Parte 42 - Adrenalina

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Daba vueltas como loca en la habitación. Cruzaba las manos tras la espalda. Las juntaba delante de mi pecho. Las pasaba por delante de mi rostro. Miraba el reloj de mi móvil una y otra vez. La puerta sonó al fin. Casi corrí hasta ella para poder abrirla cuanto antes. Como un huracán, Lara entró, abalanzándose sobre mí, apretándome entre sus brazos mientras gritaba de alegría. Nos miramos un instante y empezamos a reír a carcajadas. Callé de golpe al ver pasar a un hombre trajeado mirarnos con extrañeza a través del hueco de la puerta. Le sonreí tímidamente mientras cerraba despacio para no hacer más ruido del que ya habíamos hecho. Después me giré hacia mi hermana y volvimos a gritar de alegría cogiéndonos de los brazos y dando una pequeña vuelta sobre nuestros talones.

–Vale. Tengo la sensación de que ha ido bastante mal –dije entre risas sacándole la lengua mientras nos sentábamos en la cama.

–Uy, sí, muy, muy mal –contestó mi hermana con ironía–. Tú también, ¿no?

–Ya te digo –empecé a reír con ganas, coreada por Lara–. Cuenta, cuenta. ¿Qué habéis hecho? –Pregunté, entusiasmada.

–Pues... –Se acarició la barbilla con el índice y el pulgar mientras me observaba con los labios fruncidos, intentando disimular una sonrisa–. El primer día lo pasamos entero en la habitación –se tapó la boca–, y... bueno... está claro que hicimos todo menos descansar...

–Vale, ya... –Negué con efusividad con la cabeza, intentando hacer desaparecer la imagen que se me había formado en aquel momento.

–Después cenamos algo en la habitación mientras veíamos una peli –prosiguió diciendo Lara sin hacer mucho caso a mi cara descompuesta–. Al día siguiente estuvimos dando un paseo por las calles de Los Ángeles. Me sentía como en una película típica americana. Parecía un sueño –habló entrelazando los dedos de sus manos unos con otros y mirándome con los ojos entornados.

–¿Y qué más? –Le pregunté, impaciente.

–Pues nada –se encogió de hombros–. Estuvimos paseando por el jardín botánico de Eaton Canyon.

–¿En serio habéis llegado hasta allí? –Hablé, sorprendida–. Pero eso está bastante lejos, ¿no?

–Bueno, a hora y media en tren –se encogió de hombros–. Salimos y estuvimos toda la mañana paseando por allí. No veas, Nene –agitó las manos de arriba abajo con efusividad–, aquello es precioso y está lleno de vegetación. Es un sitio súper tranquilo. Y nos agarrábamos de las manos y nos besábamos y reíamos y hablábamos... –Mientras decía todo aquello, tenía los ojos abiertos de par en par llenos de entusiasmo y felicidad.

–Es decir que no habéis parado estos días –dije en voz baja con una sonrisa en los labios.

–Para nada –negó lentamente con la cabeza–. Hemos estado juntos que era lo que queríamos y hemos visto parte de Los Ángeles. De verdad Nene, es todo un sueño. Y no me creo que nos tengamos que ir ya –hizo pucheros moviendo el labio inferior de manera repetida.

–Bueno... en realidad... –Empecé a decir en voz baja, mirando hacia otro lado–. En realidad te vas a tener que volver sola...

En un abrir y cerrar de ojos, el ceño de mi hermana pasó de estar relajado a estar totalmente fruncido, formando una suave línea entre sus dos cejas. Echó la cabeza hacia atrás, intentando entender qué era lo que acababa de decir. Despacio y sin miramientos, le conté la buena noticia. Nada más decírsela, se puso a gritar como loca. Se levantó de la cama y empezó a dar saltos de alegría de un lado a otro con una sonrisa de oreja a oreja.

CNCO - Más que un sueño [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora