Los gritos retumbaban en los cristales de la puerta. Eran ensordecedores, a pesar de que aún estábamos en la terminal del aeropuerto. Faltaban varios metros para llegar a la puerta de salida y mi corazón ya latía a mil por hora. No sabía lo que nos esperaba al otro lado. Habían sido dos meses de volverme a acostumbrar a aquel ritmo frenético que llevaban los chicos. Acostumbrarme de nuevo a ir de un lado a otro sin apenas descanso. Conciertos, entrevistas, promos, más conciertos. Apenas nos daba tiempo para comer. Habían crecido tanto en aquel último año que ya era prácticamente imposible andar por la calle. Y contra todo pronóstico, a ellos les encantaba. Habíamos estado en Argentina y México, recorriendo varias ciudades con su tour, sin parar. Habíamos tenido que correr para llegar a la furgoneta, para entrar en la radio, para salir de hotel. Pero ninguno estábamos preparados para lo que nos íbamos a encontrar allí. Héctor estaba delante de los chicos con los puños cerrados y los brazos tensionados. Las piernas abiertas a la altura de los hombros y la espalda completamente recta, mirando a un lado y a otro. Renato colocaba a los chicos en fila tras Héctor. Primero Richard, Joel, Zabdiel, Erick y Christopher. Después yo y por último él, seguido del resto de integrantes del grupo.
—No te separes, ¿de acuerdo? —Me dijo colocándome las manos sobre los hombros.
—¿Tan mal está la cosa ahí fuera?
—Es probable —me giré hacia él con el ceño fruncido cuando pronunció aquellas palabras—. Tenemos poca seguridad y se escucha demasiado ruido —posó su mirada en mí brevemente, para después mirar de nuevo al frente, observando las puertas de la terminal.
—¿Listos? —Un guardia de seguridad apareció por la puerta de atrás—. Esperemos que pase rápido —dijo por lo bajo, tal vez esperando que nadie lo escuchara.
Pero sus palabras lo único que hicieron fueron ponerme más nerviosa aún. ¿Qué pasaba allí fuera? ¿Por qué los guardias estaban tan tensos? ¿Qué hacía que Héctor ni pronunciara palabra? Cuando las puertas se abrieron los ensordecedores gritos hicieron que cerrara los ojos de manera inconsciente como si así pudiera mitigar el ruido. Christopher giró la cabeza levemente hacia mí. Su mandíbula apretada me indicó que estaba preocupado. Me limité a dedicarle una sonrisa nerviosa en un intento de quitarle importancia a todo aquello; pero la verdad era que estaba atacada. No sabía lo que nos esperaba y lo que pasaría. No me dio tiempo a pensar mucho más en ello. La comitiva se puso en marcha. Me aferré a la cintura de Christopher mientras los chicos se cogían los unos a los otros de los hombros, igual que Renato que iba hincándome la yema de sus dedos en los míos. Aún no habíamos salido de la terminal y ya sentía que me faltaba el aire. Nos habían avisado que aquello pasaría, pero no creí que sería tan rápido. Estábamos a más de tres mil metros de altura. La falta de oxígeno era notoria. Eso sumado a los nervios, hizo que empezara a respirar con dificultad.
—Coge aire y tranquilízate —me susurró Renato a mí espalda.
—¿Qué aire, Renato? —Pregunté girándome hacia él—. Es lo que menos hay aquí —escuché cómo soltaba una carcajada al tiempo que me apretaba suavemente los hombros.
Las risas se terminaron. En cuanto salimos del aeropuerto todo se convirtió en caos. Las fans que estaban allí esperando se abalanzaron sobre nosotros. Lo único que conseguía ver era un amasijo de manos volar por todos lados, empujones a diestro y siniestro, manotazos por todo el cuerpo, arañazos y, sobre todo gritos. Empezaba a agobiarme. Entre la falta de oxígeno y la aglomeración, me sentía mareada. Respiraba con dificultad. Miraba de un lado a otro con los ojos desorbitados, intentando encontrar explicación a aquello. ¿Por qué se abalanzaban de aquella manera? ¿No era mejor esperar tranquilas para así tener posibilidades de que los chicos se acercaran a ellas? ¿Qué conseguían con todo aquello? Me dolía la cabeza y el pecho. No sabía si por los golpes que estaba recibiendo o por el agobio en general. Agobio que aumentó más aún cuando perdí de vista a Christopher. Una marea de gente se interpuso entre nosotros. Veía la cabeza de Zabdiel sobresalir entre tanta multitud. Estaba a tan solo unos metros de distancia, bamboleándose de un lado a otro, mirando a ambos lados con una sonrisa nerviosa y la incertidumbre reflejada en su rostro. Ninguno esperaba aquel recibimiento. Intentaba avanzar hasta ellos, pero estaba atrapada entre varios cuerpos que me llevaban de un lado a otro en un intento de llegar hasta ellos. Renato me empujaba por la espalda con fuerza para hacerme avanzar, pero era una tarea inútil. Se había formado un amasijo de cuerpos, brazos, piernas y gritos delante de mí. Hice acopio de todas mis energías para apartarlas y llegar hasta la furgoneta, pero era algo completamente imposible. El pánico se apoderó de mí. No veía el modo de salir de todo aquello. Cada vez había más gente con sus móviles intentando grabar a los chicos. Gritos y empujones. Llantos y voces pidiendo auxilio. De repente escuche un grito de una voz familiar a mi espalda y, acto seguido, las manos de Renato desaparecieron de mis hombros. Alarmada, me giré como pude hacia atrás y vi a Renato con una mano en la cabeza, en su rostro una mueca de dolor.
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CNCO - Más que un sueño [COMPLETA]
Fiksi PenggemarCuando Irene es elegida por su jefe para escribir la historia sobre unos chicos jóvenes y talentosos, no puede creerlo. Pero su sueño se hará realidad cuando se entera de que esos chicos son los integrantes de la banda del momento: CNCO. En el insta...