Capítulo: Intro

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El interior de la Central de Autobuses estaba completamente abarrotado de gentes. No habiendo un asiento disponible, una linda jovencita de aproximadamente 19 años de edad, fue a pararse cerca de una columna, muy cercana a la puerta de salidas, para escuchar atenta el anuncio del autobús que la llevaría de Nuevo México a Illinois.

Su equipaje de ruedas lo puso a un lado suyo; y sin soltar su agarradera se concentraba en mirar hacia los andenes. La hilera de autobuses que fue observando uno a uno la hacían adivinar mentalmente cuál sería el que ella abordaría.

Chicago iba a ser su nuevo lugar de residencia. Su prima recién fallecida, como un último deseo que se adjudican los que están a punto de dejar el mundo terrenal, le hubo pedido piadosamente ir al cuidado de sus hijos cuando ella ya no estuviera para seguir atendiéndolos.

La joven viajera no pudo negarse porque aquella pariente desaparecida, era la única familia que tenía; aunque también había otra razón para marcharse y ese era: el probar suerte. La ofrecida por Nuevo México ya no la satisfacía; y a pesar de que se vivía demasiado tranquilamente bien, otras eran las expectativas de crecer profesionalmente.

La carrera de Hotelería y Gastronomía que se hubo elegido, se había quedado estancada por estar atendiendo un local de artesanías al concluir con sus estudios. Así que el viajar y conocer otros rumbos además de causarle miedo, le provocaban emoción. Era la primera vez que dejaba su pueblo natal y por eso, su actitud la hacía comportarse entre tímida y seria. Su vestimenta realmente provinciana, ayudaba a resaltar esas dos cualidades; y los enormes lentes que portaba la acababan de describir como reservada. Quizá por ello, los jóvenes o no la miraban al notarla bastantemente pasada de moda, o sí lo hacían por la sola curiosidad.

La chica no era fea; y sus exóticos cabellos rizados por muchos eran envidiados. Tal vez por eso... la muchacha soltó sus pertenencias para juntar su cabellera, enroscarla y atarla, con sus mismas madejas, al pie de la nuca. Sin embargo, el calor sofocante que se había encerrado en el lugar, la motivaron a hacerlo y no las miradas que llegaba a percibir.

Pero para no sentirse incómoda de ellas, volvió a hacerse de sus pertenencias y avanzó varios metros hacia el frente. Y en el cristal que le impidió el paso, dejó recargado su equipaje que le serviría para apoyar las asentaderas y así ajustarse las cintas de sus cómodos huaraches.

Ya atados a su gusto, la joven levantó la mirada para enfocarse en la concurrida sala de espera. Sin cuidado, veía a todos y a la vez a nadie; aunque el sentido del oído seguía atento a los megáfonos que en ese momento anunciaban el abordaje al autobús que llevaba de destino: Alabama.

En cuestión de segundos, los viajeros se conglomeraron en la puerta. Orden les pidió un guardia así como el tener a la mano sus pases de abordar, indicándoseles también el dirigirse a cierto número de andén.

En el cuatro, la joven posó su mirada. Un presentable chofer yacía de pie junto al estribo del autobús, listo para recibir los boletos luego de que el guardia policial terminara de revisar las debidas pertenencias de los pasajeros a llevar con ellos. Otros se dirigieron hacia el maletero encargado: de acomodar los equipajes y de entregar un boleto para después reclamar lo suyo una vez arribado a su destino.

El de aquella joven seguiría esperando por ella que según estaba programado su viaje para las diez de la noche. Faltaba todavía media hora; pero por ser la primera vez que se emprendía en una travesía de casi 22 horas de duración –aunque de alimentos, bebidas o revistas podía provisionarse– la joven tenía la más mínima intención de moverse de ahí. Así que y a pesar de tener sed y un poco de hambre, ella no se movería. Y verdaderamente no lo hubiera hecho, sino hubiese sido gracias a una necesidad física; y como ésta manda, con todo y maleta, a los muy retirados sanitarios se dispuso a ir.

Destino: tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora