Capítulo: 13

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Celos. ¿Qué cosa eran para él? ¿Tenían que ver con ese impulso que sentía de arrebatársela y dejarle muy en claro que por muy parientes que fueran ¡no volviera atreverse a tocarla otra vez!? Terence comprendía muy bien que la situación no era nada fácil para el viudo Tom. Pero... ¿cuántos segundos más pensaba quedarse abrazado y llorando sobre de ella? Okay. Unos pocos más los cedería; pero si llegada la culminación de éstos y él no la soltaba... sí, alguien no iba a ser nadita gentil en quitársela. Sin embargo una enfermera fue el ángel salvador de una infernal catástrofe que en un interior ya se había producido y unas entrañas consumido. Y porque el dolor de los achares pasionales le era para él desconocido, Terry no supo ocultarlo sino detrás de sus manos.

Candy lo vio cubriéndose el rostro. A Tom ya lo había soltado al ser llamado por la enfermera la cual hubo pedido se le siguiera. La pareja también lo haría seguidamente de haberse preguntado:

– ¿Estás bien?

El suave contacto de ella quemó su piel; y groseramente Terence alzó el brazo tocado diciendo con rudeza:

– ¡Sí, lo estoy!

Sumamente intimidada, Candy indagaría:

– ¿Vienes... conmigo? Tom se ha ido y...

Él se descubrió para cerciorarse de que se habían quedado a solas. Entonces, estúpidamente apenado diría:

– Lo lamento –, e impulsivo la abrazó apretando también sus labios en los de ella quien parecía no entender lo que recientemente había pasado con él que le temblaba el cuerpo. – Francamente lo siento – dijo Terry al liberar su boca.

Candy le había acariciado la espalda para hacerlo calmar; y ya que al parecer lo había conseguido...

– ¿Qué pasó? – cuestionó ella; y mortificada inquiría: – ¿Te molesta la cadera?

... lo había confesado a su doctor ¿no? Sin embargo y sin hallarle ¿explicación a su reacción? él sonrió diciendo:

– No, no. De eso estoy bien.

– ¿Entonces?

– Por favor, discúlpame – él agarró la mano femenina para besarle el dorso; indicándole con posterioridad: – Vamos adonde tus sobrinos –. Ella asintió llevando el camino que se había tomado.

El pasillo del área de Emergencias era bastante largo; y sobre de éste pudieron distinguir las humanidades de Tom y de la enfermera la cual se detendría en un módulo. Luego de firmar una tabla de reportes siguió su vereda, señalándosele a un padre el lugar donde se habían puesto a sus hijos.

Ellos seguían descansando sobre la cama y a su lado Tom fue; tomando rápidamente la mano derecha de Allen y acariciando la mejilla izquierda de Art quien abrió los ojos para decirle:

– Ya le he hablado y no quiere despertar.

– Déjalo dormir un poco más –. Tom inclinó su torso para besar la frente de su hijo y preguntarle: – Y dime, ¿cómo te sientes?

– Me duele la garganta – el chiquillo la carraspeó un tantito.

– Me lo imagino, hijo mío –. La mano del ingeniero ya acariciaba los negros cabellos del pequeño interlocutor.

Seguido de un breve silencio, Art lo llamaría:

– ¿Papá?

– ¿Sí, hijo?

– ¿Ya no estaré más junto a Allen?

– ¿Quién te lo ha dicho? – Tom, habiendo indagado, se irguió frunciendo el ceño.

Destino: tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora