Parte 21 - Coleccionista de canciones

12.9K 585 396
                                    



Apenas tuve tiempo de gritar. Mi boca fue sellada por unos labios carnosos y sedosos. Su lengua acariciaba los míos con delicadeza. Entreabrí mi boca, dejándola entrar. Se movía de un lado a otro con lentitud, yo me dejaba llevar. Cerré los ojos. Alcé mis manos hasta su cuello, entrelazando mis dedos tras su nuca. Sus manos se aferraban a los laterales de mis caderas, hincado sus dedos en mi piel a través del grueso jersey que llevaba puesto. Cuando se separó de mí, mi cabeza se echó hacia adelante, mis labios pedían más. Me había vuelto adicta a sus besos. Podían ser tiernos o salvajes. Lentos o rápidos. La verdad es que los diera como me los diera, un cosquilleo me recorría el cuerpo cada vez que estaba cerca de mí. O tal vez era el hecho de que estábamos haciendo algo prohibido, cada roce disimulado entre nuestras manos por debajo del mantel cuando Renato estaba cerca, cada mirada llena de deseo, cada vez que se mordía el labio inferior mientras me miraba de reojo. Eso era lo que hacía que tuviera más ganas de besarlo, de tocar su cuerpo. Quién sabía cuál era la razón. Lo único que sabía era que desde nuestro primer beso en aquel ascensor, todo había cambiado. Cada escapada nocturna que hacíamos era diferente. A veces nos quedábamos hablando hasta altas horas con algún beso fugaz de por medio. De repente, todas las preocupaciones que había tenido al principio, se habían esfumado por completo. Mi cara era conocida por las CNCOwners por lo que ya no hacía falta que me escondiera cada vez que salíamos a algún lado; aunque aquello se había convertido en un caos. No terminaba de acostumbrarme a los gritos, a los tirones, a algunos insultos, a los empujones y a las muestras de cariño que me daban que eran muchas más de lo que podía haber imaginado. Me sentía extraña como si nada fuera real. Si no fuera por los chicos probablemente todo aquello me habría superado ya hacía tiempo; pero con ellos parecía todo más fácil. Siempre con sus bromas o con sus ideas locas conseguían que olvidara todo lo de fuera.

–Zabdi, ¿has visto a Chris? –la voz de Renato sonó demasiado cerca.

–Lo dejé en el cuarto –escuché decir a Zabdiel.

Sonriendo sobre mis labios, Christopher metió la tarjeta en la ranura de la puerta y me empujó hacia dentro cuando esta se abrió y cerró tras él.

–Casi nos pilla –le reprendí con los brazos en jarra–. Te he dicho mil veces que tenemos que tener cui... –No me dio tiempo a terminar la frase, Christopher volvió a posar sus labios sobre los míos, apretando levemente.

–Calla –me dijo separándose un poco de mí–. No nos ha visto, ¿no?

–¿Cómo estás tan seguro?

–Confía.

Torcí la boca, disgustada. Nos arriesgábamos demasiado. Ni si quiera sabíamos si sospechaba algo, solo esperábamos que no fuera así, aunque yo creía en todo momento que el hecho de estar cerca de Christopher era suficiente para que Renato se diera cuenta que pasaba algo entre nosotros. Pero a Christopher no parecía importarle nada de eso. Suspiré y puse los ojos en blanco al ver que él me miraba con una amplia sonrisa iluminando su rostro.

–Estás loco –dije suspirando.

–Por ti –me agarró de la cintura, pegándome a él y me dio un beso en la cabeza.

De repente, se escucharon golpes tras la puerta. Sin darme cuenta me puse tensa mientras Christopher reía por lo bajo.

–Tranquila linda, no puede ver a través de ella –me dijo en un susurro.

–Chris, tenemos sesión de fotos, dale –la voz de Renato sonaba amortiguada desde el otro lado.

–Voy –Christopher giró la cabeza un poco hacia el lugar del que procedía la voz para luego volverse de nuevo hacia mí–. ¿Esta noche un billar con los chicos? –Me preguntó en voz baja.

CNCO - Más que un sueño [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora