegibles y que a pesar de todo, seguía recordando. Sonó unas cuantas veces pero nadie contesto así que me deje llevar por la inmensa curiosidad que me carcomía. 
Hace meses había conseguido el número de la morgue para un trabajo de ciencias sociales. Bufe al terminar de teclear. 

– Hola. – solloce descuidada. – ¿Quisiera preguntar sobre una muerte reciente?

– ¿Hace cuánto? – pregunto asertiva. Mi voz temblaba pero tenía que decirlo.

– Una semana. – respondí secamente.

– Nombre. – contesto con un tono algo áspero.

– ¿Disculpe? – añadí curiosa, trague el nudo en mi garganta mientras lamia mis labios con ansiedad.

– El nombre del fallecido. – dijo con desesperación.

– Justin. – suspire. – Justin Bieber.

Stockholm syndrome (Justin Bieber y Tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora