Parte 33 - La temperatura

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Richard fue el primero en aparecer por la puerta vestido completamente de negro y una gorra cubriendo su pelo rubio. Nada más entrar, se giró hacia mí con su sonrisa resplandeciente en el rostro. Me abrazó por la cintura y me pasó una mano por el pelo.

–Mi amor –me dijo en voz baja–, qué bien que te veo al fin –se separó un poco de mí para mirarme de arriba abajo para después darme un ligero beso en la mejilla.

Erick se abalanzó sobre mí, casi tirándome al suelo.

Asere, ¿cómo tú estás? –Casi gritó cerca de mi oído, clavó sus ojos claros, casi transparentes en los míos y me pellizco ambas mejillas.

Hice una mueca de dolor mientras me frotaba la zona dolorida.

–Bruto eres –dije en voz baja con el ceño fruncido, intentando aparentar estar molesta, pero era imposible disimular la amplia sonrisa que tenía dibujada en mi rostro–. Aunque echo de menos tus bromas.

Erick volvió a abrazarme con más fuerza.

–Yo echo de menos hacértelas –sacó la lengua mientras le dedicaba una rápida mirada a mi hermana a modo de saludo.

Zabdiel apareció en mi campo de visión. Casi había olvidado lo hermosos que eran sus hoyuelos. Lástima que sus perfectos y castaños rizos estuvieran tapados por una gorra verde militar. A Lara no le iba a gustar.

–Dímelo mami –dijo nada más verme, acercándose hasta mí con los brazos abiertos y andando como si fuera un bebé recién nacido–. ¿Cómo estás?

Lo abracé con fuerza, aspirando su olor dulzón. Me colocó una mano en la cabeza y me dio un ligero beso en la coronilla. Le guiñó un ojo a mi hermana y se dirigió hacia donde se encontraba Renato esperándolos.

–Bella.

Me puse tensa nada más escuchar su voz. Giré la cabeza lentamente hacia él con los ojos abiertos como platos. Observé su pálido rostro, su sonrisa resplandeciente y cautivadora, su pelo castaño que sobresalía ligeramente bajo la gorra negra que llevaba. Me mordí el labio inferior en un intento de contener las ganas que tenía de besarle, de abrazarle y no soltarle, de llorar, de gritar, de preguntarle qué había pasado con Sara; pero tuve que guardarlo todo y mantener la compostura. Clavé mis pupilas en sus ojos pardos. Creí leer en ellos el mismo deseo que sentía en mi interior; o tan solo sería un reflejo de los míos. Cuando me envolvió entre sus brazos mi cuerpo se relajó por completo. Era justo lo que necesitaba, era lo que quería. Volver a sentir su calor. Su respiración.

–Te extrañé –me dijo Christopher al oído, pegando sus sedosos labios a mi lóbulo, haciendo que un cosquilleo me recorriera de arriba abajo.

–Yo también –cerré los ojos como si así pudiera retener con más intensidad el olor a bebé que desprendía su cuerpo–. No sabes cuánto.

Posó sus cálidos labios sobre mi frente con delicadeza. Cuando los retiró, abrí los ojos de golpe, como si me hubieran golpeado en el centro del pecho sin previo aviso. Sin darme cuenta, lo agarré del antebrazo. Christopher me miró con el ceño fruncido. Le dediqué una media sonrisa nerviosa y agaché la cabeza, avergonzada por aquel impulso. Por un momento había olvidado dónde estábamos. Evité mirar hacia donde se encontraban las CNCOwners, deseando con todas mis fuerzas que ninguna se hubiera percatado de mi acto o que, por lo menos, no lo interpretaran como que había algo entre Christopher y yo. Deseaba que no lo interpretaran de ninguna manera. Cogí aire para tranquilizar mi agitado corazón mientras soltaba el brazo de Christopher muy despacio, para intentar pasar desapercibida. Joel se acercó hasta a mí, dándome un fuerte abrazo y sonriéndome con ternura.

CNCO - Más que un sueño [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora