Capítulo: 30 (FINAL)

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Recientemente entregados al amor, acostados y de frente, sus seres no podían creer que estuvieran una vez más ahí y así, habiendo también fiesta en sus corazones no sólo por el hecho de haberse amado una vez más sino lo que a través de unos ojos se hacía llegar: la emoción de un sueño anhelado. Un hijo. En sí, una niña de ambos.

Yaciendo Candy con los párpados cerrados, Terry al estar despierto miraba de nuevo el abultado vientre; y debido a un movimiento y a que ella hizo un gesto facial, adonde se posara su mano, sobre su dorso, él colocó la suya oyendo de la quejosa:

– Me pateó.

– ¿Lo hace seguido? – se quiso saber. Con un asentamiento de cabeza se decía:

– Ya quiere salir. Le hablé tanto de ti que...

– Yo también quiero saber cómo es. Cómo será.

– Bella – dijo ella, la cual sin abrir los ojos tocaba el guapo rostro vecino, – tanto por dentro como por fuera. Igual a su padre. Te amo, Terry.

La mano que le acariciara, él tomó para llevarse el cálido dorso a sus labios y pegarse en ello en un largo beso, transmitiendo así cuánto se le amaba inclusive. ¡Tanto que...! ¿cómo podía compensárselo?

– Olvidando – sugirió Candy, – olvidando y comenzando nuevamente.

Terry asintió. El tiempo de perdonar y olvidar había llegado para concentrarse únicamente en ellos quienes dormirían un rato más. Pero una pesadilla despertaría a Grantham, al cual pondría de pie para disipar la angustia que le había causado. Su madre estaba involucrada en ello, y de sólo pensar que la perdía como lo vio en su sueño, el escalofrío que le recorría por todo el cuerpo, lo haría ir a ella, una vez que hablara con Candy sobre lo que sus vidas a partir de ese momento serían.

"Olvidar" ella le remarcó cuando despierta estuvo y él contado al hallarlo sentado en el sillón individual y sumamente pensativo.

– Por mí no hay problema si quieres regresar. Este estado en el que estoy me ha hecho reflexionar mucho. Y... puedo asegurarte ¡cuánto! tu madre está sufriendo por ti.

– Entonces... ¿vamos? – ciertamente temeroso él hubo preguntado. Aunque agregaría: – También de mis amigos me alejé y... quisiera que todos fueran parte de nuestra felicidad.

Sabiendo Candy que entre esos estaba Doug quien lo viera besándose con Tom, no dejaría su sonrisa ni tampoco lo desanimaría:

– Vamos. Sólo que...

– ¿Qué?

– No lo haremos ahora, ¿verdad?

– ¿Cuánto tiempo falta para que nazca nuestro bebé?

– Poco. Y entre tu temor por volar y yo al no permitírseme así –, se apuntó su pancita. Él completaría la sentencia inquiriendo:

– ¿Y si manejo hasta allá?

– Harías más paradas de lo normal y llegaríamos casi el día del alumbramiento.

– ¿Entonces?

– Quedémonos aquí ese tiempo que resta y después...

= = . = =

A pesar de que Candy estaba segura de que Terence llegaría, Tom, Allen y Art no se movieron de la ciudad. Ya llevaban días disfrutándola cuando tuvieron noticias de la tía. Por supuesto éstas fueron increíbles; y aunque al principio no se veía amistad entre los varones adultos, esa relación brotaría en el mismo día que naciera Giselle, la primera y única hija de los Grantham-Wilde.

Destino: tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora