Capítulo: 18

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Por algo dice un conocido refrán: zapatero, a tu zapato.

Candy llevaba dos horas de haber iniciado el examen y también arrepintiéndose de haber aceptado ese reto. La ambición que inconscientemente por momentos la cegó, la alentaron a engañarse de que podía. Sí, a preguntas sencillas respondía sin problema; pero aquellas complicadas de ingeniería que no sabía, sencillamente no perdía el tiempo en resolverlas y las saltaba, acumulándose de éstas ya varias que quizá después se regresaría a contestarlas y si no... bueno, la lucha le hizo y no pasaría nada. Resignadamente se mantendría en su puesto de ayudante de su real carrera hasta que estuviera verdaderamente preparada para solicitar otro y no quedarse estancada. Sin embargo...

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Dada una sola explicación del hecho de por qué no volvería a bailar, Terence se despidió de la que fuera una ex compañera jamás conocida por él, y finalmente se dirigió a sus amigos para comer con ellos y quedarse otro rato más. Después iría a casa. A su habitación y dentro de ella...

Una caja que estaba debajo de su cama, él sacó. La puso sobre el colchón y la abrió. Sosteniendo sus tapas, por segundos sus ojos posaron fijos en un disco compacto que yacía encima de una pila de fotografías y recortes de periódicos, todos referentes a él y a la joven que fuera su pareja de baile. De lo que hubo sido su vestuario, nada conservaba, primero por no quedarle más y segundo... no le gustaba recordar. Y por ende cerró la caja, la cargó y salió de su habitación llevando todas las intenciones de ir a tirarla a la basura. No obstante...

– ¿Adónde llevas eso? – Leonor lo hubo preguntado al topárselo en el pasillo.

– A... dejarla en el sótano.

– ¿Por qué?

– Porque me estorba.

– ¿Estando debajo de la cama?

– Bueno, la estoy sacando para que no tengas problemas al aspirar. ¿Ya viste cuánto polvo hay?

– Sí; y también estoy viendo como te crece la nariz, Pinocho.

– Está bien. La verdad es que no quiero conservarla más.

– ¿Por qué?

– Ya no me interesan las cosas que son del pasado.

– Sin embargo, guardan muy bellos recuerdos si ya no para ti para mí sí; así que dame eso –, lo deshizo de su carga viendo Terence la dirección que su madre tomaba: su alcoba. Él volvería a la suya para cambiarse de ropas; y mientras mataba el tiempo leyendo...

El de Candy para resolver el examen ya había terminado. Y estando de nuevo frente a tres hombres y una mujer, con franqueza les diría:

– Muchísimas gracias por la oportunidad. Lamentablemente no creo haberlo pasado. Mike, lo siento.

El jefe de ella asintió. Y el de Recursos Humanos tomaría la palabra para decir:

– Bueno, eso ya lo decidiremos nosotros. Por el momento puede irse a casa. En su currículum hay un número telefónico donde podamos localizarla, ¿verdad?

– Sí.

– Bien. Entonces la llamaremos durante el día.

– Hoy, por ser miércoles, me tocaba descansar.

– Así es – respondió Mike.

– ¿Mañana también?

El jefe de personal diría:

Destino: tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora