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Parecía como si hubiera una tormenta sobre su cabeza.

Con todas esa gotas cayendo, colapsando en el suelo. Una y otra vez en la cerámica, llenando sus oídos de ese sonido incesante, agobiante.

Víctor ya no veía nada por el vapor, por todo ese vapor que nublaba sus ojos aunque, por desgracia, no sus pensamientos. Si tan sólo hubiera algo que pudiera detener sus pensamientos, que los sedara, entonces él estaría de lo más agradecido.

El agua de la ducha estaba caliente, hirviendo contra su piel blanca, tan delicada, y que ahora había quedado completamente roja por semejante temperatura. Aun así, no deseaba disminuirla.

No..., él quería, de alguna manera, sentir ese dolor. Ese ardor consumiendo su ser, golpeando su cuerpo

Quería quemar su piel.

Quería quemarse a sí mismo.

Habían pasado cinco meses. Cinco meses sin tocar a Yuri, sin pegar su piel contra la propia, y ya no creía poder más. Su cuerpo moría..., ansiaba por sentirla, por impregnarse de él. Pero no podía, no podía todavía. Y aun así, agonizando una pena tan grande como para preferir quemarse vivo, sentía aquellas manos recorriendo su piel. La forma en que Yuri solía apegarse a su espalda cuando se duchaban juntos, acariciando su pecho con dedos que masajeaban en círculos, todo su abdomen con lentitud mientras veían el agua deslizándose sin descaro sobre él.

Víctor solía cerrar los ojos, Yuri solía besar su espalda sin dejar de tocarle.

Ahora se sentía real, demasiado real como si su marido estuviese allí dentro acompañándole, como si sus labios en verdad estuvieran besándolo. Porque sabía que lo que sentía no era sólo el agua chocando violentamente sobre su cuerpo, era el calor, el estremeciendo que le provocaba tenerlo así.

Tan cerca, tan íntimo. En un silencio que compartían ellos dos, con la única intención de darse placer, de demostrar su amor.

La respiración cálida. Los susurros sobre su oído erizándole por completo.

A pesar de no ser un hombre de palabras, Yuri lograba debilitarlo con sólo un par. Qué talento.

Cómo sería el sentimiento para que con sus propias manos comenzara a tocarse inconscientemente, imitando el recorrido, la presión..., la velocidad. Víctor suspiró, dejándose hacer por un Yuri ficticio, un Yuri que aún le amaba lo suficiente como para tomarle de los hombros, y entonces descender, poco a poco, quemando su piel cómo y cuánto él quisiera.

Yuri sabía lo que provocaba en Víctor.

Yuri sabía que en donde tocaría ahora, le haría jadear.

La positividad era algo que podría haber descripto a Víctor Nikiforov alguna vez. Ahora, sólo fingía ser positivo. Fingía que no dolía.

Claro, él no era alguien de satisfacerse con tan poco. Estaba bien con haber logrado que hablaran otra vez, que rieran juntos otra vez. Pero lo que él deseaba iba más allá de una simple interacción de amigos, porque Yuri no era sólo su amigo, Yuri era su pareja.

Necesitaba besarlo, necesitaba hacerle el amor. Víctor, necesitaba a ese Yuri con el cual se acostaba, se abrazaba, y hablaba de la existencia del todo hasta quedarse dormido. No necesitaba esto; un triste consuelo. Un "estoy aquí porque me das pena".

Quizás esa no era la intención de Yuri. Quizás sí, y Víctor ya no quería pensar.

Fue a la noche cuando llenó la tina, ésta vez, con agua tibia porque su piel había quedado sensible a morir.

HE • A VICTURI FANFICDonde viven las historias. Descúbrelo ahora