Capítulo: 2

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Ceñudamente sorprendido y mirando el celular Terence se quedó, dejando pasar unos instantes; empero al siguiente y al no haber obtenido señal de ella, decidido él devolvió la llamada. No obstante la línea marcaba ocupada; y es que...

– Te pregunté con quién hablabas, Candy.

La madre de Tom caminó hacia ella para quitarle la bocina y desconectar el aparato.

– Con... un amigo.

– ¿Tan pronto ya los tienes en la ciudad cuando apenas acabas de llegar?

– ¿Hay algún problema con eso?

– No, claro que no, niña insolente; sin embargo te recuerdo que ésta es la casa de mi hijo; y por mucho que Patty haya sido tu prima no te da derecho a tomar las cosas sin permiso.

– Siendo así... lo siento mucho, Señora María. No volverá a ocurrir.

– Por supuesto que no porque yo me encargaré de vigilarte. Ahora ven conmigo –, la mujer pasó frente a la joven, – te mostraré tu habitación. Además debes estar a lado de los niños.

– Pero ellos están en clase; y por lo mismo, a cargo de su profesor.

– No importa –, oculta pero obviamente enojada, la abuela se detuvo y giró sobre sus talones para ordenarle: – No debes perderlos de vista.

– Como diga, señora – dijo Candy mirando el teléfono que por el otro lado seguía marcando ocupado; y por ende se berrearía:

– ¡Vamos, ya terminen de hablar!

– Pero si ni estoy hablando – respondió Bobi sacando la cabeza del cofre del auto.

– Tú no, cabezota.

– ¿Ah, no? ¿Entonces?

– Estaba hablando con Candy.

– ¿Candy? Eso me suena muy dulce.

– Se trata de la chica de anoche, sangrón.

– Oh, sí. Ya la recuerdo. ¿Así se llama?

– Sí.

– ¿Y dónde está?

– En el interior de esa casa – el chofer la apuntó.

– ¡¿La del lechero?! – el mecánico siguió demostrando desprecio.

– Sí, resultó ser su pariente político.

– ¡Me cachis! Y por lo visto quieres verla – se interesaron.

– Si no se puede, me conformaría con que me respondiera.

– Pero no te enojaría verla, ¿verdad? – se indagó divertida y malintencionadamente.

– Pues no.

– En ese caso, mi amigo, yo te haré el favor.

– ¿Cómo? – se miró al que se acercaba a la banqueta donde yacía parado el chofer.

– Voy a dejar el presupuesto y...

– No.

– ¿No que quieres verla?

– Sí, pero... tengo una idea mejor.

– Compártela.

– ¿Ya terminaste?

– Ya casi. Sólo sumo los totales y...

– Vamos al taller – continuó Terence, – pasas los números en limpio, me los entregas y yo los traigo.

Destino: tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora