Capítulo: 22

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Terence recibió el día sábado en compañía de sus compañeros y circulando una enorme fogata.

Justo a las ocho de la noche arribaron a su destino: Dakota del Sur; descargando la flotilla de autobuses su pasaje frente al hotel del pueblo más cercano al parque nacional Mount Rushmore.

Desde su asiento que era una roca plana, el guapo y serio hombre tenía fija su mirada en las oscuras esculturas de los famosos personajes ex presidenciales estadounidenses mientras que sus compañeros en lo que cenaban y bebían, reían de sus chistes. Y porque él no lo hacía a pesar de estar entre ellos...

– ¿Todo bien, mi buen Terence? – preguntó el más joven de los choferes y ofreciéndole, de pie, una soda o una cerveza.

– Todo bien, Peter –, la mano del conductor se hizo del refresco –, gracias –; se apreció sinceramente tanto el ofrecimiento como la consternación.

– ¿Te animarás a subir? – a la rocosa peña que se tenía enfrente.

– Honestamente no lo creo –, la cadera podría molestarle al intentar escalar.

– Yo sí – dijo entusiasmado el muchacho, – siempre las quise visitar y nunca pude venir de excursión.

– Entonces vas a disfrutarlas mucho.

– Lo mismo que tú al manejar.

– Sí. Es un buen método de escape.

– ¿Tienes problemas?

Terence retuvo su respuesta para dedicarse a destapar su bebida; ingerirla y ya después respondía:

– No.

Sin embargo se la recordaron:

– ¿Cómo siguió tu novia?

– Mucho mejor, gracias.

– ¿Es seria? –, su relación.

– Me gustaría que lo fuera.

– ¿Y por qué lo dudas?

– Mi trabajo. El de ella.

– Entiendo.

Y ya que intimidades se atrevieron a cuestionar, Terry no iba a quedarse atrás e indagaría:

– A ti, ¿cómo te ha ido?

– ¿No te has enterado de mi última hazaña?

La cerveza que se sostenía se destapó reconociendo un interior que desde que empezó a relacionarse con Candy, Terence se había mostrado desinteresado para con sus compañeros de trabajo; así que lo expresaría en público:

– Lo siento, dude, no.

Debido a la negativa, se confiaba:

– Me he juntado con mi novia.

– ¿En serio?

– Sí.

– ¿Desde cuándo?

– No mucho. Una semana. Fue conmigo a la fiesta de la jefa ya como mi esposa.

– Te has casado – la sentencia entonó interrogación mezclada con afirmación.

– No he podido solicitar la licencia de matrimonio. Es todavía menor. La saqué de la escuela y sus papás...

– Me imagino que estarán molestos contigo.

– Hasta eso. Sintieron cierto alivio; pero aún así no quieren concedernos el permiso.

Destino: tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora