Capítulo 16. |Dolor|

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“Me miraste terriblemente por haberte mentido, por haberte dejado. No escuchaste lo que tenía que decirte más sin en cambio yo perdí lo único que me importaba en esta tórrida vida, tú”

"Justin"

– Por favor dime que no le harás nada ¡Dímelo! – grite furioso apretando sus piernas con ambos brazos.

– Lo lamento, pero ya es demasiado tarde. – respondió Grecori levantándome. Su voz sonaba arrepentida, pero no espera condolencias de su parte.

– ¿Por qué? – mis ojos comenzaron a lagrimear. – ¿Por qué ella y no yo?

– Quería verte sufrir, solo eso. – contesto sofocante.

– De acuerdo. – respondí tomándolo por los hombros, lo apreté en un fuerte abrazo para después separarme de él. Encontré ágilmente su arma y lo despoje de ella– Aun te respeto. – añadí mintiendo.

– Siempre lo hiciste. – me guiño su ojo derecho. – Merezco respeto, como una gran leyenda.

– Y como una leyenda, te daré tu gran final. – levante mi mano y presione el gatillo de la pistola.

Observe su cuerpo caer sobre el suelo, el color ámbar de su sangre recorrió mis pies mientras que Grecori me dedico una mirada de compasión antes de derribarse por completo, el ardor y odio aún seguían dentro de mí, y sin pensarlo dispare siete veces más sobre su pecho para que al final me asegurara de que no quedara rasgo de vida dentro de él.

– Ahora si imbécil. – le grite a su cuerpo sin movimiento, apreté mis puños y clave una patada sobre su estómago. – Golpéame una vez más, miénteme otra vez. – dispare todo mi rencor.

Me aleje hasta la primera habitación y vi el maletín con el dinero, no me quedaba nada más que eso y lo tome; un dinero sucio mal habido pero que me serviría para darle un sepelio pulcro y mereciente de mi niña.
Camine junto con el maletín, mientras que sobaba delicadamente mis abdominales; me senté en el segundo escalón.

– Te extraño. – mire al cielo. – Te extraño demasiado _______. – me abrace a mí mismo cuando las lágrimas rodaron por mis mejillas. – Te necesito más que a mi vida.

Desvié la mirada hasta mis pies donde se encontraba el dinero. Los observe cuidadosamente y agarre un par de dólares entre mis manos para romperlos, los aventé al suelo y pise con fuerza.

– Todo es su culpa. – mire con desdeño y pretendí solo por un segundo que ellos me escuchaban. – Su jodida culpa.

Decididamente golpee mi vientre para sentir aún más dolor, me arrepentía de todo lo que hice, de no haber dejado en libertad a mi pequeña a tiempo y por eso termino muerta. Me puse de pie y camine sin dirección por el bosque, mire un par de árboles con caras tristes, me lamentaba su mal tiempo y aun así me sentía como un completo loco tratando de crear una historia para cada uno de ellos.

– Tu amigo mío, sufres de mismo que yo. Acabas de perder al amor de tu vida. – mencione sosteniéndome del tronco, el mundo, mi vida había terminado y no me quedaban más amigos que cualquier objeto que no pudiera hacerme sentir más culpable de lo que ya me sentía. – Y tú, seguramente, te diste cuenta de que muy pronto caerás.

Sentía mi estómago a punto de reventar, el día de mi boda, mis futuros hijos y todas mis ilusiones habían terminado con solo un simple abandono. Por suerte aún tenía un celular en mi poder, todo en mi temblaba pero pude marcar correctamente el número de la familia de _______.

– Bueno. – contesto una voz tartamuda.

– Hola, su hija acaba de morir. – solté rápidamente y con un dolor penetrante en el pecho. – Lo siento mucho.

– ¿Cómo lo sabe? ¿Quién es usted? – pregunto nerviosa.

– ¿Qué quién soy? – añadí preocupado, quería en ese momento clavarme una estaca en el corazón y dejar de sentir todo este remordimiento.

– No me responda con una pregunta. – espeto enojada, escuche sus ligeros sollozos a través de la línea.

– Soy quien se la arrebato de las manos, soy ese bastardo que termino con su vida. – dije tragando el nudo en mi garganta. – Pero también fui el único hombre que la amo de verdad.

Se hizo un largo y curioso silencio y estaba seguro que la policía se está dedicando a rastrear la llamada; y esta vez tratare de no escapar.

– ¿Amar? ¿Cómo puede decir que la amo, cuando la asesino? – grito llorando, el chirrido de sus dientes golpeando su lengua traspasaba hasta el otro lado.

– No, señora; yo no fui quien la asesino, pero fui quien la abandono a su suerte esperando que un milagro sucediera. – colgué y aventé el celular para verlo romperse en mil pedazos.

Tome el aza del maletín y camine tratando de recordar el camino, mis pies ardían de cansancio pero seguí caminando. A lo lejos, una sola punta del techo de la casa se notó, mis ojos de nuevo lagrimearon dolorosamente. Cubrí ambas rodillas con las palmas de mis manos y respire todo el aire que pude.
Después de unos cuantos pasos llegué a la casa, pero me detuve antes de entrar; mire la perilla y aun no se detenían las lágrimas, mi corazón comenzó a palpitar rápidamente y sentía la necesidad de salir corriendo y convertirme en el terrible cobarde que fui siempre, no tengo el valor de ver el cuerpo de _______ sin vida; sin poder ver sus ojos de nuevo, sin oírla respirar y decirme “Bebé”. Cerré mis ojos y abrí la puerta; me quedé estupefacto al ver a ________ en el suelo, pero aún con vida, lloraba mientras que veía a un hombre tirado junto a ella. Se giró para verme con temor.

– Justin. – grito asustada.

– Amor, estas bien. – me acerque y abrace con ambos brazos. – Te creía muerta. – besé su cabeza mientras intentaba deshacer el nudo que unía todo su cuerpo.

– Que bueno que regresaste. – contesto besando mis labios, puso sus manos alrededor de mi rostro atrayéndome más hacia ella.

– ¿Qué sucedió? – pregunte pegando su pómulo a mi hombro, acaricie sus nudillos y mire al hombre en el suelo.

– Él, entro y me ataco. – respondió nerviosa. – Dijo que quería vengarse de ti, algo sobre un ojo. – termino de hablar.

– ¿Peet? – lo mire curioso. Aquel tío que intento violar a Kate, yo la defendí y clave un bisturí en su ojo. – Todo estará bien mi niña, te amo.

– Yo también te… – se detuvo al ver el maletín al final de la casa. – ¿Qué es eso?

– Nada. – conteste escéptico. Me levante y lo tome. – Esto, no es nada.

Elevo la mirada para observarme. – No me mientas ¿Quieres? Tú no. – soltó un respiro arrebatando el aza de mi mano. Lo abrió bruscamente dejando caer un par de dólares al suelo.

– Nada, por favor Justin, me dijiste que ibas por algo importante. Ahora resulta que este estúpido dinero es más importante que tu propia vida.

– Tu eres mi vida.

– Y me supera, te importa aún más que yo. ¿De qué es? – espero unos segundos. – Contéstame.

– Es tu rescate. – suspire con la cabeza baja.

Stockholm syndrome (Justin Bieber y Tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora